viernes, 26 de diciembre de 2008

Comunicado de proletarixs de la facultad ocupada ASOEE (Universidad de Economía de Atenas)

La primera luz del alba viene tras la oscuridad más profunda

Hasta el sábado 6 de diciembre de 2008 por la noche podríamos decir que jusqu’ ici tout va bien, observando la caída individual de cada uno de nosotros en el desierto del sistema capitalista. En ese momento llegó la grieta, y la locura destructora de buena parte de la juventud del país. En un primer momento, como tantas veces en la historia, fueron los hechos los que tomaron la palabra.
Primero, el arma del policía, reivindicando como suya la repulsa del fenómeno de la vida por parte de cualquier tipo de Autoridad. Se derramó la sangre de un adolescente, e inmediatamente el llanto se transmitió de forma instantánea desde Exarhia hasta el centro económico de la metrópolis y otras grandes ciudades, un llanto de llamas y cristales rotos, que transformaba bancos y centros comerciales en una nube de rabia con la inscripción: VENGANZA.

Dos días más tarde los centros navideños de las ciudades parecían haber sido objetivos de bombardeos de guerra, mientras que la economía de crisis recibía otro soplo de muerte en su corazón por hordas de “hooligans” destrozando mercancías. “El Tratado de Varkiza se ha roto, estamos en guerra de nuevo”. Hablamos del regreso de la lucha de clases al primer plano, hablamos de la solución a la crisis: Para nosotros. Y tan sólo estamos empezando. Vamos hacia delante…

Somos parte de la revuelta de la vida contra la muerte cotidiana que nos imponen las relaciones sociales existentes. Con la fuerza destructora que latía dentro de nosotros, llevamos a cabo un salvaje (aunque contradictorio) ataque a la institución de la propiedad privada. Ocupamos las calles, respiramos libres a pesar del gas lacrimógeno, atacando la peor parte de nosotros mismos: nuestra imagen como esclavos de nuestros jefes, cuya forma más extrema y repugnante es el policía.

Erigimos una barricada inquebrantable contra la repugnante normalidad del ciclo de producción y distribución. En la situación actual, nada es más importante que consolidar esta barricada frente al enemigo de clase. Incluso aunque nos repleguemos ante la presión de la escoria (para-) estatal y la insuficiencia de la barricada, sabemos que ya nada volverá a ser igual en nuestras vidas.

Vivimos además una situación histórica en la que se recompone un nuevo sujeto de clase, que porta desde hace mucho la responsabilidad de asumir el rol de enterrador del sistema capitalista. Creemos que el proletariado nunca ha sido una clase por su posición, sino que más bien al contrario, se constituye como clase para sí misma en el enfrentamiento contra el capital, primero en la práctica para tan sólo después adquirir conciencia de sus propios actos. La recomposición está teniendo lugar por parte de grupos de sujetos que se dan cuenta de que no tienen ningún control sobre sus propias vidas, provenientes de estratos sociales que han sido –o están siendo- exprimidos en el fondo del barril, y que se están adentrando en una contradictoria trayectoria hacia la unificación.

El trabajo asalariado siempre ha sido un chantaje. Actualmente lo es con más intensidad, en tanto que aumenta el número de trabajadores empleados tan sólo circunstancialmente y con contratos precarios en sectores que, mientras que son necesarios para la reproducción de la dominación capitalista, no tienen utilidad social en absoluto. En estos sectores, las luchas de clase, desterradas del campo de la autogestión de la producción, se mueven en el del bloqueo y el sabotaje generalizados.
De manera simultánea, la automatización de la producción y el abandono de las políticas de pleno empleo crean grandes reservas de proletarios en paro empujados al margen de la sociedad, que recurren a trabajos inseguros o a la economía sumergida e ilegal para sobrevivir. Parados, trabajadores precarios, estudiantes de instituto y universidad destinados a ser futuros esclavos asalariados, trabajadores inmigrantes de la primera o de la segunda generación que diariamente viven la marginalización y la represión constituyen, junto con las minorías de trabajadores radicales, la comunidad de insurrectos de diciembre, una comunidad basada en la común condición de la alienación y la explotación que define a una sociedad basada en el trabajo-mercancía.
Recordemos que la víspera de estos días festivos la celebraron aquellos que están en un escalón aún inferior, los que han perdido todo disfrute en el martirio de la democracia, los presos de las cárceles griegas.

Los propietarios de la mercancía llamada fuerza de trabajo, que la han invertido en el mercado a cambio de seguridad social y con la esperanza de ver a su prole escapar de su condición mediante el ascenso en la escala social, continúan observando a los insurrectos sin tomar parte, pero también sin llamar a la policía para disolverlo. Junto con la sustitución de la seguridad social por la seguridad policial y el colapso del mercado de la movilidad social, muchos trabajadores, bajo la carga del fracasado universo de la ideología pequeño burguesa y la economía mixta, se mueven hacia una (socialmente importante) justificación moral del levantamiento juvenil, pero sin unirse aún a su ataque contra este mundo asesino.

Siguen arrastrando sus cadáveres en las letanías de tres meses de los sindicalistas
profesionales, y defendiendo un triste derrotismo sectorial contra la rabiosa agresividad de clase que rápidamente pasa a primer plano. Estos dos mundos se encontraron el lunes, 8 de diciembre, en las calles, y el país al completo prendió. El mundo del derrotismo sectorial tomó las calles para defender el derecho democrático de los roles separados del ciudadano, el trabajador, el consumidor, a participar en manifestaciones sin que los disparasen.
Muy cerca de allí, el mundo de la agresividad de clase tomó las calles en forma de pequeñas “bandas” organizadas que rompen, queman, saquean y rompen las aceras para lanzar adoquines a los asesinos. El primer mundo (al menos tal y como lo expresa el discurso de los sindicalistas profesionales) temía tanto la presencia del segundo, que el miércoles 10 de diciembre, trató de manifestarse sin la molesta presencia de los “riff-raff”.
Ya estaba sobre la mesa el dilema acerca de cómo estar en la calle: bien con la seguridad democrática de los ciudadanos, o bien con el enfrentamiento solidario del grupo, el bloque agresivo, la marcha que defiende la existencia de cada uno mediante barricadas y rotundos ataques.

Los acontecimientos de diciembre de 2008 (“Dekemvriana”) son el último capítulo de una serie de insurrecciones que recorren todo el mundo capitalista. En su fase decadente, la sociedad capitalista ni puede, ni tiene como objetivo lograr el consentimiento de los explotados mediante la aceptación de demandas parciales.
Tan sólo queda su represión. Con la restructuración comenzada a mediados de los setenta (para repeler el motín proletario llamado “movimiento del 68”), el capital se encontró con la siguiente contradicción: mientras que por un lado poseía la habilidad de crear una masa humana de pasivos telespectadores y consumidores de mercancías, de manera simultánea debía negarles (mediante la reducción de salarios) la posibilidad de adquirir estas mercancías.
Desde este punto de vista, no debería sorprender el saqueo de un centro comercial en la calle Stadiou por parte de gente que diariamente comparte las promesas de una falsa felicidad de consumo mientras ve cómo se le niegan los medios para cumplir estas promesas.

La insurrección de diciembre no lleva consigo ninguna demanda concreta, precisamente porque los sujetos que en ella participan sufren día a día la negativa de la clase dominante a aceptar cualquier demanda, y por lo tanto la conocen a la perfección. Los susurros de la izquierda, que en un comienzo pedía la retirada del gobierno, se transformaron en un terror mudo y un intento desesperado por calmar la incontrolable ola insurreccional. La ausencia de demandas reformistas refleja una subyacente (aunque aún inconsciente) disposición a la subversión radical y a la superación de las relaciones mercantiles existentes, y la creación de unas relaciones cualitativamente nuevas.

Todo comienza y madura en la violencia –pero nada se queda ahí. La violencia destructora que se desató en los acontecimientos de diciembre ha causado el parón de la normalidad capitalista en el centro de la metrópolis, una condición necesaria pero insuficiente para la transformación de la insurrección en un intento de liberación social.
La desestabilización de la sociedad capitalista es imposible sin paralizar su economía –esto es, sin interrumpir la función de los centros de producción y distribución, mediante el sabotaje, las ocupaciones y las huelgas. La ausencia de una propuesta positiva y creadora de una nueva manera de organizar las relaciones sociales era –hasta ahora- algo más que evidente. No obstante, la insurrección de diciembre debe entenderse en el contexto histórico del endurecimiento de la lucha de clases que se está dando a nivel internacional.

Una serie de prácticas de lucha –algunas de la cuales han salido a la superficie de forma elemental en muchos países donde han tenido lugar importantes conflictos de clase- proponen y desarrollan a un nivel embrionario la comunidad humana que va a abolir y trascender de manera creativa las relaciones mercantiles alienadas: las escuelas ocupadas pueden emplearse como centros donde organizarse para tomar las calles y el espacio público en general; las anti-lecciones organizadas en el contexto del reciente movimiento de estudiantes/trabajadores precarios en Italia, poniendo el conocimiento al servicio de la comunidad que se está formando; expropiaciones colectivas en supermercados y librerías, y la vida colectiva en las ocupaciones como modo de auto-cumplimiento de las promesas de alimentación, vivienda y libros gratis; una contestación radical a las relaciones de propiedad, la cooperación en vez de la apropiación personal (y a veces la reventa) de las mercancías expropiadas, la conexión de asambleas de barrio, comenzando por los asuntos locales, prefigura pues una sociedad donde las decisiones son tomadas y ejecutadas sin la mediación de ningún poder separado (sf. Oaxaca); transporte gratuito con los medios de transporte públicos, las déménages (invadir las agencias de empleo y tirar todo su material a la calle) como se hicieron en el movimiento anti-CPE en Francia.
Estas (y muchas otras, que resultan de la inteligencia personal y colectiva), son las prácticas que pueden enriquecer y fertilizar las fuerzas de la negación, para que en medio de la confusión de la insurrección, comience a tomar forma la sociedad libre y comunista.

Hacemos todo lo que está a nuestro alcance para no abandonar las ocupaciones y las calles, porque no queremos irnos a casa. Nos entristece la idea “realista” de que tarde o temprano tendremos que volver a la normalidad. Nos llenamos de alegría con la idea de que estamos en el comienzo de un proceso histórico de auge de la lucha de clases, y de que si queremos, si luchamos por ello, si creemos en ello, nos puede sacar de la crisis, a la salida revolucionaria del sistema.

Proletarios de la ocupada ASOEE (Universidad de Economía de Atenas)

Diciembre 24th, 2008

domingo, 21 de diciembre de 2008

Entrevista con Bernhard Reichenbach, antiguo miembro del KAPD




Moscú 1921 - Encuentros en el Kremlin



Publicada originalmente en Survey no. 53, octubre de 1964.


¿Recuerdas con claridad tu visita a Moscú en 1921? ¿Cuáles fueron tus primeras impresiones?



Bernhard Reichenbach: Oh, mis impresiones están aún muy vivas. El viaje desde Berlín hasta Moscú me llevó como diez o doce días. Fui por mar a principios de marzo y tuve que esperar ocho días en Reval antes de conseguir mi visado ruso. En junio se unieron mis camaradas Alexander Schwab, Meyer, un obrero metalúrgico de Leipzig y un antiguo marinero llamado Jan Appel, que había ido el año anterior a Moscú con Franz Jung para hablar con los líderes rusos - su historia salpicó en la prensa. Estuvimos todos allí por el KAPD, el Partido Comunista Obrero, que era más bien persona non grata en los ojos del KPD.


¿No fuiste uno de los primeros izquierdistas alemanes en ir a Moscú?



Bernhard Reichenbach: Bueno, no. Hubo cuatro representantes del KAPD en el segundo Congreso del Comintern en 1920. En 1921 fui como un "simpatizante" sin voto.


Pero supongo que para la mayoría de los delegados fue su primera visita a Rusia.



Bernhard Reichenbach: Sí, así fue. Fue mi primera visita a la Rusia bolchevique, pero había estado antes de la guerra, cuando era actor. No hablaba nada de ruso, pero desde el momento que crucé la frontera, y todo el tiempo que estuve en Moscú todo el mundo fue muy amable y amigable y me tradujeron -mayormente eran los letones quienes traducían. Por supuesto todo fue bien en la Ejecutiva del Cominterm -el ECCI- y después en el Congreso, porque el alemán era el idioma oficial, y la mayoría hablaba alemán con fluidez.


¿Dónde te alojaste mientras estuviste en Moscú?



Bernhard Reichenbach: Estuve en el Hotel Lux, junto con otros delegados extranjeros del congreso, sobre una centena de ellos. El único otro extranjero que vi allí algunas veces fue uno o dos periodistas. Fui y me presenté ante Zinoviev, que era el presidente del Ejecutivo del Cominterm, y después tomé parte en las sesiones del Ejecutivo; tuvieron lugar dos o tres veces por semana. Además de Zinoviev, los rusos que acudían regularmente eran Bujarin y Radek. Trotsky vino una o dos veces, pero nunca Lenin, aunque después en el congreso ellos dos fueron los portavoces principales.


¿Y cómo funcionaba la Ejecutiva?



Bernhard Reichenbach: Bueno, muy pronto vi claramente que esta "Internacional" estaba dominada por los rusos. Y, por supuesto, era virtualmente inevitable no solo porque Rusia aportaba el dinero, y servía como refugio para muchos revolucionarios que habían estado perseguidos en sus propios países. Lo que importaba realmente era que fue el primer partido marxista en hacer realidad el sueño del Manifiesto Comunista de 1848. No digo que las diferencias de opinión en el ECCI fueran suprimidas, o que las críticas en el congreso fueran reprimidas o castigadas; pero cualquiera que mantuviese una posición que difiriese de la rusa se quedaba bastante aislado.


¿No diferían los rusos entre ellos?



Bernhard Reichenbach: Sí, pero era normalmente de puertas para adentro, y cuando Lenin se había manifestado, la cuestión estaba resuelta. Su autoridad era simplemente dada por sentado por sus camaradas. No digo que se limitasen a obedecer mecánicamente o que estuvieran bajo ningún tipo de trato. Admitiré incluso hoy que su posición era el resultado de su indudable superioridad. En menor grado era también verdad respecto a Trotsky, pero bastante menos. Necesitada la confirmación de Lenin, y siempre la conseguía.


¿Cómo los compararías a ambos?



Bernhard Reichenbach: Ellos eran dos tipos completamente diferentes de líderes revolucionarios. Eran ambos inusualmente dotados como oradores, aunque no había nada chocante en Lenin, nada impresionante. Pero en la discusión -en un pequeño grupo o en la plataforma en un mitín monstruoso- él era maravillosamente convincente, por la forma que argumentaba, por el tono de su voz, por la lógica secuencia de las afirmaciones con las que alcanzaba su conclusión. Cuando se enfrentaba a opiniones hostiles, su voz solía tomar un tono de incomprensión, como si encontrara imposible de creer que alguien no pudiese entender algo tan obvio - incluso cuando el asunto estaba muy lejos de ser obvio. Zinoviev solía imitar su entonación, pero no provocaba la misma respuesta. Trotsky hablaba con emoción, el atractivo pathos del líder revolucionario -sin llegar a la demagogia- desde Danton hacia adelante. Y por supuesto su posición como fundador y organizador del Ejército Rojo, que acababa de derrotar a Denikin y Kolchak y Kornilov, le hizo ganar la más alta consideración.


¿Qué pensaste de los otros líderes rusos?



Bernhard Reichenbach: Bujarin era un hombre muy complaciente; era fácil hablar con él, y conducía sus argumentaciones de un modo escolar y objetivo. Radek era un polemista brillante, familiarizado con las condiciones y personalidades alemanas; tenía un ingenio chispeante - pensabas que estabas escuchando un número de cabaret de primer nivel.


¿Y Stalin?



Bernhard Reichenbach: Nadie le mencionó. Nunca estuvo allí durante nuestras discusiones. No solo digo que no atendiera a las sesiones todos los seis meses que estuve allí -el ECCI, el tercer congreso, y el congreso fundacional de la Internacional Sindical Roja- quiero decir que ni siquiera nadie le mencionó. Por supuesto, estaba en el círculo íntimo incluso entonces, pero eso lo supe mucho después. Pero era posible en 1921 estar seis meses en Moscú sin conocer de su existencia.

¿Cómo conseguiste noticias sobre lo que esta sucediendo fuera de Rusia?



Bernhard Reichenbach: No había radio, y uno podía conseguir periódicos extranjeros, excepto algunas veces el Rote Fahne -y llegaban muy tarde. Realmente estabamos bastante aislados. Pero los rusos no sentían eso. Por supuesto, había periódicos rusos y de vez en cuando me lo traducían para mí.


¿Estaban los rusos especialmente interesados en Alemania? ¿Pensaban todavía los líderes bolcheviques como el país más importante, o estaban ya decepcionados?



Bernhard Reichenbach: Ambas cosas quizá. El KPD era después de todo el partido más fuerte fuera de Rusia, y las relaciones con Alemania eran buenas.


¿Cómo evaluaban la situación en Europa si no tenían radio ni periódicos?



Bernhard Reichenbach: Oh, estoy seguro de que todos los oficiales conseguían noticias claramente y con rapidez. Por teléfono, a través de la diplomacia, y por correo. No, los rusos no se sentía aislados en ese sentido.


¿Conociste algunos rusos además de la gente del congreso?



Bernhard Reichenbach: Sí. Conocí a familias desde Reval hasta algunas de Moscú. La mayoría eran no-políticas, pero una de ellas, la familia Sundelevich, había tomado parte en la revolución de 1905. Y por supuesto, entonces estaba interesado profesionalmente en el teatro. Conocí a Stanislavsky, y vi maravillosas representaciones del Revisor de Gogol y Los bajos fondos de Gorky. Por supuesto fueron en ruso, pero conocía las traducciones alemanes de memoria -las había aprendido como actor- y así que las disfruté tremendamente. Estuve varias veces también en el teatro yiddish.


¿A quién más conociste en el mundo del teatro?



Bernhard Reichenbach: Llegué a conocer al actor Mikhoels. Era bastante joven entonces, pero ya bastante conocido; y conocí a Alexander Granovsky, el productor, que después emigró a Alemania. Quería entretener a los delegados del congreso, así que organizó dos o tres representaciones de Mysteria Buffa de Mayakovsky, que Granovsky había traducido al alemán; me preguntó si podía ayudarle a organizarlo, y así hice. A Meyerhold -era el más famoso de los productores rusos de la época- le disgustó la puesta en escena de Granovsky. Ambos tuvieron una discusión encarnizada, y Granovsky me llamó para que me uniera a él. Nos quedamos toda la noche, acompañada con grandes cantidades de té y cigarrillos, pero no podía entender ni una palabra porque estaban discutiendo en ruso y no dieron tiempo a que fuera traducido para mí. Al final les pregunté si podría llevarme de vuelta al Lux, porque tenía una reunión por la mañana. El teatro en Moscú estaba muy vivo en aquella época, y en mi opinión, tenía un gran nivel.


Bueno, volvamos a la política. ¿donde fueron tus reuniones de aquella mañana?



Bernhard Reichenbach: Tal como recuerdo, la Ejecutiva siempre se reunía en el Kremlin. Me dieron un pase del Kremlin, y podía ir y volver sin ninguna dificultad. En una ocasión tuve una conversación con Lenin, en su estudio. Si hubiera pedido una entrevista a través de los canales oficiales, para hablar con él sobre los puntos de vista y planes del KAPD, el KPD más que probablemente lo habría saboteado, y quería evitarlo. Estuvieron continuamente postergándolo de un día para el siguiente, así que escribí bastante enfadado una carta a Lenin. Le conté que había estado aquí cuatro semanas, como delegado del KAPD, y que él no se había molestado en escuchar lo que tenía que decir; si no tenía intención de verme, sería mejor que me volviera a Berlin. Dejé esta carta en la sala de espera de Lenin -su secretaria, de gran carácter, Madame Fotieva, palideció y qué pensaría de mi atrevimiento, que desapareció con mi carta. Esperé. No ocurrió nada. Entonces vino Radek; claramente tenía una cita con Lenin. Parecía asombrado al verme allí. Cuando le conté lo que había hecho, se rió. Un cuarto de hora después me dieron una carta, escrita por el propio Lenin; me escribió en alemán, encabezado como -en ruso- RSFSR, Presidente del Consejo de los Comisarios del Pueblo, Moscú, Kremlin, 1921. Aquí está:>[Querido camarada Reichenbach,Acabo ahora -16 de mayo, 13:30 horas- de recibir y leer tu carta. Lamento profundamente que no haya sido realmente capaz de encontrar tiempo para ti. Desafortunadamente, he estado tan sobrecargado de trabajo estos últimas pocas semanas que prácticamente no pedido concertar ninguna entrevista, y he tenido que aplazar con urgencia trabajo, incluso la lectura de importantes documentos alemanes. Por favor disculpame.Incluso ahora estoy en la misma situación, y por lo tanto realmente no estoy en una posición de hacer un promesa positiva de verte en los días siguientes. Si es particularmente urgente, ¿por qué no dejas tus propuestas brevemente por escrito?De nuevo pidiéndote tus disculpas con saludos comunistas, Lenin]Bueno, tenía que estar satisfecho con ello por el tiempo pasado, pero pocos días después una secretaria vino por mí al Lux, muy excitada, y me dijo que debía venir a ver a Lenin. Había un coche esperándome para llevarme al Kremlin.Cuando le ví no había tenido su primera apoplejía; parecía perfectamente saludable, y muy fuerte. Lo que se dice de él era bastante verdad -sabía escuchar. Cuando le expliqué nuestra posición, señaló el mapa de Rusia en la pared, y dijo que la misma Rusia era demasiado grande, no podía encontrar tiempo para saberlo todo.


Después de todo, ¿no era mucho después de la insurrección de Kronstadt, no?



Bernhard Reichenbach: Sí, y junto a eso estaba el fiasco de la Acción de Marzo en Alemania. Ambos sucesos -que realmente conmovieron al mundo comunista- ocurrieron mientras estaba de camino desde Berlín. La insurrección de Kronstadt había sido aplastada, pero políticamente sus efectos estabán todavía recientes. Los líderes de la Oposición Obrera -Shliapnikov, que había sido Comisario de Trabajo, Lutovinov, un líder sindical, y Alexandra Kollontai, que había sido Comisaria de Bienestar- todos condenaron el levantamiento, pero lo atribuyeron al desarrollo de la dictadura del estado y la maquinaria económica. Bueno, en comparación con lo que estuvimos acostumbrados con Stalin, Mussolini y Hitler, lo que ocurrió entonces parece suave ahora, pero el número de arrestos se elevó, y la a Oposición Obrera le fue prohibida participar en ninguna actividad.


¿Conociste a alguna de estas personas?



Bernhard Reichenbach: Sí, lo hice. Después de haber estado en Moscú unos pocos días, Trotsky hizo un desfile de las tropas que habían regresado de su victoria en Kronstadt. Hubo una plataforma en el lugar donde actualmente se encuentra el mausoleo, y Trotsky estaba allí en uniforme, saludando con su mano. Él estaba rodeado por los grandes jefes del partido y los líderes del Comintern. Me pidieron poco antes -como a muchos otros- decir unas palabras de agradecimiento a los soldados. No había tenido entonces mucha relación con los camaradas rusos, y conocía muy poco del contexto de la revuelta, pero estaba reacio de aceptar la versión oficial de los marineros engañados por los guardias blancos. Así que, afortunadamente, lo rechacé.


¿Discutió la Ejecutiva del Comintern sobre Kronstadt?



Bernard Reichenbach: No, ni una palabra, pero nosotros lo hicimos en el Lux. Los seguidores de la Oposición Obrera confiaban en mí, y mi habitación se convirtió en un lugar de reunión. Gran parte de los camaradas rusos hablaban alemán -buena parte de los trabajadores del Comitern era de las areas germanoparlantes del Báltico. Shliapnikov y Lutovinov me evitaron, pero hice varias visitas a Madame Kollontai. Pero la Ejecutiva gastó una gran cantidad de tiempo sobre la Acción de Marzo, la cual significó una ruptura completa con la política que el KPD había estado siguiendo. La acción había sido tomada parcialmente en respuesta de las presiones de Bela Kun, que había sido mandado a Alemania por el "pequeño comité" de la Ejecutiva -consistía de Zinoviev, Bujarin y Radek. Paul Levi -el líder del KPD que condenó la acción y criticó severamente a Bela Kun- fue expulsado, pero tenía muchos apoyos en el comité central alemán, y ellos como otros del otro lado vinieron de prisa a Moscú. El debaté llegó hasta el congreso igualmente. Estaba compartiendo una habitación por entonces con Kuusinen y cuando volvimos todavía seguíamos discutiendo sobre el asunto. Criticaba la forma de la Ejecutiva había cambiado su posición de un día para otro, y estaba particularmente enfadado con la manera de que Zinoviev y Radek había responsabilizado enteramente a los alemanes, como si los rusos no tuvieran nada que ver con ello. Kuusinen me dió una lección de lo que él llamo dialéctica -su charla estaba llena de "por un lado pero por el otro", de "contradicciones" y de sus "superaciones", y al final parecía que la Ejecutiva no había cambiado su opinión.


¿Cuál fue la opinión de Lenin sobre esto?



Bernard Reichenbach: Me dijeron que al principio había aprobado la misión de Bela Kun, pero después del suceso cambio de opinión, principalmente bajo la influencia de Klara Zetkin; ella había sido amiga de Lenin desde la conferencia de Zimmerwald en 1916. Después tuve una larga conversación con él. Le conté que el KPD había sido forzado a usar una situación revolucionaria para un putsch, porque hasta entonces habían estado actuando bajo la vieja línea reformista, poniendo freno a los desarrollos revolucionarios. Y entonces de repente cambio de cara -intentando usar a los sindicatos como instrumentos de la revolución proletaria. Lenin escuchó pacientemente, entonces dijo que era imposible moverse sin los sindicatos. Esta vez de nuevo se giró hacia el mapa de la pared, y dijo sonriendo "Por supuesto, no puedo estar informado sobre todo lo que pasa en mi propio país. El último documento sobre la situación alemana que estudié fue la carta abierta de Radek a los trabajadores alemanes, en enero. ¿Has hablado con Trotsky sobre esto?". Dije que lo hice. "¿Y que dijo Trotsky?". "Él no aceptaría mis argumentos". "Bueno, espero que esté en lo correcto". Dije que entendía perfectamente que él -Lenin- no tuviera tiempo para examinar cada cuestión él mismo, pero si él confiaba en cualquiera que le estuviera asesorando por entonces, y permitía usar su nombre como escudo para las posiciones de otros, la gente pensaría que la desición era suya, y en este caso el solo podría perjudicar a los trabajadores comunistas.


Así que, en relación al movimiento obrero en Europa, ¿Lenin confiaba en Trotsky y Radek?Bernhard Reichenbach: Sí, en Radek en particular para Alemania. Poco después de esa conversación, Alexandra Kollontai vino a verme a mí y a Alexander Schwab, ella dijo que iba a oponerse a Lenin en el congreso, donde él iba a presentar un informe sobre la NEP. Para ella, la NEP era una traición a la revolución. Ella pensaba que podría ser arrestada, así que nos dio un manuscrito -era su informe del programa de la Oposición Obrera. ¿Podríamos mantenerlo a salvo? Dijimos que podríamos, y como teníamos un mensajero marchándose a Berlín en un día o dos, le dimos a él el manuscrito.Lenin presentó su informe el 5 de julio. El aplauso fue tremendo, y aunque Zinoviev como presidente llamo para tomar la palabra, nadie quiso decir nada. Nosotros los del KAPD -no teníanos voto- queríamos que otros hablaran primero, pero como nadie lo hizo, Schwab se levantó para hablar. Él conocía las dificultades a las que se enfrentaba el gobierno soviético, que le forzaron a hacer ciertas concesiones, internas o externas, y entonces advirtió sobre la reivindicación soviética de ser el centro dominante de la revolución mundial. Eso llevaría, dijo, a que el movimiento se convertiría en un instrumento de los intereses inmediatos de Rusia, mientras los intereses del proletariado de los países industrializados de Europa serían forzados a permanecer en un sengundo plano. Se refirió a una entrevista que Krasin, el Comisario de Comercio Extranjero, había dado en Berlín, en el que había dicho que una huelga que estaba siendo preparada en aquel momento interfería con los envíos a Rusia. Si los trabajadores de los países capitalistas se les decía que no se pusieran en huelga porque Rusia necesitaba las máquinas que estaban construyendo, el movimiento obrero de aquellos países estaría mutilado.


¿Y cuál fue la reacción?


Bernhard Reichenbach: Bueno, Schwab recibió un pequeño aplauso -de nuestros delegados del KAPD, de la oposición en el partido holandés, de algunos sindicalistas de los IWW, que estaban allí como invitados. Pero Radek habló y hizó reír y aplaudir a la audiencia. Entonces Kollontai fue a hablar. Era bastante dramático. Ella estaba obviamente muy emocionada. Detrás de ella se sentaban Lenin, Trotsky, Zinoviev, Bujarin, Kamenev, Rykov, Radek (¡y simplemente piensa lo que les pasó a ellos!). Lenin estaba tomando notas. Trotsky estaba sentado inmóvil, los otros estaban susurrándose unos a otros y sonrriendo detrás suya -pero pudimos verlo. Ella habló en alemán -bueno, no tengo que hablarte sobre su discurso, está grabado- y entonces ella misma lo tradució, primero al francés, después al ruso - quizás ella no confiaba en el intérprete.


¿Y no le ocurrió nada, aunque apelase por un grupo de oposición en el partido?



Bernhard Reichenbach: No, nada. Trotsky le tendió la mano y ella la aceptó y se sometió a la disciplina del partido -pero todo eso ocurrió entre bastidores. Un día o dos después me pidió que le devolviera el manuscrito. Dije que haría lo que me pedía -estaba bastante seguro en Berlín. Cuando regresé a Berlín en agosto recibí un panfleto: Alexandra Kollontai, La oposición obrera en Rusia. El KAPD, cuando supo de su retractación, había traducido el manuscrito al alemán y lo publicó.


¿Y qué hiciste?



Bernhard Reichebach: Cuando nuestra delegación hizo su informe, el KAPD salió de la Internacional Comunista.

¿Para qué carajos saber después que México fue gobernado por un orate y EEUU por un asesino?

Pedro Echeverría V.


1. En la vida es muy desagradable enterarse de que se vive engañado y que muchos se ríen y se burlan de nosotros porque en cierta manera vivimos con mucha ingenuidad; pero en política, en asuntos de Estado, para los que entendemos algo de esas cosas, el engaño resulta millones de veces peor porque lesiona intereses colectivos de millones o miles de millones de seres humanos. Así por ejemplo, muchos científicos pacifistas se enteraron años después que sus investigaciones y descubrimientos llevarían a la construcción de la bomba atómica o de las bombas nucleares que llevaron al asesinato instantáneo de millones de seres humanos. Los primeros habitantes de EEUU se sacrificaron por construir un país poderoso sin saber que se convertiría en un imperio saqueador de otras naciones; daríamos apoyos a la creación de partidos democráticos que luego (sin saber) se convertirán en nuevos aparatos para beneficio de unos cuantos; gastamos grandes energías, sufrimos represiones, para hacer una revolución que luego se aburguesa para convertirse en enemiga de los mismos trabajadores. Pero ni modo, “uno no sabe para quién trabaja” y parece que así tiene que ser.

2. De pronto nos dicen, cuando casi nada se puede hacer para reparar daños, que según el Vaticano, durante seis años gobernó México un loco; que Bush invadió Irak porque la CIA le dio informes falsos sobre la existencia de bombas nucleares en el país asiático; que Fox y los empresarios sí intervinieron directamente para desaforar y luego impedir que López Obrador llegue a la Presidencia o que el presidente Kennedy si apoyó abiertamente con el ejercito y dinero yanqui, la invasión a Cuba. Como estos ejemplos y muchos más, llegan siempre pero cuando ya nada importante se puede hacer. Dicen que el verbo hubiera no existe, pero para quienes hacen análisis de “lo que pudo haber sido y no fue” para plantear ideas y propuestas el “hubiera” presta un buen servicio para reflexionar. ¿Cómo evitar en el futuro que nos gobierne un loco, un asesino, un mentiroso, un invasor? ¿Qué pudo haber pasado en el país si los gobernantes fueran vigilados, cuestionados, controlados, por un pueblo siempre crítico y exigente?

3. En México le llaman “criticar a toro pasado” a lo que hacen los “analistas” que se ensañan con sus críticas a gobiernos y administraciones pasadas pero se cuidan de no hablar de los altos funcionarios del presente. Pero también les dicen a escritores, periodistas, intelectuales o investigadores universitarios pegados al gobierno y a los empresarios, que se dedican a “hacer las barbas” o que han “entregado las nalgas”. Por ese motivo cuando hoy se ensañan en México contra el enfermo de la mente expresidente Fox o se dice que en EEUU no ha habido un presidente tan impopular como Bush, sólo me hace sonreír. Se quejan, pero la cobardía de esos “críticos” es tan grande que han cambiado su dignidad con los salarios millonarios que reciben del Estado ¿Cuándo los mexicanos alcanzaremos la altura del anarquista Flores Magón que durante décadas luchó frontalmente contra la dictadura de Díaz, la traición de Madero, los gobiernos burgueses de Carranza y Obregón, que pasó más de 20 años en cárceles, para luego ser asesinado por el gobierno en una de las prisiones?

4. Las que sí con mucha dignidad y profesionalismo han alcanzado algunos niveles parecidos a las batallas del periodismo de Flores Magón de hace un siglo son las periodistas de investigación Ana Lilia Pérez Mendoza, Anabel Hernández, Maria Paula Flores, la misma Lidia Cacho que, a pesar de ser amenazadas, demandadas, perseguidas y encarcelada (como fue Cacho) han tenido la valentía de investigar, demostrar y denunciar la profunda corrupción de la familia Fox, los gigantescos negocios ilícitos del fallecido Mouriño, del exsecretario particular de Calderón, César Nava, de otros funcionarios panistas y empresarios que ahora se aprovechan del poder gubernamental. Estas jóvenes periodistas han venido a demostrar cómo debe ejercerse el periodismo crítico y de qué manera debe un luchador social comportarse frente al poder. No tengo duda que aún existen algunos viejos dispuestos a seguir confrontándose contra el poder donde se encuentre, pero parece que son los jóvenes (los que el poder no ha podido controlar) quienes van a revolucionar al mundo.

5. La realidad es que son más orates y tontos los que permitieron (o permitimos, si se quiere) que durante seis y ocho años nos gobernarán por un personaje desquiciado y otro guerrerista invasor sin hacer nada importante para derrocarlos y meterlos a la cárcel. Entre cien años los nietos y bisnietos se burlarán o, por lo menos se reirán, de quienes eran explotados y oprimidos porque en lugar de luchar por sus derechos preferían andar arrastrados o con la cabeza agachada. Pero no será tan penoso o vergonzoso porque entre un siglo comprenderán que sus padres, abuelos y bisabuelos no eran muy cobardes sino sólo ingenuos porque se dejaban engañar por la ideología de sumisión y conformismo que les imponían en la familia, la iglesia y la escuela. El próximo siglo se va a decir: “tenían tanto miedo nuestros antepasados que siempre que hablaban del gobierno o de los empresarios lo hacían en voz muy baja y casi escondiéndose para evitar que los corran del trabajo o los castiguen. Mientras tanto los políticos y empresarios vivían como reyes.

6. Pero al fin, los altos funcionarios papales del Vaticano descubrieron, se dieron cuenta, que Fox era un orate, que se reía solo y de cualquier cosa, que estaba enfermo de verborrea y mentía mucho; además había adoptado como esposa a Martha Sahagún para que le sirviera como su niñera y guía. Sin embargo no es Fox, sino los mexicanos quienes deberían avergonzarse porque desde el manicomio donde seis años estuvimos encerrados con Fox y su esposa, se burló de nosotros. Creímos que por estar más loco que nosotros no podría gobernar todo su sexenio; sin embargo lo terminó y además nos impuso a su sucesor con esa risa de desquiciado. Lo mismo sucedió en EEUU: Bush fue un presidente asesino, mentiroso, hijo de puta y todo lo que se quiera, pero fue electo y reelecto para gobernar ocho años y después de tantas masacres y asesinatos ordenados por él, no irá a la cárcel. ¿Fueron pueblos imbéciles los que los eligieron sin escuchar nuestras críticas o sólo fueron simples víctimas de la ideología individualista que los más poderosos del capital difunden por los medios de información?

7. Siempre, al iniciarse los períodos de gobierno la mayoría de los habitantes cree con ingenuidad en las promesas de los políticos en el sentido de que “ahora sí cambiarán las cosas porque los nuevos gobernantes son creíbles”, se pide “darles tiempo y tenerles confianza para que demuestren su trabajo”; pero al poco tiempo demuestran que son más de lo mismo, que siguen robando y oprimiendo a los mismos que votaron por ellos. Los dejan terminar su sexenio de gobierno aunque sigan destruyendo al país y así vuelve a registrarse un nuevo ciclo como si nada hubiera pasado. Pareciera que la gente no tiene memoria histórica, pero mucho menos capacidad para empatar o relacionar unas cosas con otras. En México los llamados “gobiernos de la Revolución” comenzaron con Carranza en 1916, los gobernantes del PRI se iniciaron en 1929 y los del PAN en el 2000, pero la gente sigue viviendo con esperanzas siempre frustradas, pero cada sexenio que se inicia piensa y cree que la situación de la población del país será mejor. Pareciera que no tiene remedio.

8. Da la impresión que la amplia mayoría de la gente, en política, no sabe siquiera discernir, es decir, distinguir entre una idea y otra o a diferenciar un pensamiento y otro. Parece acostumbrada a inclinarse en lo que cree, en lo que supone, en sus impresiones, en las apariencias. Por eso en las campañas políticas no se debaten ideas sino se lanzan consignas; en los medios no se analizan programas sino solamente se propagan spots y pequeñas frases para ridiculizar o insultar al oponente. En la izquierda radical, por lo menos desde el gobierno de López Mateos (1958/64), y en los sexenios que siguieron, insistimos a la población en que no votara porque de nada servía cuando el gobierno priísta lo tenía controlado todo, pero además porque las elecciones no garantizaban cambios importantes y duraderos. Pero la gente, muy bien manipulada, sigue votando por cualquier persona o cualquier partidos que paga millonadas en la televisión y por quienes les compra con regalos y promesas sus votos. Y esto es un decir, porque los votos siempre son guiados por acuerdos entre partidos y gobiernos.

9. Hoy nadie quiere hablar de programas, de partidos, de ideas, de antecedentes. No importa si los objetivos de lucha o las ideas coinciden con los pobres, el liberalismo o el conservadurismo. Todo resulta muy difícil de entender y provoca mucha flojera investigar. Resulta más fácil ver la cara de un candidato y a partir de ello pensar si es bueno o malo, si será ladrón u honrado, si es sincero o mentiroso. Pareciera un problema de suerte, de destino, de lotería o, de plano, de desinterés. Ahora como no saben nada de partidos y programas buscan personas, por eso la TV enseña caras, gestos, frases. Y dado que en la llamada democracia el voto es individual y hasta secreto, las colectividades campesinas, sindicales, populares, que podrían discutir programas y planes de trabajo, de nada sirven. Cada quien se mata solo, decide solo y, por tanto, debe defenderse sólo. Es uno de los peores males de la democracia burguesa: el individualismo que enfrenta y mata a las colectividades. ¿Cómo podrán esas individualidades acabar con el gran poder concentrado de la burguesía?

sábado, 20 de diciembre de 2008

El dilema recurrente del mundo sindical: "posibilistas" versus "ideólogos"

El dilema recurrente del mundo sindical: "posibilistas" versus "ideólogos"
José María Delgado


El poder social que la carrera por la reducción de costes está poniendo en manos de segmentos tradicionalmente débiles del proletariado mundial no es más que el preludio de estas luchas. En la medida en que estas luchas triunfen, el escenario estará listo para unatransformación socialista del mundo.
Arrighi, G. "Siglo XX: siglo marxista, siglo americano"

A menos que les vaya en ello una "identidad", esa discutible y monoteista cualidad, ropaje no siempre libremente elegido de los "nosotros", no pocos de estos constructos sociológicos toman nombre impuestos por sus adversarios, así pues ni en el mundo sindical ni en ningún otro nadie admitiría ser llamado "posibilista", por mas que en tantos que hacen abierta aseveración de "realismo", por la vía negativa de descalificar a los que verdadera o supuestamente se hallan "fuera de la realidad" , un observador crítico no vería otra cosa que adecuacionismo o aclimatación al rol o papel o regla del juego que el conjunto de poderes económicos, políticos, fácticos, es decir "el Sistema", les tiene asignado, a la voluntad de moverse dentro de él sin recurrir a estrategias impugnadoras o cuestionadoras del capitalismo de especie alguna, por mas que, en teoría, debiera venirle de oficio, en lo que los estatutos, principios, actas fundacionales, etc., de los que un dia se llamaron "sindicatos de clase" debiera ejercer, todavía, alguna influencia.
Del otro lado están los que le pusieron nombre - que mas que "posibilistas" le llamaran "reformistas" y aún en los años finales del franquismo algunos fueran calificados de "sindicaleros" -, aquellos que se tenían por militantes obreros, comunistas abrumadoramente aunque ya de tendencias diversas, como es sabido, en ese tiempo lejano cuando aún el Movimiento Obrero no se llamaba sindicalismo, y el único movimiento realmente existente, las Comisiones Obreras, se llamaba asímismo, "Movimiento sociopolitico". Esta especie de militantes obreros, agitadores anticapitalistas para los que cada huelga o cada oportunidad de ella representaba una expectativa de acorralamiento al capitalismo, de acrecentamiento de la conciencia de clase y del peso específico de la clase obrera es hoy una especie en extinción, jubilados o prejubilados, quemados, bastante de los cuales dieron el paso de CCOO a CGT, aunque no solo ni mayoritariamente ellos, también la generación siguiente que nació a la lucha de clases a principio de los 80, - si bien mayoritariamente desde la órbita de anarcosindicalismo - en algún momento debieron optar entre la acción sindical "posibilista" y la dificil y denostada proximidad a los "fundamentos" , al cabo, "fundamentalistas", "ideólogos", en ocasiones con la dolorosa sospecha de que no haber sabido pasar el testigo a las nuevas generaciones de sindicalistas.

En una época en que el retroceso del sindicalismo, de perdida de peso específico de la clase obrera alcanzó tales cotas como para no reconocer los planes del enemigo, el nuevo paradigma del capitalismo asilvestrado, bajo su forma neoliberal, hasta bien entrado los 90 y ello solo a través de la influencia - externa al sindicalismo, en España al menos - del movimiento antiglobalización, tal parece que se halla perdido la brújula como para hacer necesaria poco menos que una casuística acerca de que reivindicaciones - al cabo, reformas, en eso reside la tarrea del sindicalismo - son de recibo plantear por un sindicato de clase, que cantos de sirenas de las empresas y las administraciones debemos desoir y en su caso denunciar, sobre que es factible transar y firmar y sobre que no y aún todavía nos quedará la duda acerca de si no estaríamos exponiendo otra cosa mas que una panoplia de impedimentos, obstáculos, dificultades a los compañeros delegados, miembros de los comité de empresa ya suficientemente abrumados por la agresividad de las empresas, las amenazas de rebajas salariales a cambio de reducciones de plantilla o directamente de deslocalización de las factorías hacia Polonia, Rumania o el Magrheb, la duda, finalmente, sobre si no estaríamos dirigiendonos a alguien que ha perdido los valores, la determinación anticapitalista que alguna vez tuviera, instalado en ese marear la perdíz, en ese ir tirando que poca cosa mas supone el posibilismo.

Alguien dirá que la explicación a las derivas "reformistas" se hallan en la aceptación de la participación en las eleccciones a comités de empresa, y es bien cierto que por ahí se genera una nefasta división en el seno de la vida sindical: entre los miembros liberados 40 o mas horas y el resto de afiliados, pero no se trata de una división insalvable o imposible de neutralizar: la revocabilidad frecuente y la rotación, inherente a una vida sindical activa, bastaría para cegar esa fuente de burocracias, pero la burocracia, como los líquenes donde hay humedad y los piojos donde la hay escasa, anidan en casi cualquier parte, quien no confia en la naturaleza humana hará bien en dotarse de mecanismos, estatutos y normas que la dificulten. La voz sindical que acusa de falta de realismo debe ser atendida, - tanto como vigilada - porque no carece de razones ni de argumentos: sin duda instalados en la minoría se está cómodo, el "dontancredismo" sindical - a uno le han dicho de todo - tiene las piernas cortas, el testimonialismo ético no le dice casi nada a trabajadores que no dudarían en aceptar una oferta de la empresa para hacer horas extras a mitad de un conflicto, no es tan raro que la mitad de una plantilla secunde paros parciales mientras la otra mitad hace horas extras - el cáncer del sindicalismo - , es bien cierto que hay también elecciones sindicales, con su servidumbre, y por aquí la voz realista se vuelve esténtorea y "patriótica": ¿como oponerse a firmar un convenio que es el menos malo de los sufridos en los ultimos años, cuándo además, la Empresa, nos va a dar un reconocimiento, unas facilidades de las que hasta ahora solo gozaban "sus" sindicatos reconocidos y adoptados como interlocutores privilegiados?, no son razones facilmente desmontables, y sin embargo siempre podrá medirse, pesarse, calcularse las contrapartidas, los costos a pagar, los beneficios para los trabajadores en relación con la teórica traza, gráfica o tendencia prosocialista, liberadora, fortalecedora o por contrario castradora de su apoderamiento y fortaleza, debería bastar mencionar que existen reformas "no reformistas" pero uno se teme que nada le diríamos a la voz posiblista: esta no dudaría en atender una reclamación de la empresa interesada en reducir o eliminar el tiempo legal de bocadillo - en jornadas continuadas - a cambio de dos o tres dias menos de trabajo al año, quizás tampoco se negaría a atender las demandas de otros sindicatos para rapartirse entre todas las secciones sindicales las horas legales de asamblea, aún cuándo ello signifique el entierro de la soberanía de las asambleas, su privatización, pues sin duda nos ahorraremos conflictos y enfrentamientos intersindicales.

Contra lo que algunos piensan, "buenismo" candoroso aunque de larga tradición en cierta izquierda, y que imaginan un mundo sindical de afiliados de base honestos y tal y direcciones vendidas al capital, mejor sería recordar que la acción sindical mayoritariamente al uso ha devenido a configurarse como una especie de profesión, bien integrada socialmente que para nada se cuestiona no ya el orden capitalista, sino ni siquiera la variante actualizada postfordista o postkeinesiana inserta firmemente en el código genético de la globalización neoliberal, el margen de maniobra que les queda a quienes piensan y actúan así ha llegado a ser tan reducido que no tienen nada serio que oponer a los proyectos empresariales que en procura de la sacrosanta competitividad deslocalizan empresas o partes de ellas, exigen abaratamiento del despido y facilidad absoluta para contratar y despedir, simplemente no cuestionan su lógica, se limitan retóricamente a proclamar que la competitividad deba conseguirse en exclusiva recurriendo al dumping social, cómo apoyándose en la I+D+i, que por lo demás queda fuera de su alcance cuántificar y menos aún tratar de negociar o exigir al gobierno: a este respecto la ultima palabra la tiene el comisario político Sr. Solbes/Rato cuya representatividad democrática es tan opaca que se pierde entre los lobbyes y patronales que pululan por Bruselas. Poco a poco admitirán, porque está en la lógica de la cosas, que lo que meramente sucede es que nuestros salarios no son competitivos, al lado de los de Bulgaria, Marruecos o China. No es seguro que a continuación e inmediatamente Fidalgo, Mendez, se suiciden y cierren el chiringuito.

En ocasiones, cuando les afecta, los trabajadores afiliados o no a los sindicatos institucionales adheridos a la CES, pueden percibir con nitidez que CCOO y UGT parecen sindicatos de la patronal, amarillos directamente, pero mientras vayan tirando, pueden percibirlos como un hibrido entre MAPFRE y la Cruz Roja, a medias entre una ong y unas agencias del ministerio de trabajo. Enmedio todavía les queda dejarse atrapar sin demasiada convicción en las redes clientelares, a ver si pueden hacer algo por los chicos, ahora que empiezan a controlar tantos cursos y escuelas de formación ad hoc en las empresas.

Queda claro que lo que postulamos está bien lejos de una satanización del posibilismo sindical, pues permanecerá, al satanizarlo, intacto y a salvo de la crítica pormenorizada, malignidad por lo demás en demasiadas ocasiones atribuida en exclusiva a CCOO, UGT, ELA: se trata de una actitud semiprofesional que reporta algunas ventajas a quienes la tienen por tarea y que todo el mundo conoce por lo que podemos ahorrarnos su descripción, muy generalizada a todos los niveles de responsabilidad o cargo y para nada limitada a los sindicatos mencionados, que se blinda con un discurso supuestamente realista, convertido en el "librillo" o "gramática parda" jerga profesional al cabo u ideologemas oficiosos entre los que ocupa lugar preferente la descalificación de los "ideólogos", de su propio sindicato o del competidor por mas que en ocasiones se avengan a utilizarlos en las asambleas, a la hora de la huelga o movilizaciónes
Querer ver divisiones o disyuntivas distintas a las que aquí glosamos es autoengañarse: ni al interior de cada uno ni entre uno y otro sindicatos las viejas y en su origen legitimadoras ideologias de la división sindical de la clase obrera, llamense comunistas, socialistas u anarcosindicalistas son factores de división activos o que expliquen nada: existen activistas sindicales para los que la esperanza de una sociedad que una vez se llamó Socialismo, así como la convicción de que cualesquiera que fuere la forma que de llegar a existir - y no es seguro - esta revistiera, habría de tener como factotum fundamental, principal hacedor, a la clase obrera, anhelo que informa y justifica todas y cada una de sus actuaciones, y existen, abrumadoramente, trabajadores y ex-trabajadores que se dedican al sindicalismo, actividad que al día de hoy ejercen sin riesgos, y que les reporta ciertas ventajas, oportunidades de hacer carrera politica, parabienes y hasta prestigio social en según qué medios.

"Realos" y "fundis", "apocalípticos" o "integrados", "posibilistas" e "ideólogos" uno se teme que tales disyuntivas serán barridas por la nuevas exigencias de los trabajadores que están a extramuros - hijos del apartheid laboral y sindical - de los territorios donde es mayoritario el empleo fijo y bajo las condiciones adversas de las prácticas empresariales y gubernamentales neoliberales - de la globalización - se intenta o se simula defender el poder adquisitivo de los salarios y la seguridad en el empleo, únicos lugares donde florece el sindicalismo, los trabajadores precarizados de la industria, la construcción, la agricultura y el sector servicios, los que trabajan en las contratas y subcontratas, los jovenes científicos y licenciados con contratos y vida precarizada, los "mileuristas", se organizan y al hacerlo ponen en cuestión la mera existencia de los sindicatos posibilistas mayoritarios, así como la idoneidad de las estructuras organizativas destinadas a acogerlos de aquellos minoritarios mas sensibles y preocupados por la precariedad rampante.

La absoluta ausencia de solidaridad efectiva, espontánea, entre trabajadores se halla institucionalizada en la misma concepción organizativa de los sindicatos, las federaciones de ramo, los convenios colectivos de empresa, son ámbitos donde cada uno hace la guerra por su cuenta, no digamos cuando el tajo, poligono o factoría vecina es asunto de la "competencia": quemaran neumáticos en la carretera, los machacará la policia y aunque el estallido de las descargas de los botes de humo y balas de goma nos inquieten algo a la hora del bocadillo, no lo haran lo suficiente como para animarnos a unirnos a ellos, a sacar una pancarta improvisada para hacer meramente visible una voluntad solidaria. Cierto es que la organización formal de la solidaridad y la puesta en común de acciones de protesta compete a instancias superiores a la sección sindical es decir a las uniones o federaciones locales, cuándo lo hagan no será una mancha de aceite, ni una llama la que se extienda, sino mas bien una valvula que afloja presión, un grifo que deja salir caudal controlado, apenas un ritual preludio del final pactado de una nueva derrota y de nuevas traiciones. Sobran los ejemplos. Y la pregunta es: ¿con estos mimbres hay algo que decirle, ofrecerle, a los trabajadores en precario?

Sin duda construir la solidaridad exige reconstruir instancias unitarias, apoderar y desprivatizar las asambleas de fábrica, olvidar sectarismos y doctrinarismos, tanto como las pretensiones hegemonistas de estos o aquellos, iniciar la aventura obligada de la unidad de acción por objetivos concretos tanto locales como generales, identificar e incorporar a nuestra reivindicaciones la lucha contra la precariedad y el desempleo como cosa propia -¿acaso no lo es? ¿quien no los sufre en las propias familias? - denunciar el clientelismo, las practicas mafiosas y la subordinación a las empresas y a los gobiernos, la vergüenza de la pérdida de todo referente de clase, prosocialista,.
Se trata de poner en valor la Libertad, de aprender a vivir con la maxima libertad que el sistema permite, unica manera de que nos sepa a poca y de que visualicemos las cadenas: que existen.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Workers Democracy Network: Una nueva manera de unir a la Clase Obrera

Desde nuestra fundación en 1999 nuestro propósito ha sido reunir a todos los trabajadores alrededor de sus intereses comunes en una red democrática. Sin democracia no podemos tener éxito. Por supuesto, muchos grupos dicen que desean unificar a la clase obrera. Pero Workers Democracy Network se diferencia marcadamente en sus métodos y organización de estos grupos. En otros grupos la toma de decisiones se concentra en un número muy pequeño de individuos - comité central o comité ejecutivo. La afiliación no tiene control sobre sus decisiones y el poder se preserva a través de votaciones de candidatos y de censos secretos de afiliados. A menudo, esos grupos imponen que los miembros con opiniones minoritarias deben ocultar sus opiniones y apoyar las mayoritarias. Finalmente, esos grupos están fundados con un programa detallado que incluye todo de la A a la Z. Tales organizaciones requieren miembros que estén de acuerdo con toda la plataforma. Pero puesto que los desacuerdos con una cierta parte del programa son comunes, las consecuencias son escisiones sin fin y grupos minúsculos disidentes. La carencia de democracia interna conduce a la carencia de verdadera unidad.

Nosotros somos algo diferente. Ésta es una red de aquellos que convengan en lo fundamental, no en el detalle. Todos estamos de acuerdo en la “declaración del acuerdo” (Statement of Agreement). Dentro de ese acuerdo en lo principal, podemos discrepar sobre todo lo demás y democráticamente decidir lo que tenemos que hacer. Igualmente importante, no hacemos residir todo el poder en un comité de dirección. El comité de dirección puede ser invalidado por la votación de los afiliados (aquellos que pagan las cuotas) - y de hecho esto ha sucedido ya. Ni siquiera las opiniones de la minoría tienen que ser suprimidas una vez que se vote. Nosotros reconocemos que los que se oponen a cierta acción pueden no desear participar en ella, pero pueden estar dispuestos a trabajar dentro de la red en otras campañas con las que están de acuerdo. De esta manera nosotros llegamos hasta tal grado de unidad como sea posible en cada momento, sin expulsar a los que discrepen.

La democracia conduce a la unidad. Al mismo tiempo, la democracia es la única garantía de que nuestra organización realmente representará los intereses de los trabajadores.

domingo, 14 de diciembre de 2008

La Federación de Comunistas Anarquistas de la Periferia

1.- Las corrientes anarquistas revolucionarias –que parten de los individuos autónomos como parte de la clase de los oprimidos y de los explotados- así como los comunistas libertarios que vienen del marxismo revolucionario –consejistas, trotsquistas mandelsianos, luxemburguistas, comunismo de izquierda y de extrema izquierda-, y los liberales antimonopolistas, pueden y deben trabajar por la liberación nacional y social de manera asociada.

Pueden y deben rescatar el espíritu primigenio de la asociación internacional de los trabajadores (1864). El debate entre Marx y Bakunin no se soluciona mediante la síntesis hegeliana. No hay soluciones mágicas al centralismo democrático ni al federalismo espontaneísta que dispersa la concentración de esfuerzos colectivos en objetivos concretos de la guerra social.

No hay una metafísica de la autoridad ni de la libertad sino una guerra social y para ella hay que apertrecharse como para toda guerra. En nuestra época sólo hay totalitarismo en los países centrales: la totalidad del Estado-que-ya-no-es-del-bienestar se desmorona por las crisis permanentes del sistema, crisis de valores, de mercancías fundamentales y crisis moral. El “Estado de derecho”, criatura de la burguesía tras la Revolución Francesa de 1789 tiene cada día sólo derechos para las minorías aristocráticas. La burguesía de los países centrales es la nueva aristocracia.

Porque si no coinciden filosóficamente las tendencias socialistas y comunistas antes mencionadas en todos los matices sí coinciden sin embargo en el terreno de la praxis: acción directa de las vanguardias y de las masas conscientes; rechazo del reformismo y del arquetípico parlamentarismo burgués; instauración de una nueva sociedad justa e igualitaria que abra el camino al socialismo, primero, y al comunismo después. Incluso coinciden en los frentes de trabajo en la misma clase oprimida y explotada, unos proponen “consejos obreros” y otros “sindicatos de clase, autónomos, autogestionarios, antiburocráticos” que son, realmente, “sindicatos anarcosindicalistas” –de las viejas CGT mexicana , CNT española, CGT francesa, USI italiana- o “sociedades de resistencia al Capital” de la vieja FORA argentina. Desde mi perspectiva el “sindicato anarcosindicalista” o la “sociedad de resistencia” es el germen del “consejo obrero” –y así fue en la Revolución española-.

Y también coinciden en que el Derecho es una nueva arma de la guerra social. Hoy para la ultraizquierda, y de ella hablamos, es de suma importancia restituir el “Estado de Derecho”.

2.- Las afinidades no sólo pueden consolidarse sobre el terreno de valores filosóficos compartidos sino asimismo sobre el terreno de las vecindades prácticas y de las pertenencias dentro de la clase. La afinidad exclusivamente filosófica es estéril si dificulta el proselitismo del pensamiento antiburocrático, socialista y libertario. Si dificulta alcanzar a la amplia masa de mujeres y hombres que expropiados de sus derechos naturales a vivir una vida digna solamente se socializan dentro del ancho y ajeno mundo de las opresiones y de las explotaciones. Y en las esferas de la injusticia; que terminan creyendo que es una imposición divina o fatalidad de la miseria, de la pobreza, de la exclusión o de la marginación. La tarea de la vanguardia –a todos los niveles- es precisamente romper las cadenas de la servidumbre voluntaria sea ésta fundamentada en la creencia en un diseño del mundo de la vida establecido por Dios o en la fatalidad de haber nacido pobre. La tarea de la vanguardia es dotar de personalidad revolucionaria a los iconoclastas, a los rebeldes, a los vindicadores, al criminalizado por su origen racial, étnico, social, etc. Por eso los mejores cuadros del anarquismo social, organizado y revolucionario surgieron de los hospicios, de los bajos fondos, de los marginales sociales de abajo pero también de los marginales sociales de arriba: artistas rebeldes, iconoclastas de su misma clase social; Bakunin era de la nobleza rusa y Kropotkin príncipe, casi nada.-

3.- Ahora la vanguardia no puede ser solamente el conjunto de “panas burdas” que se insubordinan ante la autoridad -patriarcal o no- metafísica expresada en temperamentos y modas públicos. La dominación no es solamente el autoritarismo, éste es apenas uno de sus rasgos subjetivos. La dominación es el monopolio del poder y de las formas cómo las mujeres y los hombres producen la riqueza social y distribuyen esa riqueza; el dominio no sólo es subjetivo sino objetivo. Podríamos incluso decir que la dominación es objetiva y se objetiviza en los sujetos, cualesquiera sean sus sexos, edades y psiquis. La dominación es como una epidemia que se entroniza en la sociedad y en los individuos de esa sociedad: es la epidemia del capitalismo.

La vanguardia es vanguardia porque la clase parcela sus luchas a los territorios donde la dominación se brutaliza. Y, se trata de una respuesta global de las luchas parceladas y locales, se trata de transformar la solidaridad y el apoyo mutuo en elementos activos de un nuevo poder emergente, de un nuevo modo de producción: el poder popular –descentralizado horizontalmente, es decir, federado- y el modo de producción de los iguales: el comunismo. Esa cantinela de que “los anarquistas estamos contra el poder” es un salmo metafísico; el poder es siempre el “poder de” y llega a ser el “poder para” cuando ya no es poder. Es un elemento antropológico tan antiguo como la existencia humana, no se trata de suprimir el poder sino de dotar a todos de “poder de”. Todo comunitarismo disciplina a la masa mediante la educación y el trabajo, dos formas elementales del poder. El poder, deslastrado de su aureola metafísica que algunos filósofos han querido darle, es realmente formas sociales de disciplinación en el seno de la comunidad. Incluso, si se admite la forma de “contrato social” para justificar el poder entonces el contrato es el poder en esencia porque en una sociedad de iguales cómo se justifica que haya acreedores y deudores, quién obliga a quién y cómo. ¿La buena fe? La civilización humana –ninguna- se ha instaurado sobre la buena fe. Quizá los mayas, si hacemos caso de los zapatistas chiapanecos, descubrieron una fórmula del poder: “mandar obedeciendo”, y entre los indioamericanos las formas del poder sin privilegios han sido acuciosamente estudiadas por los estructuralistas.

4.- Los territorios de la lucha de clases generan organizaciones de masas de manera espontánea en las cuales subyacen todos los espíritus y todas las cosmovisiones, desde el radical al reformista, desde el izquierdista al fascista. Las fuerzas progresistas de izquierda, partidarias de la demolición de lo instituido conforman una vanguardia territorial y, por tanto, inconsciente o conscientemente forman parte de la vanguardia global. De lo que se trata es de que el pueblo, es decir, las gentes concernidas por la dominación parcial o total, adquiera la consciencia mínima de su potencial autoemancipatorio generando formas antimonopólicas pero asociadas de poder económico, de poder político y de poder generas nuevas relaciones sociales de la vida digna.

5.- La Federación es el principio organizativo de la Libertad. De la libertad de los iguales. Todo partido revolucionario salido de la crisis de la Internacional es, en el fondo, una Federación. Incluso el Partido bolchevique lo fue. Lo que ha sucedido es que mientras unos dejaron de tener contrapesos al centralismo democrático otros los conservaron. Mientras unos los diluyeron otros los tansformaron en categorías políticas. Y ni tan calvo ni con dos pelucas. La Federación centraliza lo necesario y descentraliza lo posible. El vínculo de la Federación es la responsabilidad militante del individuo, del revolucionario. Es un principio moral, es parte de la ética de los revolucionarios. Un principio de descuartización de la Federación en aras de una autonomía que al quedarse sola es inútil e inofensiva ya es, en cierta forma, la aparición de un darwinismo especial: el depredador se aleja de la manada para devorarla.

6.- La especificidad de los países periféricos es inobjetable. En la división internacional del trabajo tienen unas tareas específicas. Un alto porcentaje del comercio mundial se realiza en el mundo de la Tríada: América del Norte (Canadá y Estados Unidos), Europa (menos Rusia) y Japón. No existe el mundo ideal del liberalismo burgués ni del materialismo histórico que no reparó en que los recursos fósiles eran no renovables. Es incorrecto afirmar que en todas partes es lo mismo. Esta idea típicamente eurocentrista se puede traducir como: “en todas partes es lo mismo para los países centrales”. La independencia de las colonias fue en el fondo la disminución de costos del sistema colonial, pero el sistema sigue en pie. La lógica colonial no se ha evaporado ni podrá evaporarse si las fuerzas productivas de la humanidad no se reorganizan en otros sentidos. El “giro ecológico” y la “revolución feminista”, es decir, la recuperación por las vanguardias del “oikos” y del “bio” han aportado a la guerra social nuevas herramientas de combate. Nuevos espacios ayer irreconocibles aparecen en el horizonte. Los pueblos periféricos no tienen necesariamente que seguir las etapas del modo de producción del Capital Ecocida; puede organizarse la vida digna en la pobreza ilustrada mas no jamás en la miseria. Ser civilizado, ser cosmopolita, no es usar ropa de la alta moda francesa, almorzar comida japonesa y tener el hábito del “american way of life” sino fortalecer los nexos de solidaridad, apoyo mutuo y justicia entre todos los hombres de la Tierra. No están fatalmente condenados los países periféricos a seguir las “revoluciones industriales” de los países centrales; pueden generar formas novedosas de sociedad ecológica, pueden y deben aliar a la cultura con la naturaleza, pueden y deben reconciliar a la ciudad con el campo, pueden y deben ¡hacer la Revolución! Ni la receta de los liberales –el hombre átomo que signa el contrato social- ni la del materialismo histórico dogmático –el modo de producción del capital deberá desarrollarse hasta el punto de que dé paso al modo de producción del socialismo- son aplicables en la periferia. Ni en ninguna parte.

7.- El Estado no es ya el Estado que conocieron los fundadores de la doctrina. Hay que diferenciar entre lo Público y el Estado; entre la propiedad social y la propiedad del Estado, lo estatal. Asimismo hay que distinguir entre la Administración Pública y la Burocracia o Tecnoburocracia dirigente del Estado; y, también, entre los Aparatos ideológicos del Estado, los Aparatos represivos del Estado y los Aparatos de defensa del Estado nacional. Son todas ellas cosas distintas y producto de la evolución estatal desde las revoluciones Francesa, Inglesa y Americana hasta nuestros días. El estado en la periferia es realmente la periferia del Estado central. Los organismos nuevos que la guerra social irá produciendo darán cuenta del Estado. Nunca será lo mismo el Estado de Francia que el Estado de las Islas Marshall, ambos miembros de la ONU. Hasta los momentos el comunitarismo más o menos homogéno sólo ha podido expresarse mediante el Estado hasta que podamos tener una Confederación mundial de sociedades comunitarias regidas de otra manera. Pero eso es parte del tiempo del porvenir. De momento, sólo estamos seguros de que en el espacio sideral no existe el Estado mas sí el Capital.-

Floreal Castilla.-
Venezuela, 8 de Marzo de 2007.-

viernes, 12 de diciembre de 2008

BATALLAS EN GRECIA CONTRA LA REPRESIÓN Y EL GOBIERNO DERECHISTA


Pedro Echeverría V.

1. Grecia vivió hoy jueves el sexto día consecutivo de grandes protestas sociales, particularmente de jóvenes, en Atenas y otras localidades del país; son la respuesta de la gente más consciente y combativa por la muerte, el sábado pasado, de un joven de 15 años por un disparo de la policía en un barrio capitalino. Las luchas de los jóvenes griegos, así como las de los adolescentes y jóvenes franceses y chilenos hace dos años, parecen anunciar al mundo otros sujetos sociales revolucionarios que, así como las mujeres, los homosexuales y marginados y la llamada sociedad civil, empiezan a irrumpir en esta sociedad capitalista que aceleradamente se transforma para beneficio de grandes negocios transnacionales. El culpable de estas batallas no es el policía asesino, sino el gobierno democristiano de Konstantinos Karamanlis que por lo menos, desde 1974, está al servicio los intereses de los Estados Unidos.

2. ¿Quién no ha leído la bella historia de Grecia, sus leyes, sus filósofos, incluso de sus juegos olímpicos, en las escuelas del mundo occidental, en las mismas que nos han enseñado desde niños que es la madre de nuestra cultura? ¿De aquella “democracia clásica” en la que sólo tenía derecho a participar el diez por ciento de la población? Pues en la capital de aquel país, Atenas, se ha desatado una de las más grandes protestas contra el gobierno derechista democristiano de Karamanlis por las condiciones de pobreza de la población que parece no estar dispuesta a soportar más. Ese pobre país, que cinco siglos antes de nuestra era (en tiempos de Pericles) brilló en letras y artes con Esquilo, Sófocles, Aristófanes, Herodoto, es hoy uno de los más pobres de Europa. Basado esencialmente en la agricultura, agroindustria y turismo, vive la concentración de la riqueza en unas cuantas familias.

3. Durante todo el siglo XX Grecia la población ha luchado por salir de sus condiciones de pobreza y opresión, pero no ha podido dejar de vivir bajo gobiernos militares, dictatoriales y hasta bajo llamados gobiernos democráticos. Buscó anexarse Macedonia y Salónica al mismo tiempo que ha tenido dificultades con su vecina Turquía. Se ha encontrado con mucha inestabilidad política que ha favorecido a golpes de Estado militares. En la Segunda Guerra Mundial Grecia fue ocupada por fascistas italianos y hitlerianos alemanes. Terminada la guerra surgen períodos de gobierno liberales, por un lado, y derechistas, por otro; pero Grecia no logra ser un país que económica y políticamente pueda integrarse al nivel de los otros países de Europa. Quien fuera hace dos siglos y medio la maestra del mundo, ahora se encuentra estancada.

4. Grecia tiene apenas 11.5 millones de habitantes, frente a Alemania con 82.5, Francia (67.8), Reino Unido (61), Italia (58.2) y España (44.4), es claramente uno de los países más pequeños de Europa; sin embargo el número de habitantes no puede ser definitivo para el desarrollo o atraso económico de algún país. Suiza apenas tiene 7.6 millones y Luxemburgo apenas 480 mil. Lo que parece haber determinado las condiciones de pobreza o “atraso” (si se puede decir) del país de la Península de los Balcanes, son las funestas políticas trazadas por los militares y países acreedores, cuyo único interés a sido servir a los hombres más poderosos de la región, asociados con capitales transnacionales. El potencial prestigio histórico mundial como cuna de la civilización occidental, no parece haber servido de nada y Grecia, que no ha podido liberarse de sus funestos gobernantes, parece muy atrasada.

5. Por eso nos emociona, crea muchas esperanzas, que las batallas de los jóvenes en todo el mundo se acerquen a las grandes rebeliones contra la explotación, la miseria y la opresión de que son víctimas, así como ver a los jóvenes con el rostro cubierto, con las rudimentarias máscaras antigases, con las piedras y los palos en las manos para defenderse de la represión militar y policíaca, no queda más que recordar nuestra juventud cuando en algún lugar del mundo nos defendimos de la represión. Por eso da alegría cuando los periódicos nos informan que “en el municipio de Agios Dimitriu, al sur de Atenas, el ayuntamiento fue ocupado por los escolares y en el puerto de El Pireo, unos 500 escolares y profesores mantienen cerrada una avenida principal y la mitad de las escuelas están clausuradas u ocupadas y que la Unión de Maestros de Grecia (OLME) estimó hoy que cientos de centros escolares en todo el país se encuentran ocupados por los propios alumnos.

6. Estas protestas de las últimas cinco noches han sido las más fuertes de los últimos 20 años en Grecia; se informa que han dejado unos 70 heridos y cientos de negocios, edificios y autos destruidos, y pusieron en jaque al ya impopular gobierno conservador del primer ministro Costas Karamanlis. Las combativas protestas estallaron en la noche del sábado, luego de que un policía mató de un balazo al joven Alexandros Grigoropoulos, de 15 años, en Atenas. La violencia se extendió rápidamente a otras ciudades del país, e incluso traspasó Se informa que en Madrid y Barcelona, 11 personas fueron detenidas y varios policías resultaron heridos luego de que jóvenes atacaran un banco y una comisaría en repudio del crimen del joven griego, mientras que otros 32 personas fueron detenidas en Suecia. También hubo protestas de griegos en París, Berlín, Londres, Roma, La Haya, Moscú, Nueva York, Estambul y Chipre. En Grecia 565 negocios resultaron dañados.

7. En México los jóvenes universitarios también han salido a las calles en 1968, en 1986 y 1999. Sus batallas han sido muy importantes, pero parecen haberse encerrado en la UNAM y otros recintos de educación superior, a pesar de que marcharon en las más grandes plazas de la ciudad de México. Su radicalismo ha estado encerrado en la universidad y las demandas no han dejado de ser estudiantiles. Sin embargo ha surgido una juventud casi marginal, pobre y muy oprimida, que trabaja en las calles por obtener un ingreso y que sufre con enojo e ira la opresión económica y social. Pienso, siguiendo a Marcusse, Gorz y otros que escribieron en los años sesenta, que los jóvenes que han salida a las calles en Chile, Francia, EEUU y Grecia le están enseñando a los no tan jóvenes antiparlamentarios otro camino. Esos estallidos sociales serán cada vez más continuos porque el capitalismo, aunque aún es muy poderoso, comienza a agrietarse y la población busca aprovechar cualquier coyuntura que se le presente.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Extracto de Los Consejos Obreros, de Anton Pannekoek

Las objeciones

Los principios de la nueva estructura de la sociedad parecen tan naturales y evidentes por sí mismos, que parecería haber poco lugar para dudas u objeciones. Las dudas provienen de las viejas tradiciones que llenan las mentes de telarañas, mientras el fresco viento de tormenta de la actividad social no las despeja. Las objeciones las formulan las otras clases que ahora dirigen la sociedad. Así, tenemos que considerar primero las objeciones de la burguesía, que es la clase gobernante de los capitalistas.

Alguien podría decir que las objeciones de los miembros de la clase capitalista no importan. No podemos convencerlos, ni es necesario. Sus ideas y convicciones, como las nuestras, son ideas de clase, determinadas por condiciones de clase, diferentes de las nuestras a raíz de la diferencia que existe en las condiciones de vida y en la función social. No tenemos que convencerlos razonando, sino derrotarlos por la fuerza.

Pero no debemos olvidar que el poder capitalista es en gran medida de carácter espiritual, es decir, se ejerce sobre la mente de los trabajadores. Las ideas de la clase gobernante dominan la sociedad y de ellas está imbuida la mente de las clases explotadas. Están fijadas en ellas, fundamentalmente, por la fuerza y necesidad íntimas del sistema de producción; se las implanta de hecho en la mente de los trabajadores mediante la educación y la propaganda, por la influencia de las escuelas, la iglesia, la prensa, la literatura, la radiotelefonía y el cine. En la medida en que esto es cierto, la clase trabajadora, que carece de conciencia de su condición de clase y asiente a la explotación como condición normal de la vida, no piensa en rebelarse y no puede luchar. Las mentes sometidas a las doctrinas de los dueños na tienen esperanza de lograr la libertad. Deben superar el influjo espiritual del capitalismo antes de poder deshacerse realmente de su yugo. El capitalismo debe ser derrotado teóricamente antes de que se lo pueda abatir materialmente. En efecto, sólo entonces la absoluta certeza de la verdad de sus opiniones, así como de la justicia de sus propósitos, dará a los trabajadores la confianza que necesitan para la victoria. Sólo entonces la vacilación y los recelos desconcertarán a las fuerzas del enemigo. Sólo entonces los grupos medios cuya posición oscila, en lugar de luchar por el capitalismo pueden concebir, en cierta medida, la necesidad de la transformación social y los beneficios que aportará el nuevo orden.

Tenemos pues que enfrentar las objeciones formuladas por el sector de la clase capitalista. Proceden directamente de su cosmovisión. Para la burguesía el capitalismo es el único sistema social posible y natural, o, por lo menos, puesto que lo han precedido formas más primitivas, su forma final más desarrollada. De aquí que todos los fenómenos presentados por el capitalismo no se consideren como temporarios sino como fenómenos naturales fundados en la naturaleza eterna del hombre. La clase capitalista percibe la profunda aversión de los trabajadores contra su tarea diaria; y cómo sólo se resignan a ella por la dura necesidad. Concluye que los hombres, en su mayor parte, sienten una natural aversión por el trabajo productivo regular, y por esa razón están destinados a la pobreza, con excepción de una minoría enérgica, industriosa y capaz, que ama el trabajo y de la cual provienen los líderes, directores y capitalistas. Entonces se sigue que si los trabajadores fueran colectivamente dueños de la producción, sin el principio competitivo de la recompensa personal por el esfuerzo personal, la mayoría desidiosa hará lo menos posible tratando de vivir de lo que realiza una minoría más industriosa; y el resultado inevitable será la pobreza universal. Todo el maravilloso progreso, toda la abundancia que el capitalismo ha producido en el último siglo se perderían entonces, cuando se eliminara el estímulo del interés personal, y la humanidad retrocedería hasta hundirse en la barbarie.

Para refutar tales objeciones, es suficiente señalar que constituyen el punto de vista natural del otro bando de la sociedad, de la clase explotadora. Nunca en la historia los viejos señores fueron capaces de reconocer la capacidad de una nueva clase en surgimiento; esperaron un inevitable fracaso tan pronto como ésta tuviera que manejar los asuntos; y la nueva clase, consciente de sus fuerzas, sólo pudo mostrarlas al conquistar el poder y después de haberlo conquistado. También ahora los trabajadores van cobrando conciencia de la íntima fuerza de su clase; su superior conocimiento de la estructura de la sociedad, del carácter del trabajo productivo, les demuestra la futilidad del punto de vista capitalista. Tendrán que probar, por cierto, sus capacidades. Pero no en forma de una prueba que deberán superar de antemano. Su prueba será su lucha y su victoria.

Esto no equivale a argumentar con la clase capitalista, sino que está destinado a los compañeros trabajadores. Las ideas de la clase media, que aún predominan en grandes masas de la clase obrera, consisten, sobre todo, en la duda y desconfianza de sus propias fuerzas. Mientras una clase no crea en sí misma, no puede esperar que otros grupos crean en ella. Esta falta de confianza en sí misma de la clase obrera, que constituye hoy su principal debilidad, no podrá eliminarse enteramente bajo el capitalismo, por sus muchas influencias degradantes y empobrecedoras. Sin embargo, en tiempos de emergencia, de crisis mundial y de ruina inminente, al obligar a la clase trabajadora a rebelarse y luchar se la obligará también, una vez que haya triunfado, a tomar a su cargo el control de la producción. Luego el imperio de la dura necesidad desbaratará la temerosa desconfianza implantada en los trabajadores acerca de sus propias fuerzas, y la tarea que se les imponga despertará inesperadas energías. Cualesquiera sean las vacilaciones o dudas que abriguen en su mente, saben con seguridad una cosa: que ellos, mejor que la gente ociosa dueña de la propiedad, conocen lo que es el trabajo, que ellos pueden trabajar y que lo harán. Las fútiles objeciones de la clase capitalista se hundirán junto con esta clase misma.

Objeciones más serias provienen de otros sectores. De quienes se consideran a sí mismos y son considerados como amigos, como aliados o portavoces de la clase trabajadora. En las últimas etapas del capitalismo predomina la opinión ampliamente difundida entre los intelectuales y los reformadores sociales, entre los líderes sindicales y los socialdemócratas, de que la producción para la ganancia es mala y tiene que desaparecer, y de que debe dejar lugar a alguna clase de sistema socialista de producción. La organización de la producción, según dicen, es el medio de producir abundancia para todos. El desorden capitalista de la totalidad de la producción debe abolirse imitando el orden organizado que reina dentro de la fábrica. Como en el caso de una empresa bien dirigida, donde la marcha perfecta de todos los detalles y la máxima eficiencia del conjunto se logra por la acción de la autoridad central del director y del personal de la gerencia, así también en la estructura social aun más complicada la interacción y vinculación correcta de todas sus partes sólo se logrará mediante un poder central que ejerza el liderazgo.

La falta de tal poder de gobierno, dicen quienes así razonan, es lo que debe objetarse al sistema de organización basado en los consejos obreros. Ellos argumentan que en la actualidad la producción no consiste en el manejo de simples herramientas, cuyo funcionamiento todos pueden abarcar fácilmente, como en los días pasados de nuestros predecesores, sino en la aplicación de las ciencias más abstractas, que sólo son accesibles a una mente capaz y bien instruida. Dicen que la visualización clara de una intrincada estructura y de su manejo eficaz requiere talentos de los que sólo están dotados unos pocos; que lo que no se percibe es que la mayoría de las personas están dominadas por un estrecho egoísmo y carecen de la capacidad e incluso del interés necesario para asumir estas amplias responsabilidades. Y si los trabajadores, con estúpida presunción rechazan el liderazgo de los más capaces y tratan de dirigir la producción y la sociedad por la acción de sus propias masas, entonces, por más industriosos que sean, su fracaso resultará inevitable: cada fábrica sería pronto un caos y se produciría como resultado la decadencia. Los obreros tienen que fracasar porque no pueden reunir un poder de liderazgo de suficiente autoridad como para imponer la obediencia y asegurar así un funcionamiento sin obstáculos de una organización complicada.

¿Dónde encontrar tal poder central? Elíos argumentan que ya lo tenemos y que es el gobierno estatal. Hasta ahora el gobierno limitó sus funciones a los asuntos políticos; tendrá que extenderlas a las cuestiones económicas -como ya se ha visto obligado a hacerlo en algunos casos menores-, al manejo general de la producción y la distribución. En efecto, ¿no es la guerra contra el hambre y la miseria igualmente importante, y aún más, que la guerra contra enemigos externos?

Si el Estado dirige las actividades económicas, actúa como cuerpo central de la comunidad. Los productores son dueños de la producción, no en pequeños grupos por separado sino que lo son en su totalidad, como clase, como conjunto del pueblo. La propiedad pública de los medios de producción, en su parte más importante, significa sociedad estatal, puesto que la totalidad del pueblo está representada por el Estado. Por el Estado democrático, por supuesto, donde el pueblo elije a sus gobernantes. Una organización social y política donde las masas elijan a sus líderes, en todas partes, en las fábricas, en los sindicatos, en el Estado, puede llamarse democracia universal. Una vez elegidos, estos líderes deben ser por supuesto estrictamente obedecidos, pues sólo de esta manera, mediante la obediencia al mando de líderes capaces de la producción, puede funcionar sin obstáculos y satisfactoriamente la organización.

Tales son las ideas de los portavoces del socialismo de Estado. Está claro que este plan de organización social es totalmente distinto de aquel en que los productores disponen realmente de su producción. Sólo de nombre los obreros son dueños de su trabajo, tal como sólo de nombre el pueblo es dueño del Estado. En las así llamadas democracias, que reciben ese nombre porque los parlamentos son elegidos por sufragio universal, los gobiernos no son en absoluto delegados designados por la población como ejecutores de su voluntad. Todo el mundo sabe que en cada país el gobierno está en manos de pequeños grupos, a menudo hereditarios y aristocráticos, de políticos y altos funcionarios. Los parlamentarios, el conjunto de quienes los apoyan, no los selecciona el electorado como mandatarios que deben cumplir su voluntad. Los votantes sólo tienen prácticamente que elegir entre dos conjuntos de políticos, seleccionados, presentados y propagandeados ante ellos por los dos partidos políticos principales, cuyos líderes, según el resultado, forman el gabinete gobernante, o como oposición leal, quedan a la espera de su turno. Los funcionarios estatales, que manejan los asuntos, tampoco son seleccionados por el pueblo; se los designa desde arriba, y lo hace el gobierno. Aunque una astuta propaganda les llame servidores del pueblo, en realidad son sus gobernantes, sus dueños. En el sistema del socialismo de Estado, es esta burocracia de funcionarios la que, considerablemente ampliada, dirige la producción. Estos disponen de los medios de producción, tienen el comando supremo del trabajo. Deben ocuparse de que todo marche bien, administran el proceso de producción y determinan la distribución del producto. Así, los trabajadores han encontrado nuevos dueños, que les asignan sus salarios y guardan a su disposición el resto de la producción. Esto significa que los trabajadores aún son explotados; el socialismo de Estado puede llamarse también con razón capitalismo de Estado, de acuerdo con el énfasis que se dé a sus diferentes partes, y con la mayor o menor influencia que se adjudique a los trabajadores.

El socialismo de Estado es un plan para reconstruir la sociedad sobre la base de una clase trabajadora tal como la clase media la ve y conoce bajo el capitalismo. En lo que se llama sistema socialista de producción se conserva la estructura básica del capitalismo, pues los trabajadores manejan las máquinas a órdenes de los líderes; pero se lo ha provisto de un plano superior mejorado, de una clase dirigente de reformadores con sentimientos humanos, en lugar de los capitalistas, hambrientos de ganancia. Esos reformadores, como verdaderos benefactores de la humanidad, aplican su capacidad a la tarea ideal de liberar a las clases trabajadoras de la necesidad y la miseria.

Se comprende fácilmente que durante el siglo XIX, cuando los trabajadores sólo comenzaban a resistir y a luchar, pero aún no eran capaces de conquistar el poder sobre la sociedad, este ideal socialista encontraba muchos adherentes. No sólo entre gente de la clase media con sensibilidad social, que simpatizaba con el sufrimiento de las masas, sino también entre los trabajadores mismos. En efecto, asomaba ante ellos una perspectiva de liberación de su yugo mediante el simple recurso de expresar su opinión en los comicios, por el uso del poder político de su boleta electoral, que les permitiría llevar al gobierno a sus redentores en lugar de sus opresores. Y en verdad, si fuera sólo cosa de tranquila discusión y libre elección entre capitalismo y socialismo por parte de las masas, el socialismo tendría una buena oportunidad.

Pero la realidad es diferente. El capitalismo está en el poder y defiende su poder. ¿Puede alguien abrigar la ilusión de que la clase capitalista abandonará su mando, su dominio, sus beneficios, la base de su existencia, y por ende, su existencia misma, como resultado de una votación? O más aún, ¿cederá a una campaña de argumentos publicitarios, de opinión pública demostrada en reuniones masivas o manifestaciones callejeras? Por supuesto, luchará convencida de sus derechos. Sabemos que aun para las reformas, incluso de menor alcance, hubo que luchar en el sistema capitalista. No hasta el extremo, sin duda; no, o raramente, mediante la guerra civil y el derramamiento de sangre, puesto que la opinión pública, en gran medida de la clase media, preocupada por la decidida resistencia de los trabajadores, comprendió que en las demandas de éstos no estaba comprometido en su esencia el capitalismo mismo, que la ganancia como tal no corría peligro, que el capitalismo más bien se consolidaría, pues las reformas apaciguarían a los trabajadores y los harían adherirse más firmemente al sistema en vigencia.

Sin embargo, si estuviera en juego la existencia de la clase capitalista misma, como clase gobernante y explotadora, toda la clase media la respaldaría. Si se amenazara su dominio, su explotación, no mediante una falsa revolución de apariencias externas, sino mediante una revolución real de los fundamentos de la sociedad, podemos estar seguros de que ésta resistiría con todas sus fuerzas. ¿Dónde está entonces el poder para derrotarla? Los irrefutables argumentos y las buenas intenciones de los reformadores de noble inspiración, todo ello no es capaz de doblegar, y aun menos de destruir, su sólida fuerza. Hay sólo un poder en el mundo capaz de vencer al capitalismo: el poder de la clase trabajadora. A la clase trabajadora no pueden liberarla otros; sólo puede liberarse por sí misma.

Pero la lucha será larga y difícil, pues el poder de la clase capitalista es enorme. Esta se ha atrincherado firmemente en la estructura del Estado y del gobierno y tiene a su disposición todas las instituciones y recursos de éstos, su autoridad moral así como sus medios físicos de represión. Dispone de todos los tesoros de la tierra y puede gastar cantidades ilimitadas de dinero para reclutar, pagar y organizar defensores, y para atraerse a la opinión pública. Sus ideas y opiniones penetran toda la sociedad, llenan libros y diarios y dominan la mente incluso de los trabajadores. Aquí reside la principal debilidad de las masas. Contra ella la clase trabajadora tiene por cierto su entidad numérica, pues ya constituye la mayoría de la población en los países capitalistas. Tiene su importante función económica, su posesión directa de las máquinas, su poder de hacerlas andar o detenerlas. Pero esto no servirá de nada mientras la mente de los obreros dependa de las ideas de los dueños y se llenen de ellas, mientras los trabajadores sean individuos separados, egoístas, estrechos de espíritu y en competencia recíproca. El número y la importancia económica por sí sola son como los poderes de un gigante dormido; hay que despertarIos primero y activarlos mediante la lucha práctica. El conocimiento y la unidad deben convertirlos en un poder activo. Mediante la lucha por la existencia, contra la explotación y la miseria, contra el poder de la clase capitalista y del Estado, mediante la lucha por el dominio sobre los medios de producción, los trabajadores deben adquirir la conciencia de su posición, la independencia de pensamiento, el conocimiento de la sociedad, la solidaridad y devoción a su comunidad, la fuerte unidad de clase que les permitirá derrocar al poder capitalista.

No podemos prever qué remolinos de la política mundial los despertará. Pero podemos estar seguros de que no es cuestión de unos pocos años solamente, de una breve lucha revolucionaria. Es un proceso histórico que requiere toda una época de altibajos, de luchas y adormecimiento, pero sin embargo de progreso incesante. Es una transformación intrínseca de la sociedad, no sólo porque se invierten las relaciones de poder de las clases, porque cambian las relaciones de propiedad, porque la producción se reorganiza sobre una nueva base, sino sobre todo -base decisiva de estas tres cosas-, porque la clase trabajadora misma se transforma en su carácter más profundo. Los obreros se transforman de súbditos obedientes en dueños libres y confiados de su propio destino capaces de construir y manejar su nuevo mundo.

Fue el gran socialista humanitario Robert Owen quien nos enseñó que para instaurar una verdadera sociedad socialista debe cambiar el carácter del hombre, y que ese carácter cambia según el ambiente y la educación. Fue el gran comunista científico Karl Marx quien, completando la teoría de su predecesor, nos enseñó que la humanidad misma tiene que cambiar su ambiente y educarse mediante la lucha, la lucha de clase contra la explotación y la opresión. La teoría del socialismo de Estado mediante la reforma es una doctrina mecánica y árida en su creencia de que para una revolución social es suficiente un cambio de las instituciones políticas, de las condiciones externas de la vida, sin la transformación íntima del hombre, por la cuaI esclavos sometidos se vuelven luchadores plenos de orgullo y aliento. El socialismo de Estado fue el programa político de la socialdemocracia, utópico, porque pretendió instaurar un nuevo sistema de producción valiéndose del simple recurso de convertir a la gente a las nuevas opiniones políticas mediante la propaganda. La socialdemocracia no fue capaz de conducir a la clase trabajadora a una real lucha revolucionaria ni estuvo dispuesta a ello. Así, se vino abajo cuando el desarrollo contemporáneo del gran capitalismo transformó al socialismo conquistado mediante las elecciones en una anticuada ilusión.

Sin embargo, las ideas socialistas tienen aún su importancia, aunque ahora de un modo distinto. Están difundidas por toda la sociedad, entre personas de la clase media con sensibilidad social y también entre las masas trabajadoras. Expresan el anhelo de up mundo sin explotación, combinado, en el caso de los trabajadores, con la falta de confianza en su propio poder. Este estado de espíritu no desaparecerá enseguida luego de los primeros éxitos, porque es entonces cuando los trabajadores percibirán la inmensidad de su tarea, los poderes aún formidables del capital, y cómo todas las tradiciones e instituciones del antiguo mundo están obstaculizando el camino. Cuando estén vacilando de esta manera, el socialismo señalará lo que parece ser un camino más fácil, no obstaculizado por tales dificultades insuperables y sacrificios sin término. Justamente entonces, a consecuencia de su éxito, una cantidad de reformadores con sensibilidad social se unirán a sus filas como aliados y amigos capaces, que pondrán su voluntad al servicio de la clase que accede al primer plano y reclamarán, por supuesto, importantes posiciones para actuar y liderar el movimiento según sus ideas. Si los trabajadores les dan los cargos, si instalan o apoyan un gobierno socialista, la poderosa maquinaria existente del Estado estará disponible para el nuevo propósito y se la podrá utilizar para abolir la explotación capitalista y establecer por ley la libertad. ¡Cuánto más atractivo es este modo de acción que la implacable guerra de clases! Sí, por cierto. Con el mismo resultado que se produjo en los movimientos revolucionarios del siglo XIX, cuando las masas que derrotaron al viejo régimen en las calles fueron luego invitadas a marcharse a sus casas, a retornar a su trabajo y confiar en el gobierno provisional de políticos, que se había designado a sí mismo y estaba preparado para tomar en sus manos la situación.

La propaganda de la doctrina socialista tiene tendencia a crear dudas en la mente de los trabajadores, a provocar o robustecer la desconfianza en sus propias capacidades, y a oscurecer la conciencia de su tarea y potencialidades. Esa es hoy la función social del socialismo, y lo será en todo momento de éxito de los trabajadores en las luchas que se avecinan. Se tratará de seducir a los trabajadores con el suave brillo de una nueva y benévola servidumbre para alejados de la dura lucha por la libertad que se vislumbra en el horizonte. Especialmente cuando el capitalismo reciba un grave golpe, todos los que desconfían de la libertad irrestricta de las masas y la temen, todos los que desean preservar la distinción entre señores y siervos, entre clases altas y bajas, se reunirán en torno de esta bandera. Se fraguarán rápidamente las palabras que servirán de apropiado santo y seña: orden y autoridad contra caos, socialismo y organización contra anarquía. En verdad, un sistema económico en que los trabajadores mismos sean dueños y líderes de su trabajo, es idéntico para el pensamiento de la clase media a la anarquía y el caos. Por consiguiente, el único rol que el socialismo puede desempeñar en el futuro será actuar como impedimento en el camino de la lucha de los trabajadores por conquistar la libertad.

En síntesis, el plan socialista de reconstrucción, promovido por reformadores, debe fracasar, primero porque no tienen medios de producir las fuerzas necesarias para vencer el poder del capitalismo. Segundo, porque sólo los trabajadores mismos pueden hacerlo. Exclusivamente mediante su propia lucha lograrán éstos desarrollar la gran fuerza necesaria para tal tarea. Esta es la lucha que el socialismo trata de impedir. Y una vez que los trabajadores hayan derrotado al poder capitalista y conquistado la libertad, ¿por qué deberían abandonar la lucha y someterse a nuevos dueños?

Hay una teoría para explicar por qué tienen que hacerlo, más aún, deben hacerlo: la teoría de la desigualdad real de los hombres. Según esta teoría la naturaleza misma los _hizo diferentes: una minoría capaz, enérgica y dotada de talento surge de una mayoría incapaz, torpe y lenta. Pese a todas las teorías y disposiciones que instituyen la igualdad formal y legal de los hombres, la minoría enérgica y dotada de talento toma la guía y la mayoría incapaz la sigue y obedece.

No es la primera vez que una clase dirigente trata de explicar, y así de perpetuar, su dominio como consecuencia de una diferencia innata entre dos clases de personas, una destinada por naturaleza a mandar y la otra a ser mandada. La aristocracia terrateniente de los siglos pasados defendía su posición privilegiada jactándose de provenir de una raza más noble de conquistadores que había sometido a la raza inferior de la gente común. Los grandes capitalistas explican su lugar dominante afirmando que ellos tienen cerebro y las demás personas no lo tienen. De la misma manera ahora especialmente los intelectuales, que se consideran los gobernantes por derecho del futuro, proclaman su superioridad intelectual. Ellos forman la clase en rápido aumento de funcionarios con formación universitaria y profesionales liberales, especializados en trabajo mental, en estudio de libros y de ciencias, y se consideran como los más dotados de intelecto. Por lo tanto, están destinados a ser líderes de la producción, mientras que la masa no dotada ejecutará el trabajo manual, para el cual no hace falta cerebro. Ellos no son defensores del capitalismo; no el capital, sino el intelecto debe dirigir el trabajo. Esto es tanto más así, puesto que actualmente la sociedad tiene una estructura tan complicada, basada en ciencia abstracta y difícil, que sólo la agudeza intelectual máxima es capaz de abarcarla, captarla y manejarla. Si las masas trabajadoras, por falta de visión, no reconocen esta necesidad de una guía intelectual superior, y tratan torpemente de tomar en sus manos la actividad directiva, el caos y la ruina serán la consecuencia inevitable.

Ahora bien, debemos destacar que el término intelectual no significa aquí poseedor del intelecto. Intelectual designa a una clase con funciones especiales en la vida social y económica, para las cuales se requiere muy particularmente tener formación universitaria. El intelecto, la buena comprensión, se encuentra en personas de todas clases, entre los capitalistas y los artesanos, entre los campesinos y los trabajadores. Lo que tienen los intelectuales no es una inteligencia superior, sino una especial capacidad para manejar abstraciones y fórmulas científicas, a menudo meramente de memorizadas y combinarlas, por lo común con una idea limitada de otros dominios de la vida. En su autocomplacencia aparece un estrecho intelectualismo ignorante de las muchas otras cualidades que desempeñan un importante papel en todas las actividades humanas. Hay en el hombre una rica y variada multitud de disposiciones, diferentes en su carácter y grado: en unos el poder teórico de abstracción, en otros la habilidad práctica, una aguda comprensión, rica fantasía, rapidez de captación, sesuda meditación, paciente perseverancia de propósitos, arrojada espontaneidad, indomable coraje en la acción y la lucha, filantropía ética de alcance universal. Todo esto es necesario en la vida social; a su turno, según las circunstancias, estas cualidades ocupan el lugar preponderante en las exigencias de la práctica y el trabajo. Sería tonto distinguir a algunas de ellas como superiores y a otras como inferiores. Su diferencia implica la predilección y calificación de las personas para los más variados tipos de actividad. Entre ellas la capacidad para los estudios abstractos o científicos, degenerada a menudo bajo el capitalismo en una formación limitada, toma su importante lugar en la atención y dirección de los procesos técnicos; pero sólo como una entre muchas otras capacidades. Por cierto, no hay motivo alguno para que estas personas miren desde arriba a las masas no intelectuales. ¿No habló el historiador Trevalyan, al tratar hechos de hace alrededor de tres siglos, de la riqueza de imaginación, la profundidad de emoción, el vigor y la variedad de intelecto que se podían encontrar entre los pobres ... una vez que despertaban al uso de su mente?

Por supuesto, algunas personas están más dotadas que otras de estas cualidades; hombres y mujeres de talento o genio sobresalen entre sus congéneres. Probablemente sean aún más numerosos de lo que parecen ahora: bajo el capitalismo, pues éste descuida, explota y abusa de las cualidades humanas. La humanidal libré empleará el talento de esos hombres para el mejor uso; y a ellos la conciencia dc promover con sus mejores fuerzas la causa común les dará una mayor satisfacción que cualquier privilegio material que pueda obtenerse en un mundo de explotación.

Consideremos la pretensión de la clase intelectual, el predominio del trabajo espiritual sobre el trabajo manual. ¿No debe la mente dominar al cuerpo, a las actividades corporales? Sin duda alguna. La mente humana es el producto más excelso de la naturaleza; sus capacidades intelectuales elevan al hombre por encima de los animales. La mente es el capital más valioso del hombre; lo hace señor del universo. Lo que distingue el trabajo humano de las actividades de los animales es este dominio mismo de la mente, el pensar exhaustivamente los problemas, el meditar y planear antes de realizar. Este predominio de la teoría, de los poderes de la mente sobre el trabajo práctico, se vuelve cada vez más fuerte, a raíz de la creciente complicación de los procesos productivos y de su dependencia cada vez mayor respecto de la ciencia.

Esto no significa, sin embargo, que los trabajadores espirituales deban predominar sobre los trabajadores manuales. La contradicción entre trabajo espiritual y manual no se funda en la naturaleza, sino en la sociedad; es una distinción artificial nacida del sistema de clases. Todo trabajo. aun el más simple, es tanto espiritual como manual. Para todos los tipos de trabajo, hasta que se vuelvan automáticos por la repetición, es necesario el pensamiento; esta combinación de pensamiento y acción constituye el encanto de toda actividad humana. También bajo la división natural del trabajo, como consecuencia de diferencias de predilección y capacidad, subsiste este encanto. El capitalismo, sin embargo, ha viciado estas condiciones naturales. Para aumentar la ganancia exageró la división del trabajo hasta llegar al extremo de la especialización unilateral. Hace tres siglos, a comienzos del sistema manufacturero, ya la incesante repetición de manipulaciones limitadas que eran siempre las mismas transformó el trabajo en una rutina monótona en la cual, a raíz de la indebida ejercitación de algunos miembros y facultades a costa de otros, se estropeó el cuerpo y la mente. De la misma manera, el capitalismo actual, para aumentar la productividad y la ganancia, ha separado la parte mental y la manual del trabajo e hizo de cada una de ellas el objeto de una formación especializada, a costa de las otras capacidades. Transformó los dos aspectos que juntos constituyen el trabajo natural, en tarea exclusiva de ocupaciones separadas y clases sociales diferentes. Los obreros manuales, fatigados por largas horas de trabajo, carentes de estímulo en ambientes sucios, no son capaces de desarrollar las capacidades de su mente. Los intelectuales, por otra parte, a raíz de su formación teórica, alejados del trabajo práctico y de la actividad natural del cuerpo, deben recurrir a sustitutos artificiosos. En ambos grupos se ha mutilado la plena dotación humana. Una de estas clases, suponiendo que esta degeneración capitalista es la naturaleza humana permanente, proclama ahora su superioridad y predominio sobre la otra.

Pero la pretensión de la clase intelectual, de ejercer el liderazgo espiritual y por ende social, se apoya además en otra línea de argumentación. Algunos eruditos han señalado que todo el progreso de la humanidad se debe a unos pocos genios. Fue este limitado número de descubridores, de inventores, de pensadores, el que construyó la ciencia, el que mejoró la técnica, el que concibió nuevas ideas y abrió nuevos caminos por los cuales luego las masas de sus congéneres los siguieron e imitaron. Toda la civilización está fundada en este pequeño número de cerebros eminentes. Así, el futuro de la humanidad, el posterior progreso de la cultura, depende de la crianza y selección de tales personas superiores, y correría peligro si se realizara un nivelamiento general.

Supongamos que esta afirmación fuera verdadera. Se podrá replicar, con apropiada ironía, que el resultado de estos cerebros superiores, este lamentable mundo nuestro, está en verdad de acuerdo con una base tan estrecha, y no es ningún motivo de orgullo. Si esos grandes precursores pudieran ver lo que se ha hecho con sus descubrimientos, no se sentirían muy orgullosos. Si no fuéramos capaces de hacer algo mejor, deberíamos desesperar de la humanidad.

Pero aquella afirmación no es cierta. Cualquiera que estudie detenidamente algunos de los grandes descubrimientos de la ciencia, la técnica o cualquier otra actividad, se sorprenderá por la gran cantidad de nombres vinculados con él. Sin embargo, en textos históricos posteriores abreviados y de difusión, fuente de tantas concepciones erróneas y superficiales, sólo se preservan y exaltan unos pocos nombres prominentes, como si tuvieran todo el crédito. De modo que estas personas habrían nacido con cualidades excepcionales de genialidad. En realidad, todo gran progreso ha procedido de un ambiente social que en cierto modo estaba preñado de él, donde por todas partes surgían las nuevas ideas, las sugerencias, las perspectivas penetrantes. Ninguno de los grandes hombres exaltados por la historia debido a los avances decisivos y sobresalientes que aportaron, podría haberlo hecho si no fuera por la obra de una gran cantidad de precursores en cuyos logros se basó. Y además, estos pensadores de gran talento, elogiados en siglos posteriores cómo autores del progreso del mundo, no fueron de ninguna manera los líderes espirituales de su tiempo. A menudo los desconocieron sus contemporáneos, y esos hombres trabajaron silenciosamente en el retiro: en su mayor parte pertenecían a la clase sometida y a veces incluso fueron perseguidos por los gobernantes. Sus equivalentes actuales no son esos ruidosos individuos que proclaman sus derechos al liderazgo intelectual, sino una vez más trabajadores silenciosos, casi desconocidos, burlados quizás o perseguidos. Sólo en una sociedad de libres productores, que sean capaces de apreciar la importancia de los logros espirituales y estén ansiosos de aplicarlos para el bienestar de todos, el genio creador será reconocido y estimado en su pleno valor por sus contemporáneos.

¿Por qué ocurre que toda una vida dedicada al trabajo por esos hombres de genio en el pasado no resultó nada mejor que el capitalismo actual? Lo que ellos lograron hacer fue establecer los fundamentos científicos y técnicos de una elevada productividad del trabajo. Por causas que estaban más allá de ellos, esto se transformó en la fuente de inmenso poder y riquezas para la minoría gobernante, que logró monopolizar los frutos de este progreso. Sin embargo, no puede instaurarse una sociedad de libertad y abundancia para todos valiéndose de la superioridad en algún aspecto de unos pocos individuos eminentes. Ello no depende del cerebro de unos pocos, sino del carácter de la mayoría. En la medida en que depende de la ciencia y de la técnica crear abundancia, éstos son ya suficientes. Lo que falta son las fuerzas sociales que vinculen a las masas de trabajadores en una sólida unidad de organización. La base de la nueva sociedad no consiste en qué conocimiento pueden adoptar y qué técnicas pueden imitar de otros, sino en qué sentimiento comunitario y qué actividad organizada pueden promover en sí mismos. Este nuevo carácter no lo pueden infundir otros, no puede proceder de la obediencia a ningún amo. Sólo puede brotar de la acción independiente, de la lucha por la libertad, de la rebelión contra los amos. Todo el genio de los individuos superiores no sirve de nada en este caso.

El gran paso decisivo en el progreso de la humanidad, la transformación de la sociedad que está ahora en ciernes, consiste esencialmente en una transformación de las masas trabajadoras. Sólo se la puede realizar mediante la acción, mediante la rebelión, por el esfuerzo de las masas mismas. Su naturaleza esencial es la autoliberación de la humanidad. Desde este punto de vista está claro que ningún liderazgo de una élite intelectual puede resultar útil en este caso. Cualquier intento de imponerlo sólo podría ser dañino al retardar, como lo hace, el necesario progreso, y, por ende, actuar como una fuerza reaccionaria. Las objeciones provenientes de los intelectuales, basadas en la actual inadecuación de la clase trabajadora, encontrarán en la práctica su refutación cuando las condiciones mundiales obliguen a las masas a asumir la lucha por la revolución mundial.