Alain Guillerm[1]
Rosa Luxemburg, junto con Lukacs (que se refiere a ella constantemente en Historia y conciencia de clase), es uno de los autores más desconocidos, traicionados y deformados del marxismo. En relación con esos dos autores malditos, la historia (los dirigentes obreros, los comentaristas, los editores y otros “teóricos”) debió operar esa gigantesca obliteración de todo lo que fuera una tendencia consciente y organizada del movimiento obrero, hasta el punto de que por momentos logró hacerse hegemónica. Basta observar la ira con que Lenin la ve surgir por todas partes, cuando escribe con respecto a ello “un librito bastante maligno”. Esa tendencia, que se derrumbó tan rápidamente como había surgido, tenía entonces por nombre: el izquierdismo. Se vio ese fenómeno extraordinario en los años 20.
[...] Desde 1964, en una Francia gaullista que se aburre, no bastan ya las ideologías castristas, maoístas, trotskistas, etc. Maspero lanza una colección titulada Bibliothèque Socialista que reedita algunos escritos de Rosa. Los stalinistas, para no ser menos, también se interesan.
A partir de mayo de 1968, no fue posible continuar ignorando la existencia del pensamiento luxemburgiano. Además de las reediciones, aumentadas pero incompletas, las de Maspero, en formato de bolsillo, Badia hizo aparecer Extractos de Rosa en las Ed. Sociales, “desgraciadamente incompletos, precedidos de una sólida introducción y encuadrados por útiles comentarios...” (P. Sorlin, Le Monde). Con la mayor buena fe, diversos propagandistas y militantes descubrieron esta profunda verdad: Rosa había sido la más mortal enemiga del reformismo y del “revisionismo”, ante todo el adversario encarnizado de Bernstein y luego de Kautsky, lo que permitía que la polémica con Lenin resultara secundaria.
Nuestra óptica es radicalmente otra, no solamente resulta fácil demostrar, por el número de páginas y por su lugar en el edificio conceptual, que la oposición de izquierda a los bolcheviques es una cuestión central, sino que, más aún, las críticas dirigidas a Bernstein y Kautsky podrían en realidad aplicarse a Lenin, a quien no se puede calificar, conforme los conceptos luxemburgistas, sino como un socialdemócrata de izquierda. Téngase en cuenta a este respecto la profunda identidad de Lenin con la concepción de Kautsky de la conciencia de clase. Esta tesis, la oposición Luxemburg-Lenin (con sus “causas” políticas, filosóficas y sociológicas), es central para cualquier comprensión de Rosa. Eso es lo que trataremos de demostrar, así como en qué medida esa oposición es actual (entre
izquierdistas y el P.C.F.) aun cuando los primeros usen una forma “leninista”. Es la oposición entre el proletariado y la burocracia.
[...] El partido no es la conciencia de clase, ni se convierte en partido de la noche a la mañana, y su mandato como instrumento de la lucha de clases nunca es definitivo. Por eso, la constitución de un partido comunista no puede ser decretado por algunos intelectuales (sea esta constitución a priori, en base a un programa radical abstracto, o producida después de una división prematura); la constitución del P.C. no puede ser sino el resultado de un proceso de maduración de las masas y de sus organizaciones, con todas sus carencias.
[1] Reproducimos estos fragmentos de la obra de Alain Guillerm“Le luxemburgisme aujourd’hui”, publicada en Cahiers Spartacus, 1970, tal como fueron recogidos por Daniel Guerin en su libro “Rosa Luxemburg y la espontaneidad revolucionaria. Alain Guillerm (1944-2005) fue militante de la extrema izquierda y partidario de las teorías de Rosa Luxemburgo. Militó en el grupo “Socialismo o Barbarie” y en el PSU, donde defendió una orientación luxemburguista.
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