lunes, 26 de enero de 2009

Carta de la Red Internacional de Judíos Antisionistas


Somos una red internacional de judíos incondicionalmente comprometidos con las luchas de emancipación humana, de las cuales la liberación de los habitantes de Palestina y de su tierra es una parte primordial. Nuestro compromiso es el desmantelamiento del apartheid israelí, el retorno de los refugiados palestinos, y el fin de la colonización israelí de la Palestina histórica.

Desde Polonia hasta Iraq, desde Argentina hasta Sudáfrica, desde Brooklyn hasta Mississippi, judíos fueron parte en la búsqueda de justicia, manifestando su deseo por un mundo más justo, participando con otros en luchas colectivas. Judíos participaron prominentemente en la lucha de los trabajadores durante la depresión americana, en el movimiento de los derechos civiles, en la lucha en contra del apartheid sudafricano, en la lucha contra el fascismo en Europa y en muchos otros movimientos por el cambio social y político. La histórica y progresiva limpieza étnica de la población palestina de sus tierras por parte del Estado de Israel contradice y traiciona esta larga historia de participación judía en luchas de liberación colectivas.

El sionismo - la ideología fundadora que se manifiesta actualmente en el Estado de Israel - echó raíces en la era del colonialismo europeo y se diseminó a continuación del genocidio Nazi. El sionismo se nutrió de los más violentos y opresivos hechos del siglo diecinueve, limando los numerosos esfuerzos de una militancia de judíos en las luchas de liberación. Honrando estas luchas y para retomar un lugar en los vibrantes movimientos populares de nuestro tiempo, el sionismo, en todas sus formas, debe ser abandonado.

Esto es crucial, primero que nada, por su impacto en los habitantes de Palestina y el resto de la región. El sionismo también deshonra la persecución y el genocidio de los judíos europeos al usar su memoria para justificar y perpetuar el racismo y colonialismo europeos. El sionismo es responsable por el extenso desplazamiento y alienación de los judíos mizrahi (judíos de ascendencia africana y asiática) de sus diversas historias, idiomas, tradiciones y culturas. Los judíos mizrahi tienen una historia en esta región de más de 2.000 años. Mientras el sionismo se arraigaba, estas historias fueron interrumpidas de su propio devenir en pos de la segregación de los judíos impuesta por el Estado de Israel.

Como tal, el sionismo nos implica en la opresión del pueblo palestino y en la denigración de nuestras propias tradiciones, luchas por la justicia y alianzas con nuestro prójimo.

Nos comprometemos a: Oponernos al sionismo y al Estado de Israel

El sionismo es racista. Demanda poder político, económico y legal para las personas y culturas judías y europeas por encima de los pueblos y las culturas autóctonas. El sionismo no solo es racista sino antisemita. Respalda la imaginería antisemita europea y sexista del "judío diaspórico" afeminado y débil y contrapone a éste un "judío nuevo" violento y militarizado, que es un perpetrador y no una víctima de la violencia racializada.

El sionismo por lo tanto busca convertir a los judíos en blancos, a través de la adopción del racismo blanco en contra del pueblo palestino. A pesar de la necesidad de Israel de integrar a los mizrahi para mantener una mayoría judía, este racismo también se manifiesta en la marginación y la explotación económica de la población mizrahi socialmente pobre. Esta violencia racializada también incluye la explotación de los trabajadores migratorios.

Los sionistas diseminan el mito de que Israel es una democracia. En realidad, el Estado de Israel ha establecido e implementado prácticas y políticas internas de discriminación contra los judíos de ascendencia mizrahi y excluye y restringe a los palestinos. Además, el Estado de Israel, en colaboración con los Estados Unidos, socava cualquier movimiento árabe por la liberación y el cambio social.

El sionismo perpetúa el excepcionalismo judío. Para defender sus crímenes, el sionismo cuenta una versión de la historia judía que está desconectada de la historia y las experiencias de otras personas. Promueve la narrativa del holocausto nazi como excepcional en la historia de la humanidad - a pesar de ser uno de muchos holocaustos, desde los aborígenes estadounidenses hasta Armenia y Ruanda. El sionismo separa a los judíos de las víctimas y los sobrevivientes de otros genocidios en lugar de unirnos a ellos.

A través de una islamofobia compartida y un deseo de controlar a Medio Oriente y Asia occidental, el Estado de Israel hace causa común con los cristianos fundamentalistas y otros que llaman a la destrucción de los judíos. Juntos, llaman a la persecución de musulmanes. Esta promoción conjunta de islamofobia sirve para demonizar a la resistencia contra la dominación económica y militar de occidente. Continúa una larga historia de colusión con regímenes represivos y violentos, desde Alemania nazi hasta el régimen de apartheid de Sudáfrica y las dictaduras reaccionarias a lo largo de Latinoamérica.

El sionismo sostiene que la seguridad judía depende de un estado judío altamente militarizado. Pero el Estado de Israel no contribuye a que los judíos estén seguros. Su violencia garantiza inestabilidad y miedo para los que están dentro de su esfera de influencia y pone en peligro la seguridad de todas las personas, incluyendo a los judíos, mucho más allá de sus fronteras. El sionismo voluntariamente coludió para crear las condiciones que llevaron a la violencia en contra de los judíos en los países árabes. El odio que la violencia y dominación militar israelíes generan hacia los judíos que viven en Israel y en otros lugares es usado para justificar más violencia sionista.

Nos comprometemos a: Rechazar el legado colonial y su expansión progresiva

En el momento en que el movimiento sionista decidió construir un Estado judío en Palestina, se convirtió en un movimiento de conquista. Al igual que las conquistas imperiales y las ideologías genocidas de las Américas o de África, el sionismo conlleva la segregación entre las personas, la confiscación de la tierra, la limpieza étnica y la implacable violencia militar.

Los sionistas trabajaron de común acuerdo con la administración colonial británica en contra de los habitantes originarios de la región y sus legítimas esperanzas de libertad y autodeterminación. El imaginario sionista de una Palestina "vacía" y desolada justificó la destrucción de la vida palestina tal como anteriormente ese racismo justificó la exterminación de los autóctonos estadounidenses, el tráfico transatlántico de esclavos y muchas otras atrocidades.
Desde la progresiva expansión de las colonias hasta la construcción del Muro del Apartheid israelí, el compromiso con la dominación colonial del Estado de Israel imprime su marca de destrucción ambiental y del paisaje físico de Palestina. Ante la falla de sus políticas para acabar con la resistencia palestina el Estado de Israel ataca con más y más violencia con políticas que, cuando son llevadas a su máxima expresión, apuntan al genocidio. En Gaza, el estado israelí impide el acceso a la comida, al agua, electricidad, ayuda humanitaria y suministros médicos como un arma dirigida a las bases mismas de la vida humana.

El Estado de Israel, que una vez fue vehículo para el ataque británico y francés contra la unidad y la independencia árabes, actualmente es un socio menor en la estrategia de los Estados Unidos y sus aliados por el control militar, económico y político, de dominación, específicamente de la región estratégica de Medio Oriente / Sudoeste Asiático. El peligro de una guerra nuclear a través de un ataque estadounidense/israelí contra Irán nos recuerda que el estado de Israel es una bomba atómica que debe ser desmantelada urgentemente para salvar las vidas de todas sus víctimas actuales y potenciales.

Nos comprometemos a: Desafiar a las organizaciones sionistas

Más allá de concretar la creación del Estado de Israel, el sionismo determinó su política internacional de antagonismo y dominación militar hacia sus vecinos y estableció una sofisticada red global de organizaciones, grupos de presión política, empresas de relaciones públicas, clubes en universidades y escuelas para perpetuar las ideas sionistas en las comunidades judías y el público en general.

Miles de millones de dólares americanos fluyen anualmente hacia el Estado de Israel para sostener la ocupación y su ejército sofisticado y brutal. La máquina de guerra que financian lidera la industria global de armas, mengua los recursos ansiados por un mundo que desesperadamente necesita agua, comida, asistencia médica, vivienda y educación. Europa, Canadá y las Naciones Unidas, mientras tanto, apoyan la infraestructura de ocupación bajo el disfraz de ayuda humanitaria para la población palestina. Juntos, los EEUU y sus aliados, cooperan para hacer más profunda la dominación de la región y acabar con los movimientos populares.

Una red internacional de instituciones y organizaciones sionistas apoya los asentamientos judíos militares y militantes con fondos directos. Estas organizaciones también proporcionan el apoyo político necesario para legitimar y promover políticas y programas de ayuda. En cada país, estas organizaciones censuran las críticas a Israel y tienen en la mira a personas y organizaciones a través de listas negras, violencia, vandalismo, encarcelamiento, deportación, despidos y otras privaciones económicas.

Estas organizaciones facilitan la difusión de la islamofobia. Tocan los tambores de guerra en el exterior mientras presionan por una legislación represiva en sus países. En Estados Unidos y Canadá, las organizaciones sionistas ayudaron a promover la legislación "anti-terrorista" convirtiendo todo esfuerzo organizado para apoyar al boicot, retiro de inversiones y sanciones contra el Estado de Israel, o para apoyar organizaciones palestinas, iraníes, iraquíes, libanesas y musulmanas, en sujetos a perseguir acusándolos de ayudar al terrorismo y cometer traición. Tanto en Europa como en EEUU, organizaciones supuestamente "judías" son las primeras en ejercer presión para entrar en guerra con Irán.

Están apareciendo fisuras en el edificio del sionismo así como en la dominación mundial misma de los Estados Unidos. En la región, la resistencia extraordinaria por parte de Palestina y Sur de Líbano en contra de la agresión y ocupación israelí y estadounidense sigue en pie, a pesar de los recursos limitados y muchas traiciones. El movimiento de solidaridad con el pueblo de Palestina y la confrontación con la política de los Estados Unidos e Israel está cobrando ímpetu en el mundo. En Israel, este ímpetu lo vemos en el disentimiento creciente, que favorece las condiciones para retomar dos legados de los años '60: Matzpen, una organización israelí palestina y antisionista judía y el Partido Mizrahi Panteras Negras. Podemos agregar un creciente rechazo por parte de los jóvenes a participar en la conscripción obligatoria del ejército.

Dentro de los gobiernos y las discusiones públicas en los Estados Unidos y Europa, el costo del apoyo incondicional hacia el estado de Israel está siendo cuestionado cada vez más. Israel y EEUU buscan nuevos aliados en el sur global para que se unan a sus conquistas económicas y militares. La relación creciente entre Israel y la India es un ejemplo sombrío de esto. Al compartir un interés en el control político y la ganancia de capital para unos pocos a expensas de muchos, la elite en India y las de Asia Occidental y Medio Oriente, se hallan en connivencia con la economía y la agenda militar occidental en la región.

La propaganda de la guerra global occidental contra el terror repercute en la islamofobia y es requerida y promovida por la elite india; Aprovecha esta oportunidad para reprimir severamente la disensión en regímenes de Medio Oriente así como Asia del sur y Asia occidental. No obstante, surgen levantamientos populares basados en las ricas historias de lucha anticolonial desafiando, y en última instancia, derrocando esta alianza.

Junto con nuestros aliados, intentamos contribuir a ampliar esas fisuras, hasta que el muro caiga y el Estado de Israel sea aislado como lo fue Sudáfrica durante el apartheid. Prometemos emprender la batalla en contra de estas organizaciones que pretenden hablar por nosotros y derrotarlas.

Nos comprometemos a: Extender nuestra solidaridad y nuestro trabajo por la justicia

Comprometemos nuestros corazones, nuestras mentes y nuestras energías políticas para apoyar al movimiento vibrante y diverso de resistencia del pueblo palestino y a enfrentar las injusticias de las cuales los países donde vivimos son responsables.

Apoyamos inequívocamente el derecho de retorno palestino. Llamamos al desmantelamiento de la ley israelí racista del retorno que privilegia los derechos de cualquier persona que el Estado de Israel estima como "judía" para establecerse en Palestina, mientras que excluye a los palestinos y los convierte en refugiados.

Respondemos sin reservas al llamado de Palestina al boicot, retiro de inversiones y sanciones contra el Estado de Israel.

Apoyamos la exigencia de la liberación de los presos políticos palestinos y de acabar con los encarcelamientos de líderes políticos, mujeres, niños y adultos palestinos como método de control y terror.

No es nuestra tarea prescribir el camino que el pueblo palestino debe tomar para definir su futuro. No pretendemos sustituir nuestras voces por las de ellos. Nuestras estrategias y acciones surgirán de nuestras relaciones activas con quienes están involucrados en la gama de luchas de liberación dentro de Palestina y en el resto de la región. Apoyaremos su lucha por sobrevivir, mantenerse firme y avanzar en su movimiento lo mejor que puedan, en sus propios términos.

Somos copartícipes de los vibrantes movimientos populares de resistencia de nuestro tiempo que defienden y enaltecen las vidas de todas las personas y la del planeta mismo. Somos copartícipes de los movimientos que lideran los más afectados por la conquista del imperio, la ocupación, el racismo, el control y la explotación global de personas y recursos. Defendemos la protección del mundo natural. Defendemos los derechos de los pueblos autóctonos a sus tierras y a su soberanía.

Defendemos los derechos de los inmigrantes y refugiados a la libre circulación y seguridad a través de las fronteras. Defendemos los derechos de los trabajadores - incluyendo a los trabajadores inmigrantes introducidos en Israel para reemplazar tanto la mano de obra palestina como la mizrahi - a la justicia económica y a la auto-determinación. Defendemos los derechos a la justicia racial y a la expresión cultural. Defendemos los derechos de las mujeres y los niños y de todos los grupos explotados a ser libres de subyugación. Y defendemos los derechos universales al agua, a la alimentación, la vivienda, la educación, los servicios de salud y a vivir sin violencia - la única base sobre la cual la sociedad humana puede sobrevivir y florecer.

Nos comprometemos a apoyar la justicia para curar las heridas ocasionadas por la imposición y el funcionamiento de la dominación colonial en Palestina y en el resto de la región; los traumas de la opresión europea de judíos que el proyecto sionista está explotando; los miedos y privaciones sufridas a través de años de derramamiento de sangre; las manipulaciones de la cultura y los recursos usados para explotar a los judíos mizrahi y para separarlos de los palestinos; y la progresiva masacre, violación y despojo del pueblo palestino.

La justicia por la que trabajamos debe ser construida por todos a lo largo de Palestina, incluyendo Israel y por los refugiados palestinos, cuya lucha por su autodeterminación puede llevar a la igualdad y la libertad de todos los que viven allí y en las tierras circundantes.

Te llamamos para que te unas a nosotros

Estas promesas requieren la construcción de un movimiento judío internacional unido que desafíe al sionismo y su pretensión de hablar en nombre de todos nosotros. Ante un adversario internacional, no es suficiente trabajar localmente, o incluso nacionalmente. Debemos encontrar formas para trabajar juntos a través de fronteras, distancias, sectores e idiomas. Existe la posibilidad para muchas iniciativas y organizaciones, establecidas y nuevas, para trabajar independientemente y conjuntamente, en apoyo y colaboración mutuas.

¿Estás en contra del racismo en todas sus formas?
Entonces te llamamos para que te unas a nosotros para acabar con el apartheid israelí.

¿Apoyas la soberanía y los derechos a sus tierras de los pueblos autóctonos?
Entonces te llamamos para que te unas a nosotros en la defensa de la soberanía y los derechos de los palestinos a sus tierras.

¿Crees que todas nuestras vidas dependen de la sustentabilidad económica y ambiental? ¿Te enfurece el robo y la destrucción de los recursos del planeta?
Entonces te llamamos para que te unas a nosotros para detener la destrucción de la agricultura y la tierra palestina, su robo y el del agua y la destrucción de sus aldeas y plantaciones.

¿Buscas terminar con las guerras infinitas por el petróleo y la dominación de los Estados Unidos y sus aliados? ¿Quieres terminar con las culturas militarizadas, la conscripción de nuestros jóvenes y el saqueo de recursos para financiar ejércitos en lugar de las necesidades de la vida?
Entonces te llamamos para que te unas a nosotros para desmantelar una pieza decisiva de la maquinaria de guerra global.

¿Deseas desvincularte de la limpieza étnica de Palestina por parte del Estado de Israel y de la destrucción de la historia, la cultura y su autogobierno? ¿Crees que no hay paz sin justicia? ¿Te enfurece y te entristece que el holocausto judío esté siendo usado para perpetrar otras atrocidades?
Entonces te llamamos para que te unas a nosotros para terminar con el colonialismo sionista.

Para que todas las personas del planeta vivan con seguridad, justicia y paz, el proyecto colonial Israelí debe llegar a su fin. Nosotros jubilosamente asumimos esta tarea colectiva de socavar un sistema de conquista y saqueo que ha atormentado a nuestro mundo desde hace demasiado tiempo.

viernes, 23 de enero de 2009

Karl Liebnecht: Huelga de Masas

Publicamos a continuación dos breves textos de Karl Liebnecht sobre la Huelga Política de Masas, digitalizados por los compañeros de Roj@s.

Son: "En favor de la Huelga Política de Masas" (1904) y "La Huelga de masas: ¡El método de lucha específicamente proletario!" (1905)

Están en formato pdf, pudiendo verse en el siguiente enlace:

lunes, 19 de enero de 2009

Eduardo Galeano: Operación Plomo Impune

Este artículo está dedicado a mis amigos judíos asesinados por las dictaduras latinoamericanas que Israel asesoró

Para justificarse, el terrorismo de estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.

Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.

Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelita usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina.

Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.

Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa.

No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.

Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros.

¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?

El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quien mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica.

Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí.

Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.

La llamada comunidad internacional, ¿existe?

¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?

Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.

Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.

La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima, mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.

Il Manifesto, 15 enero, y Brecha, 16 enero, 2009

La invasión israelí de Gaza y los yacimientos marinos de gas

Publicamos un texto de Michel Chossudovsky aparecido muy recientemente en Global Research. El análisis de la perspectiva económica del conflicto abre nuevas vías para su interpretación, a menudo soslayadas por los mass media oficiales.

El autor se hace una serie de preguntas que también deberíamos hacernos todos:
¿Qué podemos esperar a raíz de la invasión?
¿Cuál es la intención de Israel con respecto a las reservas de gas natural de Palestina?
¿Un nuevo acuerdo territorial, con la presencia de israelíes y / o "el mantenimiento de la “Tropas de paz"?
¿La militarización de toda la costa de Gaza, que es estrategia para Israel?
¿La pura y simple confiscación de campos de gas palestinos y la declaración unilateral de la soberanía israelí sobre Gaza y sus zonas marítimas?

Para ver el texto completo, incluidos tres interesantes mapas, pulsa el siguiente enlace:















martes, 13 de enero de 2009

Los triunfos de la autogestión (II)

(Extracto del ensayo "El anarquismo", de Daniel Guerin)

Bajar el texto completo en pdf

Las comunas se unían en federaciones cantonales, a su vez coronadas por federaciones regionales. En principio, todas las tierras de una federación cantonal formaban un solo territorio sin deslindes. La solidaridad entre aldeas fue llevada a su punto máximo. Se crearon cajas de compensación que permitían prestar ayuda a las colectividades menos favorecidas. Los instrumentos de trabajo, las materias primas y la mano de obra excedente estaban a disposición de las comunidades necesitadas.

La socialización rural varió en importancia según las provincias. En Cataluña, comarca de pequeña y mediana propiedad, donde el campesinado tiene profundas tradiciones individualistas, se limitó a unas pocas colectividades piloto. En Aragón, por el contrario, se socializaron más de las tres cuartas partes de las tierras. La iniciativa creadora de los trabajadores agrícolas se vio estimulada por el paso de la columna Durruti, milicia libertaria en camino hacia el frente norte para combatir a los fascistas, y la subsiguiente creación de un poder revolucionario surgido de la base, único en su género dentro de la España republicana. Se constituyeron cerca de 450 colectividades, que agrupaban a unos 500.000 miembros. En la región de Levante (cinco provincias; capital, Valencia), la más rica de España, se formaron alrededor de 900 colectividades, que englobaban el 43% de las localidades, el 50% de la producción de cítricos y el 70% de su comercialización. En Castilla se crearon aproximadamente 300 colectividades, integradas por 100.000 adherentes, en números redondos. La socialización se extendió hasta Extremadura y parte de Andalucía. En Asturias manifestó ciertas veleidades, pronto reprimidas.

Cabe señalar que este socialismo de base no fue, como creen algunos, obra exclusiva de los anarcosindicalistas. Según testimonio de Gaston Leval, muchos de los que practicaban la autogestión eran “libertarios sin saberlo”. En las provincias nombradas en último término, la iniciativa de emprender la colectivización fue de los campesinos socialistas, católicos e incluso, como en el caso de Asturias, comunistas.

Allí donde la autogestión agrícola no fue saboteada por sus adversarios o trabada por la guerra, se impuso con éxito innegable. Los triunfos logrados se debieron en parte al estado de atraso de la agricultura española. En efecto, era fácil superar las más elevadas cifras de producción de las grandes haciendas, pues siempre habían sido lamentables. La mitad del territorio peninsular había pertenecido a unos 10.000 señores feudales, quienes prefirieron mantener buena parte de sus tierras como eriales antes que permitir la formación de una capa de colonos independientes o acordar salarios decentes a sus jornaleros, lo cual hubiera puesto en peligro su posición de amos medievales. De esta manera se demoró el debido aprovechamiento de las riquezas naturales del suelo español.

Se formaron extensos predios reuniendo distintas parcelas y se practicó el cultivo en grandes superficies, siguiendo un plan general dirigido por agrónomos. A merced a los estudios de los técnicos agrícolas, se logró incrementar entre un 30 y un 50% el rendimiento de la tierra. Aumentaron las áreas sembradas, se perfeccionaron los métodos de trabajo y se utilizó más racionalmente la energía humana, animal y mecánica.

Se diversificaron los cultivos, se iniciaron obras de irrigación y de reforestación parcial, se construyeron viveros y porquerizas, se crearon escuelas técnicas rurales y granjas piloto, se seleccionó el ganado y se fomentó su reproducción; finalmente, se pusieron en marcha industrias auxiliares, la socialización demostró su superioridad tanto sobre el sistema de la gran propiedad absentista, en el que se dejaba inculta parte del suelo, como sobre el de la pequeña propiedad, en el cual se laboraba la tierra según técnicas rudimentarias, con semillas de mala calidad y sin fertilizantes.

Se esbozó, al menos, una planificación agrícola basada en las estadísticas de producción y de consumo que entregaban las colectividades a sus respectivos comités cantonales, los cuales, a su vez, las comunicaban al comité regional, que cumplía la tarea de controlar la cantidad y calidad de la producción de cada región. Los distintos comités regionales se encargaban del comercio interregional: reunían los productos destinados a la venta y con ellos realizaban las compras necesarias para toda la comarca de su jurisdicción.

Donde mejor demostró el anarcosindicalismo sus posibilidades de organizar e integrar la actividad agrícola fue en Levante. La exportación de los cítricos exigía técnicas comerciales modernas y metódicas que, pese a ciertos conflictos, a veces serios, con los productores ricos, pudieron ponerse en práctica con brillantes resultados.

El desarrollo cultural fue a la par del material. Se inició la alfabetización de los adultos; en las aldeas, las federaciones regionales fijaron un programa de conferencias, funciones cinematográficas y representaciones teatrales.

Tan buenos resultados no se debieron únicamente a la poderosa organización del sindicalismo sino también, en gran parte, a la inteligencia y a la iniciativa del pueblo. Aunque analfabetos en su mayoría, los campesinos dieron pruebas de tener una elevada conciencia socialista, un gran sentido práctico y un espíritu de solidaridad y de sacrificio que despertaban la admiración de los observadores extranjeros. Después de visitar la colectividad de Segorbe, el laborista independiente Fenner Brockway, hoy lord Brockway, se expresó de esta guisa: “El estado de ánimo de los campesinos, su entusiasmo, el espíritu con que cumplen su parte en el esfuerzo común, el orgullo que ello les infunde, todo es admirable”.

También en la industria demostró la autogestión cuánto podía hacer. Esto se vio especialmente en Cataluña, la región más industrializada de España. Espontáneamente, los obreros cuyos patrones había huido, pusieron las fábricas en marcha. Durante más de cuatro meses, las empresas de Barcelona, sobre las cuales ondeaba la bandera roja y negra de la CNT, fueron administradas por los trabajadores agrupados en comités revolucionarlos, sin ayuda o interferencia del Estado, a veces hasta sin contar con una dirección experta. Con todo, la mayor suerte del proletariado fue tener a los técnicos de su parte. Contrariamente a lo ocurrido en Rusia en 1917-1918 y en Italia en 1920, durante la breve experiencia de la ocupación de las fábricas, los ingenieros no se negaron a prestar su concurso en el nuevo ensayo de socialización; desde el primer día, colaboraron estrechamente con los trabajadores.

En octubre de 1936, se reunió en Barcelona un congreso sindical en el que estaban representados 600.000 obreros, y cuya finalidad era estudiar la socialización de la industria. La iniciativa obrera fue institucionalizada por un decreto del gobierno catalán, fechado el 24 de octubre de 1936, el cual, a la par que ratificaba el hecho consumado, introducía un control gubernamental en la autogestión. Se crearon dos sectores, uno socializado y otro privado. Fueron objeto de socialización las fábricas que empleaban a más de cien personas (las que daban trabajo a un número de cincuenta a cien obreros podían socializarse a requerimiento de las tres cuartas partes de éstos), las empresas cuyos propietarios habían sido declarados “facciosos” por un tribunal popular o las habían cerrado y, por último, los establecimientos que eran tan esenciales para la economía nacional que no podían dejarse en manos de particulares (en rigor de verdad, se socializaron muchas firmas que estaban endeudadas).

Cada fábrica autoadministrada estaba dirigida por un comité de administración compuesto de quince miembros que representaban a las diversas secciones y eran elegidos por los trabajadores reunidos en asamblea general; el mandato de la comisión duraba dos años y anualmente se renovaba la mitad de sus miembros. El comité designaba un director, en el cual delegaba total o parcialmente sus poderes. En el caso de las empresas muy importantes, el nombramiento de director requería la aprobación del correspondiente organismo tutelar. Además, cada comité de administración estaba controlado por un representante del gobierno. Ya no era una autogestión en el verdadero sentido de la palabra, sino más bien una cogestión en estrecha asociación con el Estado.

El comité de administración podía ser destituido, ya por la asamblea general, ya por el consejo general de la rama industrial de que se tratara (compuesto de cuatro representantes de los comités de administración, ocho de los sindicatos obreros y cuatro técnicos nombrados por el organismo tutelar). Este consejo general planificaba el trabajo y fijaba la repartición de los beneficios: sus decisiones tenían valor ejecutivo. En las fábricas socializadas, subsistía de modo integral el régimen de salarios. Cada trabajador recibía una suma fija como retribución por su labor. No se repartían los beneficios segun el escalafón de la empresa. Tras la socialización, los sueldos no variaron casi y los aumentos fueron menores que los otorgados por el sector privado.

El decreto del 24 de octubre de 1936 constituyó una avenencia entre la aspiración a la gestión autónoma y la tendencia a la tutela estatal, al mismo tiempo que una transacción entre capitalismo y socialismo. Fue redactado por un ministro libertario y ratificado por la CNT porque los dirigentes anarquistas participaban en el gobierno. ¿Cómo podía disgustarles la injerencia del Estado en la autogestión si ellos mismos tenían las riendas del gobierno? Una vez metido en el redil, el lobo termina por convertirse en amo de las ovejas.

La práctica mostró que, pese a los considerables poderes con que se había investido a los consejos generales de ramas industriales, se corría el peligro de que la autogestión obrera condujera a un particularismo egoísta, a una suerte de “cooperativismo burgués”, como señala Peirats, debido al hecho de que cada unidad de producción se preocupaba exclusivamente de sus propios intereses. Unas colectividades eran ricas y otras, pobres. Las primeras estaban en condiciones de pagar salarios relativamente altos, en tanto que las segundas ni siquiera alcanzaban a reunir lo suficiente para mantener el nivel salarial prerrevolucionario.

Las colectividades prósperas tenían abundante materia prima; las otras, en cambio, carecían de ella, y así en todos los órdenes. Este desequilibrio se remedió bastante pronto con la creación de una caja central de igualación, por cuyo intermedio se distribuían equitativamente los recursos. En diciembre de 1936, se realizó en Valencia un congreso sindical que decidió ocupars de coordinar los distintos sectores de producción encuadrándolos dentro de un plan general y orgánico, tendiente a evitar la competencia perjudicial y los esfuerzos desorganizados.

A partir de ese momento, los sindicatos se dedicaron a reorganizar sistemática y totalmente diversas ramas fabriles; clausuraron cientos de pequeñas empresas y concentraron la producción en las mejor equipadas. Veamos un ejemplo: en Cataluña, de más de 70 fundiciones, se dejaron 24; las curtidurías fueron reducidas de 71 a 40, y las cristalerías, de 100 a 30. Pero la centralización industrial bajo control sindical no pudo concretarse con la rapidez y plenitud que hubieran deseado los planificadores anarcosindicalistas. ¿Por qué? Porque los estalinistas y los reformistas se oponían a la confiscación de los bienes de la clase media y respetaban religiosamente al sector privado.

En los demás centros industriales de la España republicana, donde no se aplicó el decreto catalán de socialización, se crearon menos colectividades que en Cataluña; de todos modos, la mayoría de las empresas que siguieron siendo privadas tenían un comité obrero de control, como se vio en Asturias.

Al igual que la agrícola, la autogestión industrial se aplicó con muy buen éxito. Los testigos presenciales se deshacen en elogios, sobre todo cuando recuerdan el excelente funcionamiento de los servicios públicos regidos por autogestión. Cierto número de empresas, si no todas, estuvieron notablemente administradas. La industria socializada realizó un aporte decisivo en la guerra antifascista. Las pocas fábricas de armamentos que se crearon en España antes de 1936 se encontraban fuera de Cataluña, ya que los patrones no confiaban en el proletariado catalán. Por ello, fue menester transformar rápidamente las fábricas de la región de Barcelona para ponerlas en condiciones de servir a la defensa republicana. Obreros y técnicos rivalizaron en entusiasmo y espíritu de iniciativa. Muy pronto se mandó al frente material bélico fabricado principalmente en Cataluña.

Iguales esfuerzos se concentraron en la producción de sustancias químicas indispensables para la guerra. En la esfera de las necesidades civiles, la industria socializada no se quedó atrás. Febrilmente se inició una actividad nunca antes practicada en España: la transformación de las fibras textiles; se trabajo el cáñamo, el esparto, la paja de arroz y la celulosa.

lunes, 12 de enero de 2009

Los triunfos de la autogestión (I)

(Extracto del ensayo "El anarquismo", de Daniel Guerin)

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No obstante, en la esfera de mayor importancia para ellos,vale decir, en la económica, los anarquistas españoles, presionados por las masas, se mostraron más intransigentes y las concesiones que se vieron obligados a hacer fueron mucho más limitadas. En buena medida, la autogestión agrícola e industrial tomó vuelo por sus propios medios. Pero, a medida que se fortalecía el Estado y se acentuaba el carácter totalitario de la guerra, tornábase más aguda la contradicción entre aquella república burguesa beligerante y ese experimento de comunismo o, más generalmente, de colectivismo libertario que se llevaba adelante paralelamente. Por último, la autogestión tuvo que batirse prácticamente en retirada, sacrificada en el altar del “antifascismo”.

Nos detendremos un poco sobre esta experiencia, la cual, afirma Peirats, no ha sido aún objeto de estudio metódico, tarea por cierto engorrosa ya que la autogestión presenta infinidadde variantes, según el lugar y el momento de que se trate. Creemos conveniente dedicarle especial atención, pues es relativamente poco conocida. Hasta en el campo republicano se la ignoró casi por completo e incluso se la desacreditó. La guerra civil la hundió en la sombra del olvido y aún hoy la reemplaza en los recuerdos de la humanidad. El filme Morir en Madrid no menciona siquiera dicha experiencia, y, sin embargo, ella es quizás el legado más positivo del anarquismo español.

Al producirse la Revolución del 19 de julio de 1936, fulminante respuesta popular al pronunciamiento franquista, los grandes industriales y hacendados se apresuraron a abandonar sus posesiones para refugiarse en el extranjero. Los obreros y campesinostomaron a su cargo aquellos bienes sin dueño. Los trabajadores agrícolas decidieron continuar cultivando el suelo por sus propios medios y, espontáneamente, se asociaron en “colectividades”. El 5 de septiembre se reunió en Cataluña un congreso regional de campesinos, convocado por la CNT, en el que se resolvió colectivizar la tierra bajo el control y la dirección de los sindicatos. Las grandes haciendas y los bienes de los fascistas serían socializados. En cuanto a los pequeños propietarios, podían escoger libremente entre continuar en el régimen de propiedad individual o entrar en el de propiedad colectiva. Estas iniciativas sólo recibieron consagración legal más tarde, el 7 de octubre de 1936, cuando el gobierno republicano central confiscó sin previo pago de indemnización los bienes de las “personas comprometidas en la rebelión fascista”. Fue ésta una medida incompleta desde el punto de vista legal, pues sólo sancionaba una pequeña parte de las apropiaciones ya realizadas espontáneamente por el pueblo: los campesinos habían efectuado las expropiaciones indiscriminadamente, sin tomar en cuenta si el propietario había participado o no en el golpe militar.

En los países subdesarrollados, donde faltan los medios técnicos necesarios para el cultivo en gran escala, el campesino pobre se siente más atraído por la propiedad privada, de la cual nunca gozó, que por la agricultura socializada. Pero en España, la educación libertaria y la tradición colectivista compensaron la insuficiencia de los medios técnicos y contrarrestaron las tendencias individualistas de los campesinos empujándolos, de buenas a primeras, hacia el socialismo. Los campesinos pobres optaron por ese camino, en tanto que los más acomodados se aferraron al individualismo, como sucedió en Cataluña. La gran mayoría (90 por ciento) de los trabajadores de la tierra prefirieron, desde el principio, entrar en las colectividades. Con ello se selló la alianza de los campesinos con los obreros urbanos, quienes, por la naturaleza de su trabajo, eran partidarios de la socialización de los medios de producción.

Al parecer, la conciencia social estaba aún más desarrollada en el campo que en la ciudad.

Las colectividades agrícolas comenzaron a regirse según una doble gestión: económica y local a la vez. Ambas funciones estaban netamente delimitadas, pero, en casi todos los casos, las asumían o las dirigían los sindicatos.

En cada aldea, la asamblea general de campesinos trabajadores elegía un comité administrativo que se encargaba de dirigir la actividad económica. Salvo el secretario, los miembros del comité seguían cumpliendo sus tareas habituales. Todos los hombres aptos, entre los dieciocho y sesenta años, tenían la obligación de trabajar. Los campesinos se organizaban en grupos de diez o más, encabezados por un delegado, a cada equipo se le asignaba una zona de cultivo o una función, de acuerdo con la edad de sus miembros y la índole del trabajo.Todas las noches, el comité administrativo recibía a los delegados de los distintos grupos. En cuanto a la parte de administración local, la comuna convocaba frecuentemente una asamblea vecinal general en la que se rendían cuentas de lo hecho.

Todo era de propiedad común, con excepción de las ropas,los muebles, las economías personales, los animales domésticos las parcelas de jardín y las aves de corral destinadas al consumo familiar. Los artesanos, los peluqueros, los zapateros, etc.,estaban a su vez agrupados en colectividades. Las ovejas de la comunidad se dividían en rebaños de varios cientos de cabezas, que eran confiados a pastores y distribuidos metódicamente en las montañas.

En lo que atañe al modo de repartir los productos, se probaron diversos sistemas, unos nacidos del colectivismo, otros del comunismo más o menos integral y otros, aun, de la combinación de ambas. Por lo general, se fijaba la remuneración en función de las necesidades de los miembros del grupo familiar. Cada jefe de familia recibía, a modo de jornal, un bono expresado en pesetas, el cual podía cambiarse por artículos de consumo en las tiendas comunales, instaladas casi siempre en la iglesia o sus dependencias. El saldo no consumido se anotaba en pesetas en el haber de una cuenta de reserva individual, y el interesado podía solicitar una parte limitada de dicho saldo para gastos personales. El alquiler, la electricidad, la atención médica, los productos medicinales, la ayuda a los ancianos, etc., eran gratuitos, lo mismo que la escuela, que a menudo funcionaba en un viejo convento y era obligatoria para los niños menores de catorce años, a quienes no se permitía realizar trabajos manuales.

La adhesión a la colectividad era totalmente voluntaria; así lo exigía la preocupación fundamental de los anarquistas: el respeto por la libertad. No se ejercía presión alguna sobre los pequeños propietarios, quienes, al mantenerse apartados de la comunidad por propia determinación y pretender bastarse a símismos, no podían esperar que ésta les prestara servicios o ayuda. No obstante, les estaba permitido participar, siempre por libre decisión, en los trabajos de la comuna y enviar sus productos a los almacenes comunales. Se los admitía en las asambleas generales y gozaban de ciertos beneficios colectivos. Sólo se les impedía poseer más tierra de la que podían cultivar; y se les imponía una única condición: que su persona o sus bienes no perturbaran en nada el orden socialista. Aquí y allá, se reunieron las tierras socializadas en grandes predios mediante el intercambio voluntario de parcelas con campesinos que no integraban la comunidad. En la mayor parte de las aldeas socializadas, fue disminuyendo paulatinamente el número de campesinos o comerciantes no adheridos a la colectividad. Al sentirse aislados, preferían unirse a ella.

Con todo, parece que las unidades que aplicaban el principio colectivista de la remuneración por día de trabajo resistieron mejor que aquellas, menos numerosas, en las cuales se quiso aplicar antes de tiempo el comunismo integral desdeñando el egoísmo todavía arraigado en la naturaleza humana, sobre todo en las mujeres. En ciertos pueblos, donde se había suprimido la moneda de intercambio y se consumía la producción propia, es decir, donde existía una economía cerrada, se hicieron sentir los inconvenientes de tal autarquía paralizante; además, el individualismo no tardó en volver a tomar la delantera y provocó la desmembración de la comunidad al retirarse ciertos pequeños propietarios que habían entrado en ella sin estar maduros, sin una verdadera mentalidad comunista.