Publicamos a continuación un texto de un destacado militante de la IST (International Socialist Tendency), aparecido recientemente, que aborda la relación entre la crisis económica que se desarrolla y las posibilidades de movilización del proletariado. Tras este texto, editaremos uno de Paul Mattick, escrito en 1935, en el que el autor consejista analizaba, a la luz del proceso abierto por la crisis del 29, algunas cuestiones que, en la actual crisis, cobran especial importancia para la lucha proletaria.
DC-L
La turbulencia económica y la lucha de clases
Chris Harman
La inestabilidad dentro del sistema capitalista quiere decir que nadie sabe qué ocurrirá en la economía el próximo año –y esa incertidumbre inflige un miedo notable en la clase dirigente.
La clase dirigente en todas partes está ansiosa sobre una recesión que podría llevar a muchas compañías hacia una espiral de bancarrota, pero también está preocupada por el impacto ideológico que podría tener una gran recesión.
Dos semanas atrás Martin Wolf, un importante columnista del Financial Times, escribió: “ahora tengo miedo que una combinación de la fragilidad del sistema financiero con las enormes recompensas que genera pueda destruir algo aun más importante –la legitimidad política de la misma economía de mercado.”
Tiene razón de preocuparse. La fe de cualquiera que crea en el "capitalismo humano" se verá sacudida.
La última semana, la compañía de seguros de vida Scottish Widows detuvo a los pequeños inversionistas de retirar su dinero de uno de sus fondos.
Espectacularmente, Societe Generale, uno de los bancos más grandes de Europa, casi se viene abajo cuando un comerciante apostó billones de euros en mercados de valores europeos al alza y perdió.
Hay una cólera extendida en la vía en que el Nuevo Laborismo ha dado más de 50 mil millones de libras para los fondos de cobertura que son los accionistas de Northern Rock cuando el mismo gobierno no podía afrontar 2 mil millones de libras para salvar a la compañía de coches Rover.
Muchas personas, que hace un año habrían dicho que estaban ampliamente felices con el sistema, hoy se preguntarán qué está pasando en el mundo.
La crisis económica tiene el efecto de hacer enojar fieramente a las personas acerca de su situación.
Si has estado pagando un fondo de pensiones de jubilación durante años y repentinamente se te dice que se está desvalorizando porque el mercado de valores ha caído, por supuesto que vas a estar furioso.
Y algunos de los que van a estar más furiosos son las mismas personas que previamente parecían ser las secciones más conservadoras de la clase trabajadora.
LívidoSi has estado trabajando en el mismo trabajo durante 30 años –fichando a la entrada y salida, quedando preso del jefe durante cinco o seis días a la semana– y repentinamente se te dice que eres un “excedente para los requisitos”, ¿cómo te sientes? Lívido es la respuesta más común.
Es por esta razón que las personas como Martin Wolf se preocupan. Piensan que el resultado puede ser el surgimiento de una política que desafíe el capitalismo a gran escala.
La crisis económica, sin embargo, puede tener un efecto contradictorio en la lucha de clases.
Los arranques de cólera iniciales por el desempleo pueden convertirse en desmoralización –incluso después de un breve período sin trabajo– y las personas pueden volverse unas contra otras.
Esto fue cierto en la crisis económica de Gran Bretaña a finales de los '70. Margaret Thatcher subió al poder en 1979 y durante dos años afrontó grandes manifestaciones y huelgas, incluyendo una huelga nacional del acero durante 16 semanas.
Esto condujo a la demanda de una huelga general incluso por parte de los líderes sindicales del ala derecha.
Pero en un par de años el desempleo masivo tuvo como consecuencia desmoralizar a la clase trabajadora hasta que empezó la huelga de los mineros en 1984.
Los revolucionarios no le dan la bienvenida a la crisis económicas. Se sabe que es la clase trabajadora, no los jefes, quienes la van a sufrir.
También sabemos que tales crisis automáticamente no inducen a rebelarse –inducen a la cólera, la cual tiene que ser canalizada en una lucha contra el sistema, si no es así, conducirá a la desmoralización.
Los años '30 son conocidos como los “hambrientos '30”. Pero la amargura política de ese período también creó masivos movimientos de izquierdas por todo el mundo –conduciendo a las ocupaciones de fábricas por los trabajadores alrededor de EEUU, huelgas de masas en Francia y la revolución de los trabajadores en el Estado español.
Hoy en Gran Bretaña Gordon Brown desea desesperadamente salvaguardar el pedacito de la economía británica que ha cultivado en las últimas décadas –el sector financiero.
Para hacer esto tiene que detener el valor descendiente de la libra para mantener tasas de interés tan altas como sea posible y también mantener los préstamos del sector público tan bajos como sea posible.
Eso significa restringir el gasto –y especialmente los pagos.
Pero muchos analistas predicen que el recorte de los tipos de interés por parte del Banco Central Estadounidense elevará la inflación alrededor del 10%. Esto también tendrá implicaciones para Gran Bretaña.
Los economistas consideran que la combinación de una recesión con la inflación es potencialmente explosiva porque abre nuevas posibilidades de lucha a gran escala por parte de los trabajadores.
En estas circunstancias, las huelgas pueden proveer un foco para toda la rabia acumulada en la sociedad y políticamente pueden polarizar la sociedad en términos de clase, creando un sentimiento de “ellos y nosotros”.
Esas luchas pueden proveer enormes oportunidades a la izquierda para plantear su alternativa al capitalismo.
DesviarLos jefes usarán cualquier medio a su alcance para dispersar tal sentimiento. Podemos esperar que los periódicos y políticos de derechas ataquen a la inmigración y los refugiados en un intento por desviar la rabia fuera de la lucha de clases.
Hoy los retos más importantes para la izquierda son en primer lugar ganar a la gente a la idea que el capitalismo es un sistema alocado y que necesitamos una alternativa.
En segundo lugar, debe haber una discusión en cada lugar de trabajo acerca de los límites salariales y porqué los sindicatos deberían pelear contra ellos.
Finalmente los revolucionarios se deben involucrar en cada campaña contra el neoliberalismo y la guerra, y deben luchar por crear conexiones políticas entre las diferentes luchas.
El error más grande que podemos hacer es creer que únicamente podemos responder la crisis con el sindicalismo. Para abatir la ofensiva de los jefes es vital que los revolucionarios respondamos de forma política.
La clase dirigente en todas partes está ansiosa sobre una recesión que podría llevar a muchas compañías hacia una espiral de bancarrota, pero también está preocupada por el impacto ideológico que podría tener una gran recesión.
Dos semanas atrás Martin Wolf, un importante columnista del Financial Times, escribió: “ahora tengo miedo que una combinación de la fragilidad del sistema financiero con las enormes recompensas que genera pueda destruir algo aun más importante –la legitimidad política de la misma economía de mercado.”
Tiene razón de preocuparse. La fe de cualquiera que crea en el "capitalismo humano" se verá sacudida.
La última semana, la compañía de seguros de vida Scottish Widows detuvo a los pequeños inversionistas de retirar su dinero de uno de sus fondos.
Espectacularmente, Societe Generale, uno de los bancos más grandes de Europa, casi se viene abajo cuando un comerciante apostó billones de euros en mercados de valores europeos al alza y perdió.
Hay una cólera extendida en la vía en que el Nuevo Laborismo ha dado más de 50 mil millones de libras para los fondos de cobertura que son los accionistas de Northern Rock cuando el mismo gobierno no podía afrontar 2 mil millones de libras para salvar a la compañía de coches Rover.
Muchas personas, que hace un año habrían dicho que estaban ampliamente felices con el sistema, hoy se preguntarán qué está pasando en el mundo.
La crisis económica tiene el efecto de hacer enojar fieramente a las personas acerca de su situación.
Si has estado pagando un fondo de pensiones de jubilación durante años y repentinamente se te dice que se está desvalorizando porque el mercado de valores ha caído, por supuesto que vas a estar furioso.
Y algunos de los que van a estar más furiosos son las mismas personas que previamente parecían ser las secciones más conservadoras de la clase trabajadora.
LívidoSi has estado trabajando en el mismo trabajo durante 30 años –fichando a la entrada y salida, quedando preso del jefe durante cinco o seis días a la semana– y repentinamente se te dice que eres un “excedente para los requisitos”, ¿cómo te sientes? Lívido es la respuesta más común.
Es por esta razón que las personas como Martin Wolf se preocupan. Piensan que el resultado puede ser el surgimiento de una política que desafíe el capitalismo a gran escala.
La crisis económica, sin embargo, puede tener un efecto contradictorio en la lucha de clases.
Los arranques de cólera iniciales por el desempleo pueden convertirse en desmoralización –incluso después de un breve período sin trabajo– y las personas pueden volverse unas contra otras.
Esto fue cierto en la crisis económica de Gran Bretaña a finales de los '70. Margaret Thatcher subió al poder en 1979 y durante dos años afrontó grandes manifestaciones y huelgas, incluyendo una huelga nacional del acero durante 16 semanas.
Esto condujo a la demanda de una huelga general incluso por parte de los líderes sindicales del ala derecha.
Pero en un par de años el desempleo masivo tuvo como consecuencia desmoralizar a la clase trabajadora hasta que empezó la huelga de los mineros en 1984.
Los revolucionarios no le dan la bienvenida a la crisis económicas. Se sabe que es la clase trabajadora, no los jefes, quienes la van a sufrir.
También sabemos que tales crisis automáticamente no inducen a rebelarse –inducen a la cólera, la cual tiene que ser canalizada en una lucha contra el sistema, si no es así, conducirá a la desmoralización.
Los años '30 son conocidos como los “hambrientos '30”. Pero la amargura política de ese período también creó masivos movimientos de izquierdas por todo el mundo –conduciendo a las ocupaciones de fábricas por los trabajadores alrededor de EEUU, huelgas de masas en Francia y la revolución de los trabajadores en el Estado español.
Hoy en Gran Bretaña Gordon Brown desea desesperadamente salvaguardar el pedacito de la economía británica que ha cultivado en las últimas décadas –el sector financiero.
Para hacer esto tiene que detener el valor descendiente de la libra para mantener tasas de interés tan altas como sea posible y también mantener los préstamos del sector público tan bajos como sea posible.
Eso significa restringir el gasto –y especialmente los pagos.
Pero muchos analistas predicen que el recorte de los tipos de interés por parte del Banco Central Estadounidense elevará la inflación alrededor del 10%. Esto también tendrá implicaciones para Gran Bretaña.
Los economistas consideran que la combinación de una recesión con la inflación es potencialmente explosiva porque abre nuevas posibilidades de lucha a gran escala por parte de los trabajadores.
En estas circunstancias, las huelgas pueden proveer un foco para toda la rabia acumulada en la sociedad y políticamente pueden polarizar la sociedad en términos de clase, creando un sentimiento de “ellos y nosotros”.
Esas luchas pueden proveer enormes oportunidades a la izquierda para plantear su alternativa al capitalismo.
DesviarLos jefes usarán cualquier medio a su alcance para dispersar tal sentimiento. Podemos esperar que los periódicos y políticos de derechas ataquen a la inmigración y los refugiados en un intento por desviar la rabia fuera de la lucha de clases.
Hoy los retos más importantes para la izquierda son en primer lugar ganar a la gente a la idea que el capitalismo es un sistema alocado y que necesitamos una alternativa.
En segundo lugar, debe haber una discusión en cada lugar de trabajo acerca de los límites salariales y porqué los sindicatos deberían pelear contra ellos.
Finalmente los revolucionarios se deben involucrar en cada campaña contra el neoliberalismo y la guerra, y deben luchar por crear conexiones políticas entre las diferentes luchas.
El error más grande que podemos hacer es creer que únicamente podemos responder la crisis con el sindicalismo. Para abatir la ofensiva de los jefes es vital que los revolucionarios respondamos de forma política.
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