jueves, 25 de junio de 2009

Prefacio de Laín Díez a la traducción de "Lenin, filósofo" de Antón Pannekoek, editada en Chile en 1948 por el Grupo de Estudios Materialistas

1. Pocos años antes de caer víctima del hierro asesino, Trotski estampaba su opinión sobre la literatura marxista en los términos siguientes:
“En las condiciones actuales, la etiqueta marxista nos predispone antes al recelo que a la simpatía. Íntimamente ligado a la degeneración del Estado soviético, el marxismo de los últimos quince años ha pasado por un período sin precedentes de decadencia y relajación. De instrumento de análisis y crítica, se ha convertido en instrumento de apologética barata. En vez de analizar los hechos, se preocupa de seleccionar sofismas en interés de clientes encumbrados” (1).
Este juicio, que se refiere a los partidos políticos vinculados al desarrollo de la que un tiempo fue, con razón o sin razón, la “Roma del proletariado”, es sin duda unilateral e incompleto. Lo primero, porque cierra sus ojos al renacimiento del marxismo en los grupos y corrientes ideológicos que se desenvolvieron y lucharon al margen del Estado soviético y en dura oposición contra sus panegiristas interesados. Incompleto, pues data el proceso degenerativo a partir de la consolidación en el poder de la burocracia staliniana. Pero hacer contemporánea la decadencia del marxismo de una fase artificialmente aislada del desarrollo que culmina con el proceso aquél, no es dar pruebas de imparcialidad objetiva ni de esa capacidad, que tanto echa de menos Trotski en sus adversarios, de utilizar el marxismo como instrumento de análisis y de crítica. Mas no interesan por ahora las razones subjetivas que limitaron el horizonte crítico y la libertad de juicio del gran revolucionario e historiador de la Revolución rusa.

2. En su aspecto ideológico, la evolución del fenómeno ruso tiene su origen en dos problemas estrechamente unidos en la práctica de la lucha social: el de la “conducción” del movimiento obrero, que involucra la tesis de la vanguardia necesaria, y el de la conciencia-intelecto en oposición a la conciencia espontánea. El primero es consecuencia del segundo, y ambos fueron tema de las discusiones que pusieron frente a frente a Lenin y a Rosa Luxemburgo en una polémica memorable. De más está decir que los hechos le han dado la razón a esta última y a ... Trotski, que a la sazón polemizaba junto a ella contra Lenin.

3. La relación entre la teoría de la conciencia-intelecto y la teoría de la vanguardia revolucionaria ultracentralizada, tal como se expresan en Qué hacer y en Un paso adelante, dos pasos atrás, de Lenin, ha sido analizada con minuciosa objetividad por Sprenger en su Sociología del bolchevismo, de la cual hemos traducido los capítulos pertinentes no hace mucho (2). Del análisis de Sprenger y otros se desprenden las siguientes conclusiones:
La teoría de la conciencia-intelecto es contradictoria. Por una parte, Lenin adhiere a la concepción mecánica del materialismo que no ve en la conciencia sino el reflejo del mundo exterior, y esto le hace subestimar el papel de la espontaneidad en la historia; por otra parte, en su concepción de la conciencia socialista, ésta no se identifica con el proletariado, sino con el aporte desde el exterior de la ideología de una “élite” intelectual burguesa, cuya misión es precisamente propagar el socialismo en la clase obrera. Las luchas y la experiencia histórica de esta clase no figuran para nada en el esquema leniniano, y la misión del proletariado es dejarse penetrar por esta propaganda y servir de instrumento a un buró político, única autoridad capaz de señalar los métodos y finalidades de la lucha.
La teoría de la conciencia-intelecto es, por lo tanto, fundamentalmente idealista, y su corolario, el partido político, vanguardia de revolucionarios profesionales, sujetos a una disciplina estricta, obedientes a una dirección centralizada, está emparentado ideológicamente y por sus métodos de acción con el jacobinismo. Con tales antecedentes no es de extrañar que el partido de Lenin en el poder se comportara como la versión rusa de una dictadura jacobina.

4. En cambio, la teoría de la conciencia espontánea es materialista. Sus raíces ideológicas ya están en Marx, se perfecciona con Rosa Luxemburgo y encuentra en Paul Mattick una expresión madura (3). Expresa lo que hay de espontáneo en el movimiento de clase obrero, en sus creaciones y método de lucha. Es el reflejo de la conciencia de los luchadores más sagaces y refractarios a la mediación eclesiástica dei partido, del movimiento que se materializa en los soviets y en los consejos obrero. El desarrollo de la teoría, enriquecido por las experiencias dé las luchas sociales de los últimos treinta años, conduce a conclusiones originales en sus aplicaciones inmediatas y en sus proyecciones al futuro, la organización de la sociedad comunista.

5. Tocante al primer punto, los “comunista de consejos” proclaman su oposición al Estado, al parlamentarismo y a todas las organizaciones de masa como los partidos políticos y sindicatos centralizados, en los cuales no ven sino gérmenes de nuevas desviaciones jerarquizantes y autoritarias, incubadoras de privilegios y dictaduras totalitarias. La unidad fundamental es el “consejo de fábrica”, versión occidental del soviet, que tuvo un principio de realización en Alemania, muy luego sofocado por los esfuerzos convergentes de la reacción socialista-militar y de la III Internacional bajo Lenin.

6. En cuanto al segundo punto, cómo es posible organizar la producción en conjunto y la distribución sin recurrir a un poder central, sin Estado, la solución de los comunistas de consejos es ingeniosa y, teóricamente, inobjetable. La forma de operar con el tiempo social medio de trabajo como unidad contable para fijar la participación individual en el consumo, satisface las exigencias igualitarias de la época de transición hacia una economía de abundancia, con un mínimo de trabajo estadístico y sin reconstituir un sistema monetario encubierto (4). La fórmula que condensa el criterio distributivo presenta una estructura que implícitamente reconoce la realidad del organismo social. Refrena en esta forma las tendencias de un individualismo extremo expresadas en las consignas de “la mina, a los mineros”, “el campo, a los campesinos” y otras por el estilo, en que podrían desahogarse los viejos hábitos de apropiación con grave peligro para la existencia misma del principio comunista. Pero esta valla de ninguna manera coarta la iniciativa y la autonomía de las diversas unidades de producción.

7. Se comprende que una organización de la sociedad sin mecanismos políticos compulsivos; sin la acción coercitiva del Estado; compuesta de unidades relativamente pequeñas, los consejos, de gran autonomía, debe presentar en la práctica tendencias centrífugas, por lo menos durante una fase transitoria del desarrollo, que podrían crear dificultades a una acción de conjunto cuando ésta fuese requerida por proyectos de gran envergadura y larga ejecución. Estas tendencias no pueden combatirse por medios mecánicos o externos. Renunciar a ellos es el precio de la libertad dentro de la igualdad. Pero esto impone la urgencia de vigorizar los lazos espirituales entre los miembros de la comunidad de productores. De ahí la importancia de una filosofía coherente que suscite un mismo convencimiento íntimo en las voluntades de todos los asociados en el trabajo creador. Y esta filosofía debe contemplar normas de convivencia, una ética de productores libres, capaz de arraigar en las conciencias el respeto hacia todas las ideas, y en la conducta, la práctica de controversias de un elevado tono social. Es oportuno citar a Dietzgen:
El hombre individual se siente incompleto, inepto y corto bajo muchos aspectos. Precisa de sus semejantes y de la sociedad para complementarse. Por lo tanto, si quiere vivir, debe dejar vivir. Las concesiones mutuas que surgen de tales necesidades relativas, eso es la moralidad. (5).

8. Hemos resumido a grandes rasgos las nociones fundamentales del comunismo de consejos. Considerando los conceptos de acuerdo con su generalidad decreciente, nos encontramos con la siguiente sucesión: materialismo (filosofía); espontaneidad (teoría de la conciencia social); comunismo (teoría económica de la producción); consejos obreros (teoría de la lucha social). Claro está que en su propaganda los comunistas de consejos siguen el camino inverso de lo particular y concreto a lo general y abstracto, conforme a un método de sana comunión social, y porque hay que partir al fin y al cabo de los datos de la realidad inmediata, de la lucha elemental por el pan nuestro de cada día, por condiciones de vida más humanas y por las libertades individuales, hoy tan menoscabadas, hasta llegar a una visión amplia y armónica del mundo, la herramienta emancipadora definitiva.

9. Se comprende ahora por qué ha encontrado un eco simpático el comunismo de consejos en los sectores anarquistas. La oposición al Estado y al parlamentarismo; el rechazo de toda colaboración de clase y el repudio a los partidos políticos; la postura crítica frente a las organizaciones de masa jerarquizadas; todo eso debía inevitablemente provocar un acercamiento. Era un marxismo regenerado, que sabía extraer de Marx lo que la pasión y ceguera políticas de los partidos autoritarios, de índole reformista o jacobina, dejaron olvidado y sin aplicación. Como, por otra parte, se producía una evolución similar en el anarquismo, tras largos años de estagnación ideológica, asistimos hoy al espectáculo de un afán sincero por establecer lazos que auguran una síntesis próxima y la reconciliación definitiva de las dos tendencias de la I Internacional que resumen todas las luchas y esperanzas de la clase obrera y de la humanidad (6).

10. En consecuencia, debemos modificar el juicio crítico de Trotski apuntado más arriba, con este otro de Karl Korsch:
En las discusiones fundamentales referentes a la posición integral del marxismo de hoy, en todos los grandes problemas decisivos, la vieja ortodoxia marxista de Karl Kautsky y la nueva ortodoxia del marxismo ruso o leninista, pese a mezquinas y subalternas controversias pasajeras, estarán solidariamente juntas de un lado, y todas las tendencias críticas y progresivas en la teoría del actual movimiento de la clase obrera estarán del otro. (7).

Laín Díez, Santiago de Chile, 1948.

Notas [indicaciones bibliograficas en la edicion Ayuso, Madrid 1976]
1) Harold R. Isaac, The Tragedy of the Chinese Revolution, Secker & Warburg, Londres, 1938, p. XI.
2) Rodolfo Sprenger, El bolchevismo, Santiago de Chile, 1947.
3) The Inevitability of Communism, Polemic Publishers, Nueva York, 1935.
4) “What is Communism”, Council Correspondence, octubre, 1934, Chicago, 111.
5) Josef Dietzgen: The Nature of Human Brainwork, en The Positive Outcome of Philosophy, Ch. H. Kerr & Co., Chicago, 1928, p. 158. (La edición alemana es de 1969), [versión castellana: El trabajo intelectual humano, Ed. Sígueme. Salamanca].
6). Hay numerosos documentos de ese nuevo estado de espíritu en las revistas Freedom, Le Libertaire, Freie Sozialistische Blätter, Southern Advocate of Council Communism, La Obra (Buenos Aires), etc.
7) Karl Korsch Marxismo y Filosofía, citado por Mattick en su obra precitada, p. 35.

lunes, 15 de junio de 2009

Lecciones de Europa

Guillermo Almeyra

En Francia la abstención llegó a 60 por ciento y en toda Europa superó 53 por ciento, aunque en Italia, donde Berlusconi tiene consenso de masa, no llegó a 40 por ciento, y en Grecia, donde los socialistas del PASOK dirigen una oposición con fuerte influencia entre los trabajadores, ese partido y los comunistas aparecían como alternativa y, por tanto, arrastraron votos. La derecha, asustada por la crisis, cerró filas y fue a votar, pero no ganó sufragios y triunfó simplemente porque es la mayoría de la minoría, no porque haya crecido. Si tiene mayoría es porque los electores de centroizquierda y los de la izquierda se abstuvieron. Eso hace parecer que los votantes apoyaron a los causantes de la crisis y a los que quieren salir de ella a costa de los trabajadores, pero en realidad no hicieron más que mantener su minoría que ni la socialdemocracia ni los partidos de izquierda radical fueron capaces de reducir aún más, pues no dieron ninguna batalla ideológica, programática u organizativa que llevase a salir de la crisis por la izquierda y se encerarron en débiles campañas propagandísticas y electoralistas.

Los capitalistas, sin embargo, no se engañan con su victoria pírrica y no están nada tranquilos ante su amplia mayoría virtual en el Parlamento Europeo –que no tiene ninguna función decisiva. Ellos ven, en cambio, la abstención como una pérdida de consenso del sistema y un repudio a las instituciones por parte de la mayoría de la población europea, la cual no ve una alternativa (y no se sabe si algún día la encontrará), pero en cambio sabe que el capitalismo es causante de la crisis.

Los observadores más lúcidos analizan, es cierto, que la abstención favoreció a los partidos en el poder, pero también que la indignación de las mayorías se condensa en el horizonte como negros nubarrones que preanuncian tormentas sociales y no se orienta hacia las instituciones.

En la izquierda, por ejemplo en Italia, Rifondazione y los Comunistas Italianos Unidos han mantenido a duras penas el voto de un sector militante (con un millón de sufragios, algo menos de 4 por ciento del total), pero no entran al Parlamento Europeo, lo que les creará problemas financieros y de presencia política. No han podido convencer a una izquierda difusa que en el pasado, por ejemplo, con Democrazia Proletaria –una de las tendencias que confluyó en Rifondazione–, siempre obtuvo parlamentarios en Estrasburgo. Ni siquiera han sido capaces, en aras de sus intereses electorales, de lograr un frente electoral ad hoc –que les habría dado 8 por ciento de los votos o más y algunos diputados– con el grupo de derecha recientemente escindido de Rifondazione, el cual ahora marcha de cabeza hacia su disolución en el Partido Democrático.

En cuanto a los franceses de la ex Liga Comunista Revolucionaria (LCR), creyeron sectariamente que con su Nuevo Partido Anticapitalista nuclearían por sí solos la protesta de izquierda y se negaron a construir un frente único electoral con el Partido Comunista y con los socialistas de izquierda escindidos de su partido siguiendo a Melanchon (la llamada Nueva Izquierda) para ir juntos a las urnas sin dejar de discutir las diferencias programáticas. El resultado está a la vista: estos últimos lograron 6 por ciento y los primeros cerca de 5 por ciento. Juntos habrían obtenido casi 15 por ciento y una importante fracción en el Parlamento Europeo, y su desunión llevó en cambio muchos votos al tarro conservador verde representado por Cohn Bendit (el ex radical del 68 que para los menos informados sigue teniendo fama de opositor al sistema cuando de ningún modo lo es). En ese sentido, el estreno electoral del Nuevo Partido Anticapitalista ha sido un fiasco ya que reunió aproximadamente los votos que antes tenía la LCR, que era menos confusa y electoralista que la nueva formación, y dejó de influir en la crisis de los comunistas y en la evolución de los socialistas de izquierda.

Los sectores populares –salvo en Italia, donde Berlusconi y la liga influyen incluso en sectores de los trabajadores– no votaron por una política de derecha pero tampoco lo hicieron por la izquierda radical. No ven cómo enfrentar la crisis y el sistema capitalista, pero no están de acuerdo con éste ni ven solución en las elecciones. Se abre así una transición que estará marcada por luchas, ya que quien no vota puede hacer huelgas o incluso provocar explosiones sociales, como en Grecia o Francia.

Por consiguiente, o la extrema izquierda toma contacto con la izquierda social desorganizada y confusa, o sea, con la gente real, modificando radicalmente sus métodos y su política para construir consenso desde abajo, o la derecha, que en la mayoría de los países no tiene consenso pero posee fuerza económica y política, marchará hacia la construcción de regímenes duros que se dedicarían a destruir aún más los derechos sociales y democráticos. De un modo diverso y sin una izquierda anticapitalista fuerte, Europa vuelve hacia los años treinta.

¿Dejan las elecciones europeas alguna lección para los países, como Argentina o México, que irán a las urnas en breve? La abstención favoreció electoralmente a la peor derecha a costa del centro o de la derecha moderados. Pero el problema reside en que se ha llegado a un punto en que la mayoría está harta de taparse la nariz para votar por el menos peor, porque éste, después, hace la misma política de los peores.

Nos guste o no, la izquierda debe reconquistar credibilidad, despertar esperanzas. Y eso sólo se hace en la vida cotidiana, no en las campañas electorales; organizando las resistencias; desarrollando experiencias locales autogestionarias y alternativas, sin sectarismos; dando una batalla tenaz, cotidiana y gris, en la construcción de ideas-fuerza capaces de orientar en sentido anticapitalista la rabia ciega de las mayorías.

http://www.jornada.unam.mx/2009/06/14/index.php?section=opinion&article=026a1pol