domingo, 27 de abril de 2008

Rosa Luxemburgo: Las tendencias de la economía capitalista

Publicamos a continuación un texto de Rosa Luxemburgo que forma parte de la obra Introducción a la Economía Política. Ese libro fue editado por primera vez por Paul Levi en 1925. Recogía las notas que R.L. había ido escribiendo desde que fuera profesora en la Escuela Central del SPD en Berlín en 1906. Sólo cuando estaba en prisión en Wronke (1916-1917) pudo R.L. poner en orden sus notas e intentar escribir un libro que no vio publicado en vida. Cuando fue asesinada, su casa fue saqueada por los esbirros de Noske y Ebert, y muchos de sus escritos se perdieron. Algunos de sus camaradas lograron rescatar parte de sus manuscritos y de ahí pudo Paul Levi compilar los que conforman esta obra (los capítulos 1, 3, 6, 7 y 10 de los 10 que escribiera Rosa).

Nosotros vamos a editar ahora el capítulo 10, Las tendencias de la evolución capitalista. Evidentemente, hoy sabemos mucho más sobre las sociedades antiguas que analizaran Rosa Luxemburgo y muchos otros socialistas de entonces. Pero no nos interesa si los análisis del texto referidos a las sociedades pretéritas son relevantes. Lo publicamos íntegro porque este capítulo aun no está en la red. Pero sobre todo porque lo que para nosotros tiene una especial relevancia es lo que R.L. formula sobre aquello a lo que se refiere en concreto el título del capítulo: las tendencias de la evolución capitalista. Esas formulaciones no sólo se han visto corroboradas plenamente por la evolución histórica posterior (aunque se puedan establecer matizaciones en las formas concretas en que se han producido), sino que tienen una especial relevancia hoy. El lector lo comprobará fácilmente, si piensa en muchas de las características que marcan el capitalismo global de la actualidad. Por ello, y para facilitar su lectura, hemos destacado en negrita lo que entendemos más interesante para comprender nuestro mundo actual. Y para actuar conforme a esa realidad. Para la revolución.

DC-L


Hemos visto cómo, después de la disolución gradual de todas las formas de sociedad dotadas de una organización de la producción planificada -de la sociedad comunista originaria, de la economía es­clavista, de la economía servil medieval- surgió la producción mer­cantil. Luego hemos visto cómo la economía capitalista de hoy creció a partir de la economía mercantil simple, es decir de la producción artesanal urbana, a fines de la Edad Media, en forma completamente mecánica, es decir sin la voluntad y la conciencia del hombre. Al comienzo planteamos la pregunta: ¿Cómo es posible la economía capitalista? Es ésta, por lo demás, la pregunta fundamental de la economía política como ciencia. La ciencia nos proporciona, al res­pecto, una respuesta suficiente. Ella nos muestra que la economía capitalista que, en vista de su total carencia de plan, en vista de la ausencia de toda organización consciente, es a primera vista una cosa imposible, un enigma inexplicable, se integra pese a ello en un todo y puede existir:
  • mediante el intercambio de mercancías y la economía monetaria, todos los productores individuales de mercancías, así como las comar­cas más alejadas de la tierra, se ligan unas con otras económicamente, y se impone la división del trabajo en todo el mundo;
  • mediante la libre concurrencia, que asegura el progreso técnico y, a la vez, transforma constantemente a los pequeños productores en proletarios, con lo que proporciona al capital fuerza de trabajo com­prable;
  • mediante la ley capitalista del salario que, por un lado, controla automáticamente que los obreros no se sustraigan nunca a su con­dición de proletarios, evadiendo el trabajo bajo las órdenes del capi­tal, y por otro posibilita una acumulación siempre creciente de tra­bajo no retribuido, como capital, y con ello la siempre creciente acumulación y expansión de los medios de producción;
  • mediante el ejército industrial de reserva, que permite a la produc­ción capitalista expandirse ampliamente y adaptarse a las necesidades de la sociedad;
  • mediante la nivelación de la tasa de ganancia, que determina el permanente movimiento del capital de una rama a otra de la produc­ción, regulando así el equilibrio de la división del trabajo; y final­mente
  • mediante las oscilaciones de los precios y las crisis, que determinan en parte día a día, en parte periódicamente, un ajuste de la ciega y caótica producción con las necesidades de la sociedad.

De este modo existe la economía capitalista, mediante la acción automática de aquellas leyes económicas que surgieron por sí mismas, sin que se inmiscuya conscientemente la sociedad. Es decir que, de este modo, pese a la ausencia de toda ligazón económica organizada entre los diversos productores, pese a la total carencia de plan en el movimiento económico de los hombres, se hace posible que avancen la producción social y su ciclo integrado con el consumo; que la gran masa de la sociedad sea mantenida en el trabajo, las necesidades de la sociedad satisfechas mal o bien, y asegurado, como base de todo el progreso de la cultura, el progreso económico, el desarrollo de la productividad del trabajo humano.

Estas son las condiciones fundamentales para la existencia de toda sociedad humana y, mientras una forma de economía históricamente surgida satisface estas condiciones, puede subsistir, constituye una necesidad histórica.

Sin embargo, las relaciones sociales no son formas rígidas, inva­riables. Hemos visto cómo, en el curso de los tiempos, experimen­taron numerosas transformaciones, cómo están sometidas a eterno cambio al que abre camino el propio progreso cultural humano, la evolución. Los largos milenios de la economía comunista originaria, que conducen a la sociedad humana desde los primeros comienzos de la existencia aun medio animal hasta un grado elevado de desarrollo de la cultura, a la formación del lenguaje y de la religión, a la cría de ganado y a la agricultura, a la vida sedentaria y a la constitución de aldeas, sigue la gradual descomposición del comunismo originario, la formación de la esclavitud antigua que, a su vez, trae consigo nuevos progresos en la vida de la sociedad para finalizar luego con el ocaso del mundo antiguo. A partir de la sociedad comunista de los ger­manos, se desarrolla en Europa central sobre los escombros del mun­do antiguo, una nueva forma -la economía de la servidumbre-, sobre la cual se basó el feudalismo medieval.

La evolución retoma nuevamente su avance ininterrumpido: en el seno de la sociedad feudal de la Edad Media, surgen en las ciudades gérmenes de una forma de economía y de sociedad enteramente nue­va, se desarrollan la artesanía gremial, la producción mercantil y el comercio regular que finalmente descomponen la sociedad feudal basada en la servidumbre; ésta se desmorona dejando sitio a la pro­ducción capitalista, que ha crecido de la producción artesanal de mer­cancías gracias al comercio mundial, al descubrimiento de América y a la vía marítima hacia India.

El modo de producción capitalista, considerado desde un comienzo desde la inmensa perspectiva del progreso histórico, no es por su parte inalterable y eterno, sino que constituye una simple fase de transición, un escalón de la escala colosal del desarrollo cultural humano, al igual que cualquier otra de las formas sociales prece­dentes. Y, en efecto, cuando se examina cuidadosamente la cuestión, se ve que el desarrollo del capitalismo mismo lleva a su propio ocaso y a su rebasamiento. Hasta aquí hemos indagado los vínculos que hacen posible la economía capitalista, de modo que ya es tiempo de tomar conocimiento de aquellos que la hacen imposible. Para ello sólo necesitamos seguir las leyes internas de la dominación del capital en sus efectos ulteriores. Son ellas mismas las que, en cierto punto del desarrollo, se vuelven contra las condiciones fundamentales, sin las cuales no puede existir la sociedad humana. Lo que distingue el modo capitalista de producción de todos los anteriores es, principalmente, que él tiene la tendencia interna a expandirse sobre todo el globo terrestre, desplazando todo otro orden social anterior. En tiempos del comunismo originario, todo el mundo accesible a la investigación his­tórica se encontraba ocupado por igual por economías comunistas. Pero entre las diversas comunidades y tribus comunistas no existían relaciones; o las había, débiles, sólo entre las comunidades cercanas entre sí. Cada comunidad o tribu vivía, en sí misma, una vida cerrada y si, por ejemplo, encontramos hechos sorprendentes como aquel de que la comunidad comunista germana medieval y la del Perú antiguo, en Sudamérica, tenían prácticamente el mismo nombre, ya que aquella se llamaba "mark" y ésta "marca", esta circunstancia es to­davía para nosotros un enigma inexplicado, si no una simple coinci­dencia. Igualmente en los tiempos de la difusión de la esclavitud antigua encontramos similitudes mayores o menores en la organi­zación y las relaciones reinantes en las diversas economías o estados esclavistas de la Antigüedad, pero no una comunidad en su vida eco­nómica. Del mismo modo, se reiteró la historia de la artesanía gremial y de su liberación, con mayor o menor grado de coincidencia, en la mayoría de las ciudades medievales de Italia, Alemania, Francia, Holanda, Inglaterra, etc., sin embargo, se trataba las más de las veces de la historia de cada ciudad en sí misma. La producción capitalista se extiende a todos los países, ya que no sólo los conforma econó­micamente a todos del mismo modo, sino que los articula en una única, gran economía capitalista mundial.

Dentro de cada país industrial europeo, la producción capitalista desplaza incesantemente la producción de pequeña industria, la arte­sanal y la pequeña producción campesina. Simultáneamente, incor­pora a la economía mundial a todos los países europeos atrasados y todos a los países de América, Asia, Africa, Australia. Esto procede por dos vías: a través del comercio mundial y a través de la conquista colonial.
Uno y otra se iniciaron de la mano; con el descubrimiento de América a fines del siglo XV, se expandieron más allá en el curso de los siglos siguientes, pero alcanzaron especialmente en el siglo XIX su máximo auge y continuaron expandiéndose incesantemente. Am­bos -tanto el comercio mundial como las conquistas coloniales- ac­túan juntos del siguiente modo. Comienzan por poner en contacto los países industriales de Europa con todo tipo de sociedades de otros continentes que se basan en formas de cultura y de economía más antiguas: economías esclavistas campesinas, economías feudales de servidumbre, pero preponderantemente con formas comunistas origi­narias. El comercio, al que estas economías se ven incorporadas, las arruina y descompone rápidamente. Con la fundación de sociedades mercantiles coloniales en territorio extranjero, o con la conquista directa, la tierra, fundamento más importante de la producción, así como los rebaños de ganados allí donde los hay, pasan a manos de estados europeos o de las sociedades comerciales. De este modo se ven aniquiladas, en todas partes, las relaciones sociales naturales y el tipo de economía de los aborígenes; pueblos enteros se ven diez­mados y la parte que queda de ellos es proletarizada y puesta de uno u otro modo, bajo el mando del capital industrial y comercial, como esclavos u obreros. La historia de las décadas de guerras coloniales, que se prolonga durante todo el siglo XIX; levantamientos contra Francia, Italia, Inglaterra y Alemania en Africa; contra Francia, Ingla­terra, Holanda y los Estados Unidos en Asia; contra España y Francia en América, en la larga y tenaz resistencia de las viejas sociedades autóctonas contra su exterminio y proletarización a manos del mo­derno capital, lucha de la que finalmente surge en todas partes el capital como vencedor.

Esto entraña en primer término una enorme ampliación del ámbito de dominación del capital, un desarrollo del mercado mundial y de la economía mundial en la que todos los países habitados de la Tierra son recíprocamente productores y compradores de productos, tra­bajan unos para otros, son participantes de una y la misma economía que abarca todo el globo.

Pero el otro costado consiste en la pauperización progresiva de porciones cada vez más amplias de la humanidad, y la creciente in­seguridad de su existencia. Mientras las viejas relaciones, comunistas, campesinas o de servidumbre, con sus limitadas fuerzas productivas y poco bienestar, pero con sus condiciones de existencia firmes y ase­guradas para todos, se ven reemplazadas por las relaciones capitalistas coloniales, y junto a la proletarización y a la esclavitud asalariada, para todos los pueblos implicados en América, Asia, Africa, Australia, se alzan amenazantes la miseria brutal, una carga laboral inusitada e insoportable y, por añadidura, la completa inseguridad de la existen­cia
. Después que el fértil y rico Brasil fuera transformado, para satis­facer necesidades del capitalismo europeo y norteamericano, en un gigantesco desierto y en una plantación de café ininterrumpida des­pués que masas enteras de aborígenes fueron transformados en es­clavos asalariados en las plantaciones, estos esclavos asalariados, por añadidura, se ven abandonados por largo tiempo, repentinamente, al desempleo y al hambre a raíz de un fenómeno puramente capitalista: la llamada "crisis del café". La rica y enorme India fue sometida por la política colonial inglesa a la dominación del capital, después de una resistencia desesperada que duró décadas; y desde entonces las ham­brunas y el tifus exantemático, que arrebatan millones de víctimas cada vez, son huéspedes periódicos de la comarca del río Ganges. En el interior de Africa la política colonial inglesa y alemana ha trans­formado en esclavos asalariados a pueblos enteros en los últimos 20 años, y ha aniquilado por hambre a otros dispersando sus huesos en todas las regiones. Los levantamientos desesperados y las epidemias de hambre del gigantesco imperio de China son consecuencia de la pulverización de la antigua economía campesina y artesanal de ese país por la irrupción del capital europeo. La irrupción del capitalismo europeo en los Estados Unidos, fue acompañada inicialmente por el exterminio de los indios aborígenes norteamericanos y el despojo de sus tierras por los ingleses inmigrantes; luego por la puesta en marcha, a comienzos del siglo XIX, de una producción capitalista primaria para la industria inglesa; luego por el esclavizamiento de cuatro mi­llones de negros africanos enviados y vendidos en América por tra­tantes europeos, para ser puestos al mando del capital como fuerza de trabajo en las plantaciones de algodón, azúcar y tabaco.

Así, un continente tras otro y, en cada continente, una región tras otra, una raza tras otra, caen inevitablemente bajo la dominación del capital, pero con ello caen, permanentemente, millones de seres humanos en la proletarización, en el esclavizamiento, en la insegu­ridad de la existencia, en pocas palabras, en la pauperización. La formación de la economía mundial capitalista trae consigo como con­trapartida la difusión de una miseria cada vez mayor, de una carga insoportable de trabajo y de una creciente inseguridad de la existencia en todo el globo, que corresponde a la concentración del capital en pocas manos. La economía mundial capitalista significa cada vez más el constreñimiento de toda la humanidad al duro trabajo bajo innu­merables privaciones y dolores, bajo degradación física y espiritual, con la finalidad de la acumulación de capital. Hemos visto que el modo de producción capitalista tiene la particularidad de que el con­sumo humano, que en todas las formas anteriores de economía era un fin, es para ella un medio que sirve para alcanzar el verdadero fin: la acumulación de ganancia capitalista. El crecimiento del capital en sí mismo aparece como comienzo y fin, como finalidad propia y sentido de toda la producción. Pero la insensatez de estas relaciones recién se pone en evidencia cuando la producción capitalista llega a convertirse en producción mundial. Entonces, en la escala de la economía mun­dial, el absurdo de la economía capitalista alcanza su justa expresión en el cuadro de toda una humanidad que gime, sometida a terribles dolores bajo el yugo del capital, un poder social ciego, creado incons­cientemente por ella misma. La finalidad fundamental de toda forma social de producción: el sostenimiento de la sociedad por el trabajo, la satisfacción de sus necesidades, aparece recién entonces comple­tamente patas arriba, ya que se convierte en ley en todo el globo, la producción no por el hombre sino por la ganancia y se convierte en regla el subconsumo, la permanente inseguridad del consumo y, tem­porariamente, el no-consumo de la enorme mayoría de los hombres.

El desarrollo de la economía mundial trae consigo simultánea­mente otros fenómenos importantes, que lo son por cierto, para el propio capital. La irrupción de la dominación del capital europeo en los países extraeuropeos, como hemos dicho, atraviesa dos etapas: primeramente la entrada del comercio y, por este medio, la incor­poración de los aborígenes al intercambio de mercancías, en parte también la transformación de las formas de producción halladas en aquellos países, en producción mercantil; luego la expropiación, de un modo u otro, de la tierra de los aborígenes y, en consecuencia, de sus medios de producción. Estos medios de producción se convierten, en manos de los europeos, en capital, mientras los indígenas se trans­forrpan en proletarios. A las dos primeras etapas sigue, sin embargo, por lo general, tarde o temprano, una tercera: la fundación de una producción capitalista propia en el país colonial, ya sea por parte de europeos inmigrantes, ya sea por indígenas enriquecidos. Los Estados Unidos de Norteamérica, que fueron poblados inicialmente por ingle­ses y otros emigrantes europeos, constituyeron en un primer mo­mento una vez que hubieron sido exterminados los indígenas pieles rojas en una larga guerra, un hinterland agrario de la Europa capita­lista que proveía materias primas para la industria inglesa, corno algodón y granos; como contrapartida era comprador de productos in­dustriales europeos de todo tipo. Pero en la segunda mitad del siglo XIX surge en los Estados Unidos una industria propia que no sólo desplaza las importaciones procedentes de Europa sino que pronto opone dura concurrencia al capitalismo europeo en la propia Europa y en otros continentes. En la India, igualmente, surgió para el capita­lismo inglés un competidor peligroso consistente en la industria local, textil y de otras ramas. Australia ha recorrido el mismo camino de desarrollo, de país colonial a país capitalista industrial. En Japón se desarrolló una industria propia ya en la primera etapa -a partir del impulso del comercio mundial-, lo que lo preservó de ser repartido como país colonial europeo. En China se complica el proceso de desmembramiento y saqueo del país por el capitalismo europeo con los esfuerzos del país por fundar una producción capitalista propia con ayuda de Japón para defenderse frente a la europea, de lo que resultan para la población, por otro lado, sufrimientos doblemente complejos. De este modo, no sólo se extienden por todo el mundo la dominación y el poder del capital mediante la creación de un merca­do mundial, sino que se extiende asimismo, gradualmente, el modo de producción capitalista por todo el globo. Pero con ello la necesidad de expansión de la producción y el ámbito en que esta expansión puede tener lugar, es decir la accesibilidad de mercados de venta, se encuentran en una relación cada vez más precaria. Como hemos visto, la necesidad más íntima y la ley vital de la producción capitalista es que no puede mantenerse estacionaria, sino que tiene que expandirse permanentemente y cada vez más rápidamente, es decir producir ma­sas de mercancías cada vez más cuantiosas en empresas cada vez más grandes, con medios técnicos cada vez mejores, cada vez más veloz­mente. En sí mismas, estas posibilidades de expansión de la pro­ducción capitalista no conocen límites, pues no tienen límites el pro­greso técnico ni, por tanto, las fuerzas productivas de la Tierra. Pero esta necesidad de expansión choca con límites perfectamente deter­minados, particularmente con el interés de ganancia del capital. La producción y su expansión sólo tienen sentido mientras surge de ellas, al menos, la ganancia media "normal". Pero el que esto ocurra o no, depende del mercado, es decir de la relación entre la demanda sol­vente del lado de los consumidores y la cantidad de mercancías pro­ducidas, así como sus precios. El interés del capital por la ganancia que, por un lado, exige una producción cada vez más rápida y cada vez mayor, se crea a sí mismo, permanentemente, límites de mercado que cierran el paso al fogoso impulso de la producción hacia la am­pliación. De ello resulta, como hemos visto, el carácter inevitable de las crisis industriales y comerciales que periódicamente ajustan la pro­porción entre el impulso de la producción capitalista, en sí mismo libre e ilimitado, y los límites capitalistas del consumo, haciendo posible la prolongación de-la existencia y el desarrollo del capital.

Pero cuanto más numerosos son los países que desarrollan una industria capitalista propia, y mayores la necesidad y posibilidad de expansión de la producción, tanto más estrechas se vuelven, en relación con ellas, las posibilidades de ampliación de los límites de mer­cado. Si se comparan los saltos con los que la industria inglesa ha progresado en las décadas del sesenta y del setenta -cuando Inglate­rra era todavía el país capitalista dominante en el mercado mundial­- con su crecimiento en los dos últimos decenios -desde que Alemania y los Estados Unidos la desplazaron en grado significativo en el mer­cado mundial- resulta que su crecimiento se ha hecho mucho más lento con respecto al que tenía lugar anteriormente. Pero lo que fue en sí el destino de la industria inglesa, lo tienen por delante inevita­blemente la alemana, la norteamericana y, en definitiva, la industria mundial en conjunto. Irresistiblemente, en cada paso de su propio avance y desarrollo, la producción capitalista se aproxima al momento en que sólo podrá expandirse y desarrollarse cada vez más lenta y difícilmente. Claro está que el desarrollo capitalista tiene por delante todavía un buen trecho de camino, puesto que el modo de produc­ción capitalista, como tal, representa todavía la menor proporción de la producción mundial total. Incluso en los más antiguos países indus­triales de Europa subsisten todavía, junto a grandes empresas indus­triales, numerosos pequeños establecimientos artesanales y, ante todo, la mayor parte de la producción agraria -especialmente la de tipo campesino- no se lleva a cabo a la manera capitalista. Además, en Europa hay países donde la gran industria apenas se ha desarrollado, donde la producción local presenta predominantemente carácter cam­pesino y artesanal. Y, finalmente, en los restantes continentes, con la excepción de la parte norte de América, los lugares de producción capitalista representan sólo pequeños puntos dispersos, mientras enor­mes extensiones de tierra no han llegado siquiera, en parte, a la pro­ducción mercantil simple. Cierto es que la vida económica de todas estas capas y países que no producen ellos mismos a la manera capi­talista, en Europa, como en los países no europeos, también está bajo la dominación del capitalismo. El campesino europeo, aunque lleve a cabo él mismo, todavía, la más primitiva de las economías parcelarias, depende íntegramente de la gran economía capitalista, del mercado mundial, con el cual lo han puesto en contacto el comercio y la política fiscal de las potencias capitalistas. Del mismo modo los países no europeos más primitivos son puestos bajo el dominio del capita­lismo europeo y norteamericano por el comercio mundial así como por la política colonial. Pero el modo de producción capitalista en sí podría lograr todavía una poderosa expansión si desplazase en todas partes todas las formas de producción atrasadas. Por lo demás, como lo hemos mostrado anteriormente, la evolución se da, en general, en esta dirección. Pero justamente en esta evolución se atasca el capitalismo en la contradicción fundamental siguiente: Cuanto más reem­plaza la producción capitalista producciones más atrasadas, tanto más estrechos se hacen los límites de mercado, engendrado por el interés por la ganancia, para las necesidades de expansión de las empresas capitalistas ya existentes. La cosa se aclara completamente, si nos imaginamos por un momento, que el desarrollo del capitalismo ha avanzado tanto que, en toda la Tierra, todo lo que producen los hombres se produce a la manera capitalista, es decir sólo por empre­sarios privados capitalistas en grandes empresas con obreros asala­riados modernos. La imposibilidad del capitalismo se manifiesta en­tonces nítidamente.

sábado, 19 de abril de 2008

CCI: ¡La misma lucha de clases!

Por el mundo entero, ante los ataques del capitalismo en crisis
¡Una misma clase obrera, la misma lucha de clases!

Desde hace 5 años, el desarrollo de la lucha de clases se ha venido confirmando a escala internacional. La clase obrera, frente a unos ataques simultáneos y cada día más duros por todas las partes del mundo, está reaccionando y expresando su combatividad, afirmando su solidaridad de clase tanto en los países más desarrollados como en los que lo están mucho menos.

La confirmación del desarrollo internacional de la lucha de clases

Así, en los últimos meses del año 2007, ha habido cantidad de países que han sido escenario de luchas obreras.

Egipto
Una vez más, en medio de una fuerte oleada de huelgas, los 27.000 obreras y obreros de una fábrica de Al Mahallah, a unos 100 kilómetros de El Cairo, que ya había sido el corazón de la oleada de luchas de diciembre de 2006 y de la primavera de 2007, volvieron al combate a partir del 23 septiembre. Las promesas del gobierno de entregar a cada uno lo equivalente de 150 días de salario, que puso fin a la huelga, no se cumplieron. Un huelguista, detenido durante algún tiempo por la policía, declaraba: "Nos prometieron 150 días de prima, lo único que queremos es que se respeten nuestros derechos; estamos decididos a ir hasta el final". Los obreros de la empresa redactaron entonces una lista de reivindicaciones: 150 libras egipcias de prima (menos de 20 euros, cuando los salarios mensuales varían entre 200 y 250 libras); desconfianza hacia el comité sindical y el director de la empresa; inclusión de las primas en el sueldo base, o sea, un ingreso no vinculado a la producción; aumento de los subsidios para alimentos; subsidio suplementario de alojamiento; salario mínimo ajustado al alza de precios; medios de transporte para los obreros que viven lejos de la factoría; mejora de los servicios médicos.
Los obreros de otras fábricas textiles, los de Kafr al Dawar, por ejemplo, que ya en diciembre de 2006 habían declarado: "Estamos en el mismo barco que vosotros y nos embarcamos para el mismo viaje", volvieron a manifestar su solidaridad desde finales de septiembre, entrando ellos también en huelga. En otros sectores, como el de los harineros de El Cairo, los obreros decidieron hacer una sentada, transmitiendo un mensaje de solidaridad en apoyo a las reivindicaciones de los obreros textiles. En otros lugares, como en las fábricas de Tanta Linseed and Oil, los obreros siguieron el ejemplo de Al Mahallah exponiendo públicamente unas serie de reivindicaciones similares. Esas luchas han expresado un rechazo firme a los sindicatos oficiales, considerados como fieles perros guardianes del gobierno y la patronal: "El representante del sindicato oficial, controlado por el Estado, que fue a pedir a los obreros que cesaran la huelga, acabó en el hospital, apedreado por los obreros soliviantados. ‘El sindicato está a las órdenes del poder, queremos elegir a nuestros verdaderos representantes' explican los obreros" (citado por el diario francés Libération, 1/10/07).
El gobierno se ha visto obligado a proponer a los obreros el pago de 120 días de primas y a prometer sanciones contra la dirección. Pero los proletarios mostraron que ya no se fiaban de promesas y, cobrando poco a poco confianza en su fuerza colectiva, manifestaron una determinación intacta para luchar hasta que sus reivindicaciones fueran realmente satisfechas.

Dubai
Con mayor fuerza que en la primavera de 2006, en octubre de 2007, 4000 obreros, casi todos inmigrados de origen indio, pakistaní, bengalí o chino, trabajadores en la construcción de rascacielos gigantescos y de palacios superlujosos, tratados peor que el ganado, con sueldos de unos cien euros por mes, viviendo amontonados en chabolas, se lanzaron a la calle para expresar su revuelta contra unas condiciones de sobreexplotación inhumanas, desafiando la "legalidad", la represión, la pérdida del sueldo, del empleo y la expulsión vitalicia. Cuatrocientos mil obreros de la construcción se lanzaron durante dos días a la movilización.

Argelia
Para hacer frente al descontento creciente, los sindicatos autónomos de la función pública han convocado una huelga nacional de funcionarios, especialmente de los profesores, para el 12 y 15 enero de 2008, contra el desgaste del poder adquisitivo y el nuevo estatuto en la enseñanza que cuestiona la escala de salarios. Pero esa huelga también ha implicado y movilizado a los demás funcionarios y del sector de la salud. La ciudad de Tizi Uzu quedó totalmente paralizada y la huelga del personal docente ha sido muy seguida en Orán, Constantina, Annaba, Bechar, Adrar y Saida.

Venezuela
Los obreros petroleros, tras haberse opuesto a finales de mayo de 2007 a los despidos de una empresa estatal, se volvieron a movilizar en septiembre para exigir alzas salariales cuando se renovaron los convenios colectivos del sector. A la vez, en mayo, el movimiento de protesta de los estudiantes contra el régimen exigiendo una mejora de la situación de la población y de los trabajadores más pobres. Para ello, los estudiantes organizaron asambleas generales abiertas a todos, eligiéndose comités de huelga. Cada vez, el gobierno de Chávez, "el apóstol de la revolución bolivariana", dio la misma respuesta: la represión, que se ha saldado con muertos y cientos de heridos.

Perú
En abril, una huelga ilimitada, surgida de una empresa china, se propagó después por todo el país en las minas de carbón, por primera vez desde hace 20 años. En Chimbote, la empresa SiderPerú quedó totalmente paralizada, a pesar de las maniobras de sabotaje de la huelga y de los intentos de aislamiento por parte de los sindicatos. Las mujeres de los mineros se manifestaron con ellos, así como una gran parte de la población de la ciudad, incluidos campesinos y desempleados. Cerca de Lima, los mineros de Casapalca secuestraron a los ingenieros de la mina que los amenazaban con despedirlos si abandonaban su puesto de trabajo. Estudiantes de Lima y parte de la población acudieron a aportar alimentos y apoyo a los huelguistas. En junio, se movilizó una gran parte de los 325.000 docentes ampliamente movilizados con, también, el apoyo de una buena parte de la población, a pesar de un reparto de trabajo, también aquí, entre los sindicatos para que la lucha se apagara. El gobierno reaccionó cada vez con detenciones, amenazas de despidos, poniendo "precarios" para sustituir a los mineros huelguistas, organizando amplias campañas mediáticas de denigración contra los profesores.

Turquía
Veintiséis mil obreros de Türk Telekom se lanzaron a una huelga masiva de 44 días a finales del año pasado contra la pérdida de garantía de salario y empleo, tras la privatización y la transferencia de 10.000 de entre ellos a empresas subcontratadas. Ha sido la huelga más importante de la historia turca después de la huelga de los mineros de 1991. En plena campaña de movilización bélica antikurda, algunos "agitadores" fueron detenidos y acusados de sabotaje, y hasta de alta traición al interés nacional, amenazados con despidos y sanciones. Acabaron siendo readmitidos, negociándose aumentos de sueldo de 10%.

Grecia
La huelga general del 12 de diciembre de 2007, contra un proyecto de reforma de los "planes especiales" de pensiones (la edad de jubilación ya se ha pospuesto a los 65 años para los hombres y 60 para las mujeres en el plan general) que conciernen a 700.000 trabajadores (32% de la población activa) reunió a empleados del sector privado y de los funcionarios: banca, tribunales, administraciones, correos, electricidad, teléfono, hospitales así como transportes públicos (metros, tranvías, puertos, aeropuertos). Hubo más de 100.000 manifestantes en Atenas, Salónica y otras grandes ciudades del país.

Finlandia
En este país, donde la burguesía ha llevado muy lejos el desmantelamiento de la protección social, más de 70.000 asalariados de la salud (la mayoría enfermeras) se pusieron en huelga en octubre reclamando subidas de sueldos (que varían entre 400 y 600 euros mensuales) de al menos 24%, pues el bajo nivel de salarios obliga a muchos trabajadores a irse a Suecia. Doce mil ochocientas enfermeras amenazaron con dimitir colectivamente si las negociaciones entre el gobierno, que no propone más que una revalorización del 12 % en dos años y medio, y el sindicato Tehy no concluyen. Hay servicios hospitalarios enteros amenazados de cierre.

Bulgaria
Tras una huelga simbólica el día de la vuelta a clase, los profesores se pusieron en huelga ilimitada, a finales de septiembre, exigiendo aumentos de sueldo: 100% para los profesores de la secundaria (cobran una media de 174 euros por mes...) y un aumento del 5% del presupuesto de la educación nacional. La promesa del gobierno de revisar los salarios en 2008 puso un fin provisional a la huelga.

Hungría
Tras una huelga en protesta contra el cierre de líneas ferroviarias declaradas no rentables y contra la reforma de las jubilaciones y del sistema de salud impuesta por el gobierno, los ferroviarios lograron arrastrar tras ellos, el 17 de diciembre, a 32.000 asalariados descontentos de diferentes sectores (profesores, personal sanitario, chóferes de autobús, empleados del aeropuerto de Budapest...). Pero en esta movilización interprofesional, los sindicatos ahogaron la lucha de los ferroviarios en cuanto el Parlamento acabó de votar la reforma, llamándolos a la vuelta al trabajo para el día siguiente.

Rusia
Plantando cara a la represión (toda huelga de más de 24 horas es ilegal), a pesar de la condena sistemática de los huelguistas por los tribunales, del recurso sistemático a la violencia policíaca y el uso de bandas de matones contra los obreros combativos, por primera vez en diez años, una oleada de huelgas inundó el país en la última primavera, desde Siberia oriental hasta el Cáucaso. La huelga afectó a muchos sectores: obras de la construcción en Chechenia, una fábrica del sector maderero en Nóvgorod, un hospital en la región de Chitá, el servicio de mantenimiento de las viviendas en Saratov, restaurantes "fast-food" en Irkutsk, la fábrica de la General Motors en Togliattigrad y una importante fábrica metalúrgica en Carelia. Y el movimiento culminó en noviembre con la huelga de tres días de los de los estibadores de Tuapse en el mar Negro, después los de 3 empresas del puerto de San Petersburgo del 13 al 17, mientras los empleados de correos cesaban el trabajo el 26 de octubre, así como los del sector de la energía. Los maquinistas de ferrocarriles amenazaron con entrar en huelga por primera vez desde 1988. Pero fue la huelga de los obreros de la factoría Ford de Vsevoloshsk, en la región de San Peters­burgo, a partir del 20 noviembre lo que contribuyó a romper el silencio total sobre esta oleada de huelgas, provocada sobre todo por la subida imparable de la inflación y el alza entre 50 y 70% de los productos alimenticios de base. Ante esa situación, la Federación de Sindicatos independientes de Rusia, abiertamente sometida al gobierno y hostil a todo tipo de huelga, resulta incapaz de encuadrar las luchas obreras. En cambio, con la ayuda de la burguesía occidental, las direcciones de las grandes multinacionales procuran explotar al máximo las ilusiones sobre un sindicalismo "libre" y "de lucha" favoreciendo la emergencia y el desarrollo de nuevas estructuras sindicales como el Sindicato interregional de los Trabajadores del automóvil, fundado a instigación del Comité sindical de Ford y que agrupa a sindicatos independientes de varias grandes empresas como AvtoVAZ-General Motors en Togliattigrad y Renault-Autoframos en Moscú. Han sido esos nuevos "sindicatos independientes" los que, encerrando y aislando totalmente a los obreros en "su" fábrica, limitando las expresiones de solidaridad de otros sectores al envío de mensajes de simpatía y apoyo financiero, precipitaron a los obreros en la más amarga derrota. Al cabo de un mes de huelga, agotados, tuvieron que reanudar el trabajo sin haber obtenido nada, doblegándose a las condiciones de la dirección: una vaga promesa de negociación tras el cese de la huelga.

Italia
El 23 de noviembre, los sindicatos de base (Confederación unitaria de base-CUB, Cobas, y otros "sindicatos de lucha" intercategorías) lanzaron una jornada de huelga general seguida por 2 millones de asalariados contra el acuerdo firmado el 23 de julio último entre el gobierno de centro izquierda y las 3 grandes centrales sindicales (CGIL/CISL/UIL) que legaliza la creciente precariedad del trabajo, la reducción drástica de las pensiones y de la protección social en gastos de salud. 25 manifestaciones organizadas en todo el país ese día reunieron a 400.000 personas, en Roma y Milán sobre todo. Todos los sectores estuvieron afectados, especialmente los transportes (ferrocarriles, aeropuertos bloqueados), la metalurgia (90% de huelguistas de Fiat en Pomigliano), y los hospitales. La huelga fue especialmente seguida por jóvenes con empleos precarios (son más de 6 millones) y por no sindicados. La cólera debida a la baja del poder adquisitivo fue también un factor importante en la amplitud de la movilización.

Gran Bretaña
En Correos, en Liverpool y en el sector sur de Londres especialmente, los empleados iniciaron espontáneamente, por vez primera desde hace más de diez años, una serie de huelgas contra la baja de los salarios reales y las nuevas amenazas de reducción de plantilla, y, a la vez, el sindicato de obreros de la comunicación (CWU) aislaba a los obreros, mediante unos piquetes de huelga que los encerraba, en realidad, en cada sector. Y, al mismo tiempo, ese sindicato firmaba un acuerdo con la dirección que establece una mayor flexibilidad en el empleo y los salarios.

Alemania
La huelga "intermitente" de ferroviarios por subidas de sueldo habrá durado 10 meses bajo la batuta del sindicato del personal móvil GDL. Los sindicatos han desempeñado un papel de primer orden para dividir a los obreros con un reparto de tareas entre sindicatos partidarios de la legalidad y los más radicales dispuestos a transgredirla. Una gran campaña fue organizada por los medios denunciando el carácter "egoísta" de la huelga, cuando en realidad, la huelga obtuvo la simpatía de otros obreros "usuarios", cada vez más numerosos en identificarse, ellos también, como víctimas de las mismas "injusticias sociales". Ahora que la cantidad de empleados de los ferrocarriles ha quedado reducida a la mitad en 20 años, que las condiciones de trabajo se han degradado y los salarios están bloqueados desde hace 15 años, el sector es uno donde peor se paga (con una media de menos de 1500 euros por mes). Bajo la presión de los ferroviarios, los tribunales legalizaron una nueva huelga de 3 días en noviembre, justo a la vez que se desarrollaba en Francia una huelga ferroviaria que, por cierto, ha sido muy popular en Alemania. La huelga acabó en enero con aumentos de sueldo de 11% (lejos del 31% reivindicados y ya en parte recortados por la inflación) y, para dejar escapar un poco de presión de la olla social, se ha reducido la duración semanal del trabajo para los 20 000 maquinistas, pasando de 41 a 40 horas, pero sólo a partir de... febrero de 2009.
Más recientemente, el constructor finlandés de teléfonos móviles Nokia anunció el cierre, a finales de 2008, de su factoría de Bochum que emplea a 2300 obreros. Esto implicará, debido a las repercusiones en las empresas subcontratadas, la pérdida de 4000 empleos en esa ciudad. Al día siguiente, 16 de enero, los obreros se negaron a acudir a sus puestos de trabajo y hubo obreros de la factoría vecina de Opel, otros de Mercedes, siderúrgicos de la empresa Hoechst de Dortmund, metalúrgicos de Herne, mineros de la región que afluyeron a las puertas de la fábrica Nokia para dar su pleno apoyo solidario a sus compañeros. El proletariado alemán, en el corazón de Europa, al sistematizar sus experiencias recientes de combatividad y solidaridad, tiende a volver a ser un faro en el desarrollo de la lucha de clases a nivel internacional. Ya en 2004, los obreros de la factoría Daimler-Benz de Bremen se pusieron espontáneamente en huelga, en solidaridad con los obreros de Stuttgart de la misma empresa amenazados por los despidos, rechazando así el chantaje de la dirección consistente en hacer competir entre sí a diferentes lugares de producción. Y a su vez, unos meses más tarde, otros obreros del automóvil, ya entonces precisamente los de Opel de Bochum, lanzaron una huelga espontánea ante una presión semejante de la dirección. Por eso, hoy, para desviar esta nueva expresión de solidaridad y esta amplia movilización intersectorial, la burguesía alemana se ha puesto inmediatamente a focalizar la atención sobre este enésimo ejemplo de deslocalizacion (la fábrica de Nokia va a ser transferida a Cluj, en Rumania), dando bombo y platillo a una gran campaña mediática (en un amplio frente común que une a gobierno, electos locales y regionales, Iglesia y sindicatos) acusando al constructor finlandés de haber traicionado al gobierno, tras haberse aprovechado de las subvenciones que debían permitir el mantenimiento de la actividad en Bochum.
Y así, a la lucha contra los despidos y las reducciones de plantilla se le van añadiendo otras reivindicaciones por subidas de salario y contra la pérdida de poder adquisitivo, además ahora que toda la clase obrera del país está cada vez más expuesta a los ataques incesantes de la burguesía (edad de jubilación pospuesta a los 67 años, planes de despidos, recortes en todas las prestaciones sociales de la Agenda 2010...). En 2007, Alemania tuvo, además, la mayor cantidad de jornadas de huelga acumuladas (el 70% por las huelgas de primavera contra la "externalización" de 50.000 empleos en las telecomunicaciones) desde 1993, al poco de la reunificación de Alemania.

Francia
Pero fue sobre todo la huelga de ferroviarios y chóferes de transporte público de Francia, en octubre-noviembre, lo que ha revelado las nuevas potencialidades para el porvenir, un año y medio después de la lucha de la primavera de 2006, animada ésta sobre todo por la juventud estudiantil que obligó al gobierno a retirar un proyecto (el CPE) con el que iba a incrementarse la precariedad de los jóvenes trabajadores. Ya en octubre, la huelga de 5 días de azafatas y camareros de Air France contra el deterioro de sus condiciones de trabajo había demostrado la combatividad y un descontento social en ascenso.
Los ferroviarios no se quedaron agarrados a su "régimen especial de jubilación", exigiendo el retorno a los 37,5 años de cuotas para todos. Entre los jóvenes obreros de la Compañía nacional de ferrocarriles (SNCF), en especial, se fue consolidando la voluntad de extensión de la lucha en ruptura con el peso del corporativismo de los ferroviarios y de los "rodantes" que había predominado en las huelgas de 1986/87 y de 1995, mostrando así un elevado sentimiento de solidaridad en el seno del conjunto de la clase obrera.
El movimiento estudiantil, por su parte, contra la Ley de Reforma de las Universidades (o ley Pécresse), cuyo objetivo es crear universidades de élite de la burguesía, echando a la mayoría de los estudiantes hacia "facultades basurero" y el trabajo precario, ha seguido situándose en continuidad con el movimiento antiCPE de la primavera de 2006. Su plataforma reivindicativa mencionaba no sólo la retirada de la Ley Pécresse sino de todos los ataques del gobierno. Se tejieron verdaderos lazos de solidaridad entre estudiantes y ferroviarios o conductores, que se plasmaron, por mucho que quedaran limitados a ciertos lugares y a los momentos más álgidos de la lucha, en que hubo encuentros mutuos en asambleas y acciones comunes o comidas compartidas.
Por todas partes las luchas topan y se enfrentan a la labor de sabotaje y de división de los sindicatos, los cuales, obligados a ponerse en la primera fila de los ataques antiobreros, dejan cada día más al descubierto su papel y su verdadera función al servicio del Estado burgués. En la lucha de los ferroviarios y conductores de Francia en octubre-noviembre de 2007, las componendas entre sindicato y gobierno para hacer tragar los ataques ha sido algo patente. En ese reparto cada sindicato tuvo su papel en la división y el aislamiento de las luchas ([1]).

Estados Unidos
El sindicato UAW saboteó la huelga de General Motors en septiembre, después la de Chrysler en octubre, negociando con la dirección de esas empresas la transferencia de la gestión de la "protección medico-social" al sindicato a cambio del "mantenimiento" de los empleos en la empresa y de la congelación salarial durante 4 años. Ha sido una estafa total, pues el mantenimiento de la cantidad de empleos prevé la sustitución por eventuales sometidos a contratos más precarios, con salarios más bajos y obligados, además, a afiliarse al sindicato. Y así, la acción sindical ha permitido un resultado inverso al obtenido por la lucha ejemplar de los obreros de los transportes de Nueva York que, en diciembre de 2005, habían rechazado que se instaurara, para sus hijos y las generaciones futuras, un sistema diferente de contrato y de salarios.

La burguesía se ve obligada cada vez más a instalar contrafuegos ante el desgaste y el desprestigio de los aparatos sindicales. Por eso, según los países, surgen sindicatos de base, sindicatos "más radicales", otros diques "libres e independientes" para encuadrar las luchas, para no dejar que los obreros se apoderen de ellas y, sobre todo, bloquear y dejar que se enfangue el proceso de reflexión, de discusión y de toma de conciencia en el seno de la clase obrera.

El desarrollo de las luchas se enfrenta a una amplia operación de denigración ignominiosa por parte de la burguesía para desprestigiarlas, además de acarrear un incremento de la represión. No sólo ya se organizó una gran campaña, en Francia, para hacer impopular la huelga de los transportes, para soliviantar a los "usuarios" contra los huelguistas, dividir a la clase obrera, quebrar el ímpetu de solidaridad en su seno, impedir todo intento de ampliación de la lucha y culpabilizar a los huelguistas. Además, lo hicieron todo por criminalizar a los huelguistas. Organizaron así una campaña al final de la huelga, el 21 de noviembre, en torno a un sabotaje de las vías férreas y de un incendio de cables eléctricos para hacer que los huelguistas aparecieran como "terroristas" o "asesinos irresponsables". La misma "criminalización" se hizo contra estudiantes "bloqueadores" a los que algunos rectores de universidad calificaron de "jemeres rojos" o de "delincuentes". Por otra parte, los estudiantes fueron víctimas de una represión violenta en intervenciones policiales para "desbloquear" las universidades ocupadas. Resultaron heridos decenas de estudiantes, muchos fueron detenidos con juicios inmediatos y penas de cárcel.

Las principales características de las luchas actuales

Las luchas recientes confirman plenamente unas características que ya afirmamos en la Resolución sobre la situación internacional que la CCI adoptó en mayo de 2007 en su XVIIº Congreso (publicada en la Revista internacional nº 130, 3er trimestre de 2007):

Así, "en las luchas se incorporan, y cada vez más, temas como la solidaridad, una cuestión de primer orden pues es el "contraveneno" por excelencia de la tendencia de "cada uno a la suya" propio de la descomposición social y porque ocupa, sobre todo, un lugar central en la capacidad del proletariado mundial para no sólo desarrollar sus combates actuales sino también para derribar el capitalismo" ([2]). A pesar del empeño de la burguesía por diferenciar unas reivindicaciones de otras, en las luchas de octubre-noviembre en Francia, la aspiración a la solidaridad se respiraba en el ambiente.

Las luchas plasman también una pérdida de ilusión sobre el futuro que nos reserva el capitalismo: "más de cuatro décadas de crisis abierta y de ataques a las condiciones de vida de la clase obrera, y sobre todo el aumento del desempleo y de la precariedad, han barrido las ilusiones de que "las cosas ya se arreglarán mañana". Tanto los trabajadores más veteranos como las nuevas generaciones obreras, son cada vez más conscientes de que ‘en el futuro las cosas solo pueden ir a peor' (...).

Hoy el principal alimento del proceso de reflexión no es tanto la posibilidad de la revolución, sino más bien, vistas las catastróficas perspectivas que nos ofrece el capitalismo, su necesidad.". La reflexión sobre el callejón sin salida que nos "ofrece" el capitalismo es más y más un factor determinante de la maduración de la conciencia de clase.

"en 1968, el movimiento de los estudiantes y el de los trabajadores se sucedieron en el tiempo, y si bien existió entre ellos simpatía mutua, expresaban sin embargo realidades muy diferentes. (...) por parte de los estudiantes se trataba de la rebelión de la pequeña burguesía intelectual contra la perspectiva de una degradación de su estatus en la sociedad; por parte de los trabajadores una lucha económica contra los primeros signos de la degradación de sus condiciones de existencia. En 2006, el movimiento de los estudiantes representa en realidad un movimiento de la clase obrera.". Hoy la gran mayoría de los estudiantes están integrados, de entrada, en el proletariado: la mayoría tiene que ejercer una actividad asalariada para pagarse los estudios o el alojamiento, se enfrentan a la precariedad, a empleos basura, muy a menudo sin más perspectiva que el desempleo y un porvenir muy oscuro. La universidad a dos velocidades que el gobierno está preparando va a arraigarlos más todavía en el proletariado. En este sentido, la movilización de los estudiantes del otoño 2007 confirma el sentido de su compromiso contra el CPE en 2006, que se había expresado plenamente en el terreno de la clase obrera, al adoptar espontáneamente sus métodos: Asambleas generales soberanas y abiertas a todos los obreros.

El incremento de la lucha de clases hoy está también marcado por le desarrollo de discusiones en la clase obrera, por la necesidad de reflexión colectiva, la politización de elementos en búsqueda, una búsqueda que también se realiza mediante el surgir o la reactivación de grupos proletarios, círculos de discusión, ante acontecimientos importantes (como el estallido de conflictos imperialistas) o como consecuencia de las huelgas. Hay una tendencia por el mundo entero, a acercarse a las posiciones internacionalistas. Una ilustración significativa de ese fenómeno es el ejemplo en Turquía de los compañeros de EKS, los cuales, en su posicionamiento internacionalista en un terreno de clase, han asumido su papel de militantes defensores de las posiciones de la Izquierda comunista ante la agravación de la guerra en Irak, marcada por la intervención directa de su país en el conflicto.

Aparecen minorías revolucionarias tanto en países menos desarrollados como Perú o Filipinas como en países altamente industrializados pero que carecen, en gran parte, de una tradición de lucha de clases como en Japón, o, en menor grado, en Corea. En este contexto, la CCI asume también sus responsabilidades hacia esas personas como lo demuestran sus intervenciones en diferentes países en los que la CCI ha impulsado, organizado y participado en reuniones públicas en lugares tan diversos como Perú, Brasil, Santo Domingo, Japón o Corea del Sur.

"La responsabilidad de las organizaciones revolucionarias, y de la CCI en particular, es participar plenamente en la reflexión que ya se está desarrollando en el seno de la clase obrera, no solo interviniendo activamente en las luchas que están ya desarrollándose, sino también estimulando la posición de los grupos y elementos que se plantean sumarse a su combate.".

El eco creciente en esas minorías, que recibirán la propaganda y las posiciones de la Izquierda comunista será un factor esencial en la politización de la clase obrera para echar abajo al capitalismo.
W (19 enero)

[1]) Para más detallada información sobre las maniobras del sabotaje sindical, pueden leerse nuestros artículos de la prensa territorial "Frente a los ataques múltiples, no nos dejemos dividir" y "Lucha de los ferroviarios, movimiento de los estudiantes: gobierno y sindicatos de la mano contra la clase obrera" (en francés) publicados en Révolution internationale (publicación de la CCI en Francia) de noviembre y diciembre 2008 y disponibles en nuestra página web.
[2]) Todas estas citas están sacadas de la Resolución sobre la situación internacional del XVIIº Congreso de la CCI publicada en la Revista internacional n° 130 (III/2007).

jueves, 10 de abril de 2008

DE TIANANMEN HASTA EL PRESENTE

Publicamos a continuación el Capítulo X del libro China. La Larga Marcha, de Virginia Marconi, publicado por la Editorial Antídoto en su Colección Herramienta[1]. La represión que ejerce el estado chino sobre el proletariado ha cobrado recientemente actualidad por los sucesos del Tíbet. En ese sentido nos parece importante recordar que el primer gran estallido social de oposición al régimen estalinista y su capitalismo de estado fue el que tuvo su epicentro en Tiananmen. Desde entonces, y pese a la férrea represión impuesta por los dictadores del PCCh[2], las movilizaciones no han parado de crecer. Es lógico, si consideramos que el corrupto gobierno chino y las multinacionales marginan a la inmensa mayoría de la población, condenándola a la miseria mientras la élite disfruta de cada vez más privilegios. El proletariado chino se rebela cada vez más, organizándose por fuera de las instituciones burocráticas frente a la explotación capitalista y a la ausencia absoluta de democracia proletaria. Las movilizaciones, cada vez más y más masivas, son la única esperanza del proletariado en su lucha por la emancipación.

Los incidentes que tuvieron lugar en China, y en especial en la Plaza Tiananmen, de abril a junio de 1989, han tenido diferentes interpretaciones. Para algunos, las movilizaciones estudiantiles fueron la manifestación de que el pueblo quería hacer avanzar las reformas, que hasta ese momento se habían limitado al campo económico, hacia el campo político. Para ellos, la Estatua de la Libertad representaba la necesidad de la instauración de la democracia burguesa, un régimen que, hasta entonces, los habitantes de China no habían experimentado. Para otros, era una reacción saludable desde dentro del propio PCCh, cuyo objetivo era sanearlo, terminando con la corrupción existente. Y para otros, la unión de estudiantes y obreros agrupados en sus organizaciones independientes, surgidas al calor de la movilización, marcaba el inicio de la revolución política que derrocaría al régimen corrupto del Partido Comunista, para instaurar un verdadero régimen de democracia obrera, que abriría el camino de la transición al socialismo.

Tanto la situación nacional como la internacional daban el marco justo para los eventos que se sucederían en Pekin. El escenario estaba listo, sólo faltaban los actores.

La nueva primavera de Pekin

Según la periodista Marie-Claire Bergère, citada por Domenach y Richer, la explosión de la primavera de 1989, tuvo más que ver con el descontento de la población de las ciudades con respecto a su futuro incierto, a una inflación galopante y al aumento de precios y la corrupción de las autoridades, que con un intento por resolver la contradicción entre el afán democratizador de la sociedad y el conservadurismo del Partido. Fue justamente ese descontento masivo, el que le dio a las movilizaciones de 1989 el apoyo popular del que habían carecido las de 1986.

La crisis del Partido ya era innegable. A principios de 1989, Zhao Ziyang le había hecho pública al presidente norteamericano George Bush, la existencia de dos líneas contrapuestas con respecto a la reforma. Existían, dijo, un sector "occidentalista" –interesado en acelerar el paso de las reformas—, y uno más "conservador"—interesado en hacerlo más lento—. El 20 de marzo, Li Peng, responsable de la economía, y representante de los sectores interesados en demorar la implantación de las reformas, anunció que se acercaban años de austeridad. Mientras tanto, en los grandes centros urbanos, era palpable la profundización de la crisis. En las universidades, se multiplicaban los círculos universitarios, los centros de investigación autónomos y otras organizaciones de especialistas. El centro de todo el movimiento era Fang Lizhi, el intelectual más prestigioso y líder del movimiento democrático. A principios de enero de 1989, Fang le había enviado a Deng una carta reclamando la libertad de los prisioneros de conciencia. A fin de febrero, comenzaron a circular peticiones de apoyo a la carta de Fang, y la policía le impidió asistir a un banquete dado por el presidente Bush, que se encontraba en una visita oficial en Pekin. El 4 de abril apareció el primer "dazibao" en Beida –la Universidad de Pekin—exigiendo la libertad de investigación y de palabra. Sólo faltaba el elemento que actuara como detonador. Y ese elemento llegó el 15 de abril.

Hu Yaobang, el ex-secretario general del PCCh, que había sido derrocado como consecuencia de las revueltas de 1986-87, había asistido el 8 de abril a una reunión del Buró Político. A la salida, y se presume que como consecuencia de las discusiones, tuvo un ataque al corazón. Su agonía se prolongó hasta el 15 de abril. Esa misma noche aparecieron nuevos "dazibaos" en Beida y en la escuela de la Liga de Juventudes Comunistas. Dos años después de su caída, los jóvenes tomaban su nombre como emblema de lucha.

La movilización creció al amparo de la indecisión de las autoridades, que tampoco podían atacar las expresiones de dolor por un hecho que ellas mismas decían lamentar. Así, los estudiantes aprovecharon para reclamar, junto con la rehabilitación de Hu, mayor democracia. El 21 de abril, 100.000 manifestantes desfilaron en la Plaza Tiananmen al grito de "¡Viva la democracia!". El 24, día de los funerales oficiales de Hu, 500.000 personas marcharon para rendirle homenaje. Era innegable que la población de Pekin prestaba su apoyo.

Los hechos podrían haber terminado allí, y entonces todo hubiera parecido simplemente una especie de ejercicio para liberar tensiones. Sin embargo, una serie de hechos y actitudes contribuyeron a darle fuerza al movimiento. Preocupado con las noticias que le llegaban de los países del Este, y temeroso de que las movilizaciones estudiantiles fueran un anuncio de que la revolución llegaba a China, Deng salió desde el principio a atacar al movimiento, uniéndose al sector tradicionalista en su reclamo de defender al régimen y al Partido de todos los posibles ataques. En el comité permanente del Buró Político, declaró que las movilizaciones no eran más que "una de esas oleadas estudiantiles habituales", agregando que en el campesinado no había problemas y que había que aprender de Polonia, donde mientras más se había cedido más se había extendido el desorden. Para evitar cualquier duda, dictó un editorial para el Diario del Pueblo del 26 de abril con el título de "¡Icemos bien alto la bandera de la lucha contra el caos!".

A partir de ese momento, los hechos se sucedieron con una velocidad vertiginosa. Ese mismo día, tuvieron lugar violentos incidentes en la ciudad de Changsha. El día siguiente, cientos de miles marcharon por las calles de Pekin al grito de "No somos un puñado de agitadores". Ante la inacción de la policía, la movilización se extendió a las provincias. El 22 de abril, ya habían tenido lugar graves incidentes en Xian. Para evitar la repetición de esa situación, las autoridades de Cantón y Shanghai permitieron las movilizaciones sin reprimirlas. Ante el poder que demostraban los estudiantes, el gobierno apeló entonces al diálogo, reivindicándolos como poseedores de "fervor patriótico", y admitiendo que sus demandas estaban "perfectamente de acuerdo con los objetivos del Partido y del gobierno". El 28 de abril se fundó la Asociación Autónoma de Estudiantes de Pekin, formada por representantes de todas las instituciones de altos estudios de Pekin. Liu Binyan, en su balance de Tiananmen a cinco años de la masacre, dice de esta primera dirección:

"Estos eran estudiantes que ya habían participado en movimientos democráticos internos en sus propias universidades, y que estaban directamente influidos por gente que había tomado parte en los distintos movimientos democráticos públicos que habían tenido lugar entre 1976 y 1986. Estaban al tanto de las complejidades de la política china, eran más maduros en su enfoque táctico de la lucha, y más moderados en su pensamiento político que algunos de los jóvenes militantes del movimiento."

Bajo esta dirección el movimiento democrático entró en su apogeo. Los festejos oficiales del 1º de mayo, y del aniversario de la revolución del 4 de mayo de 1919, sirvieron de excusa y marco para nuevas y multitudinarias movilizaciones. Pero algo estaba pasando dentro del movimiento estudiantil. El 13 de mayo, dirigidos por Chai Ling, 3000 estudiantes iniciaron una huelga de hambre que sólo concluiría con la represión final. Un sector más radicalizado se había hecho cargo de la dirección del movimiento estudiantil. Liu comenta sobre ese hecho:

"Después del 13 de mayo, la dirección del movimiento cayó en manos de una minoría estudiantil radicalizada, que desafió a las organizaciones estudiantiles y empujó por la realización de una huelga de hambre. Los dirigentes estudiantiles del ‘Comité de Estudiantes en Huelga de Hambre de la Plaza Tiananmen’ eran neófitos políticos que no tenían experiencia previa en los movimientos democráticos, y que, en gran parte, habían llegado al movimiento por casualidad. Su ignorancia de las realidades de la sociedad china, su irresponsabilidad y la sed que tenían algunos de ellos de hacerse célebres, los hicieron vulnerables al extremismo político."

Viendo que la situación se radicalizaba, Zhao Ziyang tomó abiertamente la decisión de dialogar, provocando la ira de Deng. El 8 de mayo, Deng convocó a la "Banda de los Viejos" (Chen Yun, Peng Zhen, Li Xiannian, Yang Shangkun, Wang Zhen, Bo Yibo, los sobrevivientes junto con Deng de la Guardia Vieja que tomara el poder junto con Mao Zedong), quienes decidieron el futuro de Zhao.

El 14 de mayo tuvo lugar un nuevo intento de negociación entre los dirigentes del Partido Comunista y los del movimiento estudiantil, que fracasó, según Liu Binyan, por intransigencia de los jóvenes. Allí se perdió, según él "una oportunidad histórica de resolver la situación de manera pacífica".

Aunque en minoría en el Buró Político, Zhao se seguía resistiendo a reprimir a los movilizados, e insistía en la vía conciliatoria, planteando que no se podía tomar ninguna decisión hasta después del 17 de mayo, cuando terminara la visita de Gorbachov.

El movimiento estudiantil, mientras tanto, seguía avanzando con sus jóvenes dirigentes: Wang Dan, un estudiante de historia, Wuerkaixi, un estudiante uigur -una de las minorías nacionales chinas-, y la única dirigente mujer del movimiento, Chai Ling. Estos jóvenes no estaban solos, sino que recibían apoyo de otros viejos militantes del movimiento democrático como Ren Wanding, que había participado en la Primavera de Pekin de 1979, y el de la mayoría de sus profesores. Sin embargo, aquél en quien todos habían cifrado sus esperanzas, Fang Lizhi, brillaba por su ausencia, al igual que el resto de los intelectuales chinos que en anteriores oportunidades habían jugado un rol dirigente.

El 15 de mayo, cuando llegó a Pekin, Gorbachov se encontró sumido en la vorágine. Su programa se cambió para que pudiera ir a la Plaza a conversar con los huelguistas y ser aclamado por la multitud, que lo recibió como el representante de la "democratización". Mientras tanto, Zhao le hablaba de la naturaleza monárquica de un régimen en el que todas las decisiones dependían de Deng.

El 17 de mayo, entre uno y dos millones de personas, según las distintas fuentes, desfilaron por las calles de Pekin para reclamar una reunión extraordinaria de la Asamblea Nacional. Ese mismo día, se publicó una encuesta llevada a cabo por el Diario de la Juventud, que revelaba que el 75% de los habitantes de las ciudades apoyaban a los huelguistas de hambre. El propio diario oficial El Diario del Pueblo publicaba reportajes a los huelguistas y los llamaba "la esperanza de China".

El 19 de mayo a la mañana, Zhao Ziyang, secretario general del Partido Comunista y presidente de la República Popular China, que ya estaba desde hacía tiempo en minoría en el Buró Político, y sabía cuál sería su destino, concurrió con Li Peng, el primer ministro, a entrevistarse personalmente con los huelguistas en la Plaza Tiananmen y les dijo su famoso: "Llegué muy tarde, demasiado tarde, nos merecemos sus críticas". Mientras tanto, 5500 trabajadores fundaban la Asociación Autónoma de Obreros de Pekin y peleaban por su derecho a ocupar un lugar en la Plaza al lado de los estudiantes, quienes los rechazaban para no "contaminar" su movimiento.

En la madrugada del 19 al 20 de mayo, Li Peng, a cargo de la represión, anunció que regía la ley marcial en los distritos urbanos de Pekin, y que se utilizaría la fuerza para imponerla, si fuera necesario. Era el principio del fin.

Apenas se enteró de la orden de Li, el pueblo de Pekin salió a la calle a impedir que los camiones del ejército entraran a la capital. Los jefes del ejército vacilaban. El 21 de mayo, el jefe del Estado Mayor, Yang Dezhi, junto con siete oficiales, exigieron que el EPL no entrara en la capital. Ese mismo día, un millón de manifestantes marcharon por las calles de Hong Kong exigiendo la renuncia de Li Peng, en lo que constituyó una de las mayores movilizaciones que hayan tenido lugar en esa ciudad.

Mientras tanto, en la Plaza, la movilización se seguía radicalizando. Así como el 13 de mayo se había producido un recambio en la dirección, ahora se estaba produciendo un recambio entre los huelguistas dentro de la Plaza. Los jóvenes pequineses ya mostraban síntomas de desgaste después de casi un mes de lucha, y comenzaban a retirarse, pero sus lugares eran tomados por jóvenes llegados de las provincias, cuyo ánimo estaba intacto y para quienes la lucha recién comenzaba. Ante la declaración de la ley marcial, Wuerkaixi planteó ante la Plaza reunida en asamblea, que la única salida era levantar la huelga y vaciar la Plaza, antes de que se iniciara la represión. Wang Dan, interpretando el sentir de los allí reunidos pidio que se votara. Chai Li, que tres días más tarde se haría cargo de la dirección del movimiento dijo: "¡La Plaza es nuestra única arma!" Y con el apoyo del resto de los habitantes de Pekin, el movimiento se mantuvo quince días más contraviniendo la ley marcial. El 28 de mayo, el Comité de Ciudadanos de Pekin le pidio a los estudiantes que se retiraran de la Plaza, para no darle a la línea dura del Partido un pretexto para seguir adelante con sus planes de represión. Los estudiantes hicieron caso omiso de este pedido.

El 30 de mayo, los estudiantes de Bellas Artes decoraron la Plaza y trajeron a ella lo que sería el escándalo para los viejos dirigentes: una réplica de la Estatua de la Libertad de Nueva York, a la que bautizaron la "diosa de la democracia". A pesar de los síntomas ominosos que se percibían por doquier, todos pensaban, a esta altura, que finalmente el gobierno llegaría a un acuerdo. Más aún, según cuenta Harrison E. Salisbury, uno de los periodistas especializados en China, todos estaban convencidos de que el derramamiento de una sola gota de sangre de los estudiantes provocaría la caída del gobierno.

Mientras tanto, Deng preparaba su respuesta. Desde el 20 de mayo, se encontraba reunido con los jefes militares en Wuhan. Una rápida revisión de los jefes del ejército le dejó en claro que los únicos que tenían dudas sobre la represión eran los destacamentos de la capital. Todo estaba listo para el golpe final. El 24 de mayo, Deng dio la orden de que las tropas rodearan la ciudad. El mismo día, el Buró Político destituyó a Zhao Ziyang y Hu Qili. A fines de mayo, Jiang Zemin, el patrón de Shanghai, fue nombrado miembro de la dirección del Partido.

A todo esto, ignorantes de lo que estaba ocurriendo, y cansados por el desgaste de la espera, muchos jóvenes comenzaron a abandonar la plaza. A principios de junio sólo quedaban allí una decena de miles de manifestantes.

En la madrugada del 2 al 3 de junio se produjo el primer intento de asalto que fue rechazado.

Alrededor de las 2 de la mañana el primer grupo de soldados a pie y desarmados marchó sobre Tiananmen desde diferentes direcciones. La gente común de la ciudad los rodeó a medida que se acercaban a la plaza y los convenció de que se volvieran en la dirección en que habían venido. Mientras tanto, la segunda columna venía por el oeste. Consistía principalmente en soldados en camiones que escoltaban a otros que venían en ómnibus. Aparentemente los que venían en los camiones no estaban armados, los de los ómnibus sí. Los motorizados se habían movido rápidamente sin encontrar oposición hasta que ocurrió un accidente que dio tiempo a los estudiantes para dar la alarma. Nuevamente la gente salió a la calle a rodear la columna. Las tropas retrocedieron después de un intercambio de gritos. La gente con la que habló el corresponsal de Reuters le dijo que las tropas parecían con la moral baja y que no sabían nada de los estudiantes, las movilizaciones o qué estaba ocurriendo en Pekin. Eran tropas que venían del interior a las que nadie les había contado nada.

Finalmente, el ataque llegó la madrugada del 4 junio, cuando el EPL junto con blindados y con el apoyo de la policía militar aplastó brutalmente a los manifestantes. El mismo día, en Chengdu (Sichuan), otros cientos de víctimas de la represión se sumaron a los de Pekin. Las movilizaciones estallaron nuevamente en numerosas ciudades, pero fueron aplastadas. También se produjeron manifestaciones de protesta en Hong Kong. Por primera vez el Ejército Popular de Liberación había atacado a la población desarmada en pleno centro de Pekin, ante los ojos de la población de China y del mundo. Lo que nadie pensaba que podía ocurrir había ocurrido.

La magnitud de la represión

Hay distintas interpretaciones sobre las motivaciones y los objetivos políticos del movimiento de Tiananmen. Con respecto a lo que no hay dudas, es que la situación estaba lista para el estallido debido a la profundidad de la crisis económica y política interna y a los movimientos que ya habían tenido lugar, no sólo en Europa del Este, sino también en el propio sudeste asiático. Sin embargo, lo que resulta incomprensible para algunos es por qué decidió Deng reprimir cuando era muy probable que, de mantenerse el statu quo, el movimiento terminara por desgranarse y dividirse. En un discurso que dirigiera a los cuadros del Partido para explicar el por qué de la represión, publicado en el diario The New York Times a fines de junio de 1989, Deng decía que los dirigentes chinos habían cometido el error de pensar que los tumultos que estaban ocurriendo en otras partes del mundo, y en especial en los países del Este de Europa, no los afectarían. Por suerte, agregaba, los cuadros viejos del Partido habían sabido reaccionar a tiempo ante la amenaza, para matarla en su inicio.

El movimiento democrático había demostrado una fuerza y vitalidad superiores a las de cualquiera de los anteriores, y se había extendido prácticamente a todo el país. Demasiado pronto la Plaza había recibido representantes de las minorías étnicas, como los musulmanes del norte de China, que reclamaban un lugar para presentar sus reivindicaciones. Uno de los dirigentes del movimiento, Wuerkaixi, no era han. De no haberse puesto freno a esa situación, pronto se les hubiera ido de las manos.

El terror que le produjo a los jerarcas chinos la expansión y profundidad de la respuesta popular, los convenció, con Deng a la cabeza, de que lo mejor era olvidar sus diferencias tácticas sobre la "vía comunista" de vuelta al capitalismo y unir fuerzas contra sus dominados. Al aplastar la hipótesis de una transición democrática, Deng conseguía los medios para entrar, más tarde, y sin peligro, en la única transición al capitalismo admisible a sus ojos: una transición no política sino económica "a un comunismo capitalista", controlada por el PCCh. Para conseguirlo, hizo lo que ni siquiera Mao en el pico más alto de la Revolución Cultural se había animado a hacer: utilizar al ejército para atacar a una población desarmada e indefensa, frente a todos los medios de la prensa mundial. Es por eso que la diferencia entre la represión que sufrieron los manifestantes de Tiananmen, y la sufrida por otros representantes de los movimientos democráticos anteriores, no fue de grado sino cualitativa.

En su crónica de los últimos días de Tiananmen, Salisbury cuenta cómo la incredulidad de la población de Pekin –que se reía cuando les planteaba que el gobierno iba a utilizar las tropas que había movilizado sobre la ciudad- se vio reemplazada por el terror y la inmovilidad cuando tomaron conciencia de la magnitud de la masacre.

Pero tiene que quedar claro que fue una dureza calculada y puntual. Las directivas de Deng habían sido claras. En sus órdenes a Li Peng, el 31 de mayo, había dicho: "No podemos repetir la política de la revolución cultural" y a mediados de junio agregó: "Debemos juzgar a los criminales de acuerdo con la ley y sobre la base de pruebas. No debemos ejecutar sin límites. Debemos ser clementes con los que se arrepientan e inflexibles con los demás."

Como para que quedara claro que la represión no sería indiscriminada, el 9 de junio, en su discurso a los oficiales encargados de la aplicación de la ley marcial, Deng volvió a declarar: "No se trata de gente ordinaria sino de una clique contrarrevolucionaria y de una masa de marginales sociales (...) Su objetivo era instaurar una república burguesa totalmente ligada a Occidente." El 20 de junio, una circular de la Corte Suprema, planteaba la necesidad de acelerar los juicios a los contrarrevolucionarios. Las proclamas con los nombres de los dirigentes y participantes del movimiento sobre los que había orden de captura, cubrieron las paredes de las grandes ciudades, y la policía militar patrullaba las calles. Sin embargo, en la práctica, la represión que siguió a la matanza, de ninguna manera fue tan extensiva como se creyó en Occidente. El ejército fue rápidamente enviado de vuelta a los cuarteles, y los instrumentos de represión fueron los tradicionales: los Servicios de Inteligencia y el Partido, y hay que reconocer que no se mostraron demasiado eficaces. De la lista de 21 personas más buscadas, sólo 10 habían sido detenidas para el verano de 1990.

La represión se centró en los sectores de la juventud obrera y estudiantil, y en los grupos sociales "riesgosos", como los pequeños comerciantes. Pero aun esta represión puntual encontró un freno en la mala voluntad de los jueces, las intervenciones a favor de los estudiantes detenidos y el descontento de la población. Esto no quiere decir que no haya existido represión. Al respecto, Liu Binyan documenta que:

"...Además de la masacre de por lo menos 500 personas en Pekin, decenas fueron ejecutadas en las provincias por ‘participar en las revueltas’. Miles más fueron arrestados; muchos sentenciados a condenas que iban de 3 a 15 años de cárcel. Ya fuera que sólo se los detuviera o que se los enviara a la cárcel, esta gente fue, en su absoluta mayoría, privada de sus empleos originales cuando se los liberó, y fueron frecuentemente hostilizados o encontraron obstáculos para comenzar nuevas tareas que les permitieran mantenerse."

Se sabe que hubo centenas de ejecuciones, y que las detenciones llegaron a decenas de miles, pero las penas cayeron en un alto porcentaje sobre los jóvenes obreros del Sindicato Autónomo y los campesinos desocupados que habían llegado a la ciudad en busca de trabajo, violando las restricciones de emigración interna.

El 10 de enero de 1990, pasado el chubasco y salvada la ropa, el régimen consideró que podía ser magnánimo, y levantó la ley marcial, liberando a los grupos más importantes de detenidos, a la vez que autorizó la salida de Fang Lizhi a los Estados Unidos. Dos años más tarde, en febrero de 1993, ya más seguro en el poder, el PCCh liberó a Wang Dan, y aseguró que ya todos los estudiantes habían recuperado su libertad. En septiembre, Wei Jingsheng, el héroe del movimiento democrático de 1979, recuperó su libertad, para perderla nuevamente, junto con otros representantes del movimiento, en 1994. Se puede decir que tanto Wei como Wang entran y salen de prisión de acuerdo con el humor de los burócratas de turno.

¿Qué fue y por qué fracasó el movimiento de Tiananmen?

Como movimiento, el de la Primavera de 1989 no se diferenció demasiado de los demás movimientos democráticos que estallaron en China desde 1949. Al igual que ellos, fue políticamente difuso y con un bajo grado de organización. Patrick Sabatier, especialista en el tema, dice con respecto a los jóvenes que tomaron parte en las movilizaciones de abril y mayo: "Los estudiantes citan a Robespierre, Washington y la declaración de los Derechos del Hombre mientras escuchan a Michael Jackson y Madonna". Harrison E. Salisbury dice después de la que sería su última visita a la Plaza antes de la masacre:

"...en las paredes de los costados había muchos carteles y anuncios; algunos eran sólo nombres de personas que habían estado allí, otros eran declaraciones, algunos mensajes a amigos diciéndoles donde podían encontrar a otros, el tipo de anotaciones que a menudo se veían en los Estados Unidos en las movilizaciones de los años sesenta, especialmente durante las sentadas... Era Woodstock, creo, sin drogas y por cierto sin tanta gente, a las 6.30 ó 7 de la tarde del 3 de junio."

Aunque la Asociación Autónoma de Estudiantes de Pekin jugó un rol importante, nunca llegó a unificar las posiciones de los distintos grupos, ni a hacer que reinara el orden dentro de la Plaza. Si había algo que unificaba a todos los asistentes a la Plaza y a los huelguistas de hambre, era la reivindicación democrática.

Podríamos decir que esa falta de organización y de objetivo político claro fueron, al mismo tiempo, la debilidad y la fortaleza del movimiento. Su fortaleza, porque al ser los objetivos tan difusos permitieron el acercamiento de enormes masas de descontentos con el régimen. Su debilidad, porque es imposible organizar una oposición coherente, no ya a nivel nacional, sino incluso a nivel regional, sin un programa de acción claro.

Es por eso que es difícil entender y caracterizar a la primavera de 1989, y ésta es la razón por la que distintos sectores se apropiaron de la movilización para sus propios fines. Para los partidarios del capitalismo, se trató de una explosión democrática cuyo objetivo era extender los beneficios del mercado al sector político. Por eso, los estudiantes tomaron como paladín de sus luchas a Hu Yaobang, el delfín de Deng caído en desgracia a raíz de su defensa del avance de la reforma económica y de los sectores democráticos en las movilizaciones de 1987/88. En apoyo a esta hipótesis, hay que decir que los miembros de la nueva "burguesía roja" apoyaron al movimiento tanto mientras duró dentro de China, como afuera, una vez que la mayoría de sus dirigentes estudiantiles decidieron emigrar. Y no sólo ellos lo hicieron, sino también la burguesía taiwanesa y el imperialismo americano. Los primeros, tal vez como un intento de iniciar un proceso que terminara con el colapso de su odiado enemigo, los segundos como una posibilidad de imponer mejores condiciones de intercambio que le permitieran recomponer una balanza comercial altamente deficitaria.

Para otros sectores, se trató de un intento de reformar al Partido desde adentro, de democratizarlo liquidando a los sectores más reaccionarios y corruptos, fortaleciendo al sector "occidentalista" dentro del PCCh, pero sin salirse de ese marco. Para respaldar esta posición, citan que a las marchas concurrieron cuadros importantes del Partido –viejos héroes de la Larga Marcha que lucían sus medallas y condecoraciones- y que los estudiantes cantaban –entre otras canciones- la Internacional. Según los partidarios de esta idea como Liu Binyan, la Primavera de 1989 fue un intento de reforma política que fracasó por la ceguera de los intelectuales chinos y la inexperiencia de los dirigentes estudiantiles del "Comité de Estudiantes en Huelga de Hambre de la Plaza Tiananmen". Liu Binyan es especialmente duro en su crítica a sus colegas intelectuales. En su artículo Tiananmen and the Future of China dice:

"Una razón importante para el fracaso del movimiento fue la alienación y lejanía de la intelligentsia china de la gente común. Su demora inicial para percibir la cercanía de la crisis dentro de la sociedad china, no les permitió prepararse bien para los hechos que acontecieron; incapaces de darle al movimiento el apuntalamiento teórico y estratégico que necesitaba, no pudieron dar un paso adelante para dirigirlo como hicieron sus colegas en Europa del Este y Rusia.

"La abdicación de los intelectuales puso, en los hechos, la responsabilidad del destino del movimiento de Tiananmen en manos de los estudiantes universitarios."

Por otra parte, existe todo un sector del movimiento democrático formado por dirigentes estudiantiles como Wuerkaixi y Chai Lin, que consiguieron escapar a Occidente, y cuyos intentos de organizar una oposición en el extranjero, hasta ahora han fracasado. La opinión de Liu sobre todo sobre ellos es palmaria:

"... Después del 4 de junio, los dirigentes estudiantiles más radicalizados se las arreglaron para escapar del país, mientras que sus colegas más responsables, quienes habían puesto un esfuerzo enorme para organizar la estrategia de la lucha, terminaron arrestados y en prisión. Aquellos que han recuperado su libertad se rehusan a dejar el país, e insisten en quedarse en China para continuar la lucha. Son ellos los que están haciendo los esfuerzos más conscientes para aprender de la debacle, mientras que durante los últimos cinco años, los radicales se han rehusado consecuentemente a reexaminar la historia del movimiento o a reconocer sus errores. Sin embargo, los políticos americanos los siguen viendo como los héroes de Tiananmen y los representantes del movimiento democrático chino en el extranjero."

Para él, la fundación del Sindicato Autónomo de Obreros de Pekin fue el primer indicio de que la clase obrera, después de muchos años, intentaba retomar su lugar de preponderancia en la Revolución China. Un hecho que podría encontrarse confirmado en las innumerables huelgas salvajes que se propagaron por todo el país luego de la masacre, como si el movimiento obrero, que había entrado más tarde a la lucha, no se hubiera dado cuenta de que ésta ya había acabado.

Tiananmen nos enfrenta con un fenómeno repetido en la historia de la China comunista: la movilización espontánea y a gran escala de la población para enfrentar a una política o a un sector del gobierno. Así, en el entierro de Chou Enlai en 1976, las masas salieron espontáneamente a explicitar su descontento con Mao y la Banda de los Cuatro. Lo mismo volvió a ocurrir en 1979, y en 1987 cuando salieron a protestar contra las medidas tomadas por el régimen. Tiananmen fue un movimiento espontáneo del mismo estilo, aunque en una escala superior a los anteriores. Es como si las masas, privadas de su derecho a organizarse de manera independiente a partir de 1949, lograran, de tanto en tanto, liberarse del yugo del Partido y encontraran la forma de manifestarse, aunque de una manera limitada, porque nunca disponen de suficiente tiempo para poder constituir un movimiento estable y dar una batalla a largo plazo. Es que para hacerlo es necesario un programa y objetivos comunes, que les permitan apuntar "al corazón del Rey". Mientras eso no ocurra, las masas chinas seguirán dejando, una y otra vez, su heroica sangre en plazas y ciudades.

Un camino sin retorno

A partir de la masacre de Tiananmen, el sector "conservador" tomó, en apariencia, el control del Partido y del gobierno. Sin embargo, era sólo una apariencia. Deng consiguió ubicar en el cargo de secretario general del Partido a Jiang Zeming –ex-intendente de Shanghai-, un personaje venido de las provincias, sin mayor apoyo dentro del aparato del Partido, que por fuerza debía responderle. Al mismo tiempo, le puso un límite a la represión y al accionar del primer ministro Li Peng. El centro de la política sería el desarrollo económico, y sus dos puntos básicos: el cumplimiento de los "cuatro principios fundamentales", y la reforma y la apertura. Que el poder estaba más balanceado de lo que comúnmente se cree, lo demuestra el hecho de que Zhao Ziyang fuera destituido de su cargo, pero que en ningún momento se planteara su expulsión del PCCh, como le había ocurrido al propio Deng en 1976. Zhao, más bien, fue conservado como una pieza de recambio.

Por otra parte, era por todos sabido que la única perspectiva de éxito para las campañas de pureza ideológica que querían impulsar, tanto en el campo como en las ciudades, a fin de desmontar lo que quedara en pie del movimiento democrático, estaba en la rápida obtención de mejoras en el campo económico. Y sería en el campo económico donde se libraría la verdadera batalla. El quinto pleno del Comité Central de noviembre de 1989, anunció el restablecimiento de la planificación central, la restauración del control de precios, y una serie de medidas, como la restricción de créditos, destinadas a frenar el desarrollo de las empresas privadas y colectivas, y a reducir la importancia del mercado. Al mismo tiempo, la prensa oficial volvió a hablar de la renacionalización de la tierra y de la vuelta a la economía colectivista en el campo.

Los intentos por dar la marcha atrás en la reforma terminaron en el fracaso. Sólo en Shanghai, la restricción del crédito generó un freno en la producción que llevó al desempleo a 100.000 trabajadores. A ese costo se consiguió frenar la inflación, que cayó al 2% en 1990. En el campo, las medidas de los conservadores se sintieron de manera brutal, aunque gracias a la indecisión de los cuadros locales, que no se animaron ni a restablecer la colectivización –sobre todo, porque ellos eran parte del negocio-, ni a favorecer plenamente al comercio de los 18 millones de pequeñas empresas existentes, sólo 400.000 cerraron entre 1989 y 1990.

Pero los "conservadores" se encontraron con un problema en el que no habían pensado: después de años de descentralización, las provincias costeras, cuyas economías eran mucho más dinámicas, no prestaban atención a las directivas de Pekin. Las Zonas Económicas Especiales se resistieron al nuevo sistema impositivo centralizado, y presentaron sus excusas a la política económica central, basándose en la necesidad de luchar contra el desempleo. No hay duda de que sabían que contaban con el apoyo de Deng y otros dirigentes cercanos a él, entre ellos el propio Jian Zeming, que estaba ansioso por relanzar la apertura de Shanghai. El proceso de descentralización económica había creado un monstruo que ya no podía ser gobernado desde el centro. La resistencia obligó a los "conservadores" a una retirada táctica, y en el Pleno del Comité Central de diciembre de 1990, se vieron obligados a adoptar una línea más equilibrada. La política de la reforma recibió una aprobación oficial.

A partir de ese momento y durante 1991, las diferencias se hicieron evidentes. Desde el punto de vista político, mientras el Diario del Pueblo hablaba en contra de la "liberalización burguesa", los diarios oficiales de Shanghai desataban una ofensiva contra el "sector conservador". En este momento, un hombre nuevo fue elevado a la alta jerarquía del Partido: Zhu Rongji –el reemplazante de Jiang Zemin en la dirección de Shanghai-, que pertenecía al sector de Deng. En respuesta, los conservadores relanzaron su campaña contra las zonas económicas especiales y la reaparición del capitalismo en el campo, y consiguieron imponer uno de sus hombres como viceprimer ministro.

Pero la situación económica no les daba respiro. La lucha interna, combinada con los intentos de aplicación de la política de los conservadores, había estancado al país. Al mismo tiempo, se hacía cada vez más evidente que, mientras el 40% de las empresas del Estado eran deficitarias, el único sector que producía y se hacía cada vez más dinámico, era el de la empresa privada, tanto en el campo como en las zonas costeras. Deng, cansado de esta situación decidió tomar el toro por las astas y salir él mismo a dar la batalla.

A principios de 1992, a los 88 años de edad, iba a demostrar una vez más que había aprendido mejor que nadie la técnica maoísta para imponer una política. En enero de ese año, hizo un viaje a Shenzhen, donde a la vez que reafirmó la necesidad de impedir, a como diera lugar, cualquier intento de cuestionamiento ideológico, mantuvo que era más necesario que nunca, establecer una economía de mercado.

El Buró Político adoptó inmediatamente esta nueva orientación, a la vez que la Asamblea Nacional abolió las medidas económicas más restrictivas adoptadas luego de Tiananmen, y declaró la autonomía de las empresas del Estado. Esta línea fue luego reafirmada por el XIV Congreso del PCCh en octubre de 1992. Se proclamó la "economía de mercado socialista", bajo la consigna: "Hacerse rico es glorioso". Los "conservadores" fueron derrotados en toda la línea, y sufrieron bajas en sus representantes dentro del gobierno. De acuerdo con las decisiones del Congreso, en marzo-abril de 1993, la Asamblea Nacional reformó la Constitución para incluir en el preámbulo el concepto de "economía de mercado socialista". Se eligió una nueva dirección: Li Peng siguió siendo primer ministro –aunque con un 10% de votos en contra—; Jiang Zeming se transformó en presidente; el "capitalista rojo", Ron Yiren, sería viceprimer ministro y Zhu Ronghi quedó confirmado como jefe de la reforma económica y primer viceprimer ministro.

Uno de los problemas inmediatos, a resolver por Zhu Ronghi, era el del campesinado. Las causas del malestar podían reducirse básicamente a dos. Por un lado, la prepotencia de las burocracias locales, que en lugar de pagarle a los campesinos sus cosechas en efectivo, utilizaban ese dinero para invertirlo en las empresas colectivas locales, y a ellos les pagaban con bonos. Además, por si eso fuera poco, habían incrementado los impuestos, y exigían que estos se pagaran en efectivo. El otro problema era el alza de los precios de las semillas y de las maquinarias. Las revueltas campesinas se multiplicaron durante 1992 y 1993. Para poner freno a esa situación, Zhu tomó medidas para defender a los campesinos.

Pero el gobierno tenía que enfrentar, además, otra dificultad: el recalentamiento de la economía, que amenazaba con quedar fuera de control. La inflación volvió a subir en las ciudades. Para resolver la situación, Zhu Ronghi decidió tomar él mismo la dirección del Banco Central de China, y adoptar una serie de medidas como reducir la tasa de interés, devolver zonas que habían sido declaradas abiertas al derecho común y prohibir la concesión de préstamos especulativos. Sin embargo, el pleno del Comité Central que votó tanto esa política como el establecimiento de la economía socialista del mercado, no votó, como era su costumbre, por unanimidad. La economía siguió creciendo pero había y sigue habiendo sombras en el futuro.

[1] Esta Editorial está vinculada a la Revista de Debate y Crítica Marxista Herramienta (http://www.herramienta.com.ar/index.php)
[2] Para una introducción a nuestros planteamientos sobre China, puede verse nuestro artículo China: ¿del capitalismo de estado al capitalismo “normal”? en http://democraciacomunista.blogspot.com/2007/10/china-del-capitalismo-de-estado-al.html

jueves, 3 de abril de 2008

Vidal Villa: El Luxemburguismo

Pero, al margen de la Komintern, incluso contra la Komintern, y fuera del ámbito de influencia de la IV internacional trotsquista, se ha desarrollado un movi­miento que se reclama de la herencia de Rosa: los «lu­xemburguistas», que son más una corriente de pensa­miento que una organización estructurada. El «luxem­burguismo», nacido tras la muerte de su inspiradora, no ha cuajado nunca en organizaciones estables. Permane­ce vivo como actitud ante la lucha proletaria, como vi­vencia revolucionaria de las luchas de los pueblos. Y se nutre incansablemente en la obra de Rosa, sobre todo en sus «errores», errores que realmente sólo lo son des­de una óptica leninista.

El «luxemburguismo» no es pues, algo concreto. La obra de Rosa sí lo es. Y ella nos ha dejado su magis­tral condena del reformismo revisionista, aún hoy váli­da por tantos motivos en el seno del movimiento prole­tario. Y ha legado a la posteridad su obra Huelga de masas, partido y sindicatos, donde la marcha espontá­nea de la revolución es combinada con la acción cons­ciente de la clase y la actuación directa de su vanguar­dia. Rosa no fue espontaneísta en el sentido que hoy adopta esta palabra. Rosa fue lúcidamente capaz de comprender que la revolución es una necesidad históri­ca y que su estallido no puede ser otra cosa que espon­táneo. Pero no negó nunca el papel de la conciencia ni del partido, sino muy por el contrario, señaló hasta el cansancio su necesidad.

Pero no la necesidad de cualquier partido. No un partido burocratizado, funcionarizado, reformista y enfermo de cretinismo parlamentario. Este tipo de partido traiciona los intereses proletarios. Tampoco un partido burocratizado, dominado por un comité central, sin democracia interna, incapaz de captar el fluir constante de la iniciativa de las masas. Tampoco, pues, un partido leninista. El Partido de Rosa es el necesario nivel de coordinación y acuerdo entre los proletarios y otros luchadores conscientes en el curso de la lucha, para la lucha, no para la burocratización y la intervención parlamentaria, ni tampoco para el putch o el levantamiento blanquista.

Y Rosa nos dejó la crítica del Partido de corte leninista y su tendencia a la burocratización. Y nos legó la crítica del uso del terror tras el triunfo de la revolución.

Fragmento de: José María Vidal Villa,
Conocer Rosa Luxemburgo y su obra. 1978