viernes, 29 de febrero de 2008

Aurora Despierta: Necesitamos el Manifiesto del siglo XXI

Programa, Programa, Programa. Tan necesario es

Si el comienzo de la lucha proletaria tuvo un Programa en el Manifiesto Comunista, ahora necesitamos un Programa Internacional de Transformaciones para superar el capitalismo en acelerada decadencia e inspirar las luchas desde hoy. Un Programa en cuya elaboración deberán participar los trabajadores y sobre el que tendrán la ultima palabra, para un cambio de civilización, no de gobierno.

Necesitamos el Manifiesto del siglo XXI

No me refiero a los programas para las próximas u otras elecciones, de las cuales los trabajadores asalariados no podemos esperar ningún cambio positivo substancial, ni siquiera mejoras permanentes, de modo que no se vengan abajo por la alternancia en el gobierno de la derecha y la izquierda, incluso con la misma izquierda -sobre todo en época de crisis y guerra- preocupada por gestionar y salvar el capitalismo.

Me referiré a otro programa que se aplicaría cuando la correlación de fuerzas sociales y políticas fuese tan favorable a los trabajadores que permitiese su ejecución, pero que es necesario ir elaborando desde ahora, pues su utilidad se manifestaría desde ya, si no en la aplicación, si en las conciencias y por su inspiración a las luchas, ayudando precisamente a crear las condiciones que harían posible su puesta en práctica. Es decir, que la aplicación del programa en un futuro depende de que desde hoy se vaya elaborando e inspire desde ya nuestra lucha.

Quienes estamos convencidos de que con el capitalismo la Humanidad no se librará de las múltiples amenazas que la acechan (pobreza, crisis económico-energética, guerras, cambio climático, la 6ª extinción en masa, holocausto termonuclear...), vemos necesario construir otra civilización, lo que en la práctica significa: a) comprender el funcionamiento del capitalismo, sus contradicciones y conflictos sociales, las posibilidades para librarnos de él, las fuerzas sociales que pueden protagonizar el proceso de cambio; b) concretar unos objetivos y medidas que lo hagan posible lo cual se plasmaría en un Programa Internacional de Transformaciones (PIT), y c) conseguir la correlación de fuerzas que lo permita, lo cual implica un proceso práctico de luchas sociales, económicas, políticas, ideológicas.

La emancipación de los trabajadores de su condición asalariada y del capitalismo, debe ser protagonizada y dirigida por ellos en lugar de seguir a una nueva minoría (partido, guerrilla, ejército reformado, tecnoburocracia, etc.) que, conocida es la dinámica, acabaría por suplantarlos, ponerse por encima, reproduciendo bajo nuevas formas las relaciones de opresión y explotación. Esto implica que la decisión sobre el Programa Internacional de Transformaciones la tendrían las organizaciones que representasen al conjunto de la población trabajadora, los Consejos de Trabajadores y los Consejos territoriales (soviets).

Esta decisión no puede limitarse a votar a favor de un partido político u otro para que tomen las medidas pertinentes a través de sus funcionarios y los del Estado. Estamos hablando de un cambio de civilización, de la superación del trabajo asalariado, una transformación hasta la raíz de las relaciones sociales, lo cual es imposible sin la más profunda y amplia implicación, responsabilización, protagonismo de los afectados, las masas trabajadoras. Esto significa que deben entender bien lo que están haciendo, para asumirlo y esforzarse por conseguirlo. Esa comprensión implica capacidad de discutir, aportar, en suma, elaborar Programa. De modo que el Programa no tiene por que ser el de ningún partido en concreto, sino algo diferente, tal vez mejor o peor, pero de quienes deben ejecutarlo y por tanto deben sentirlo como realmente propio para responsabilizarse de ello hasta el final. Si cometen errores y otros lo saben, será su responsabilidad luchar por persuadirlos para que rectifiquen, pero no suplantarlos pues nadie tiene la garantía de la Verdad, y más vale que una mayoría se equivoque y tenga los medios democráticos para rectificar, a que sea una minoría, se resista a hacerlo, saque ventaja de ello y lo prepare todo para que no pueda desplazársela del poder.

¿Cómo llegar hasta ahí?. Mediante un proceso de luchas sociales que impliquen a cada vez mayores masas de trabajadores y sectores populares oprimidos, reivindicando la satisfacción de sus necesidades humanas y cuestionando por tanto esta civilización que cada vez más las sacrificará pues su mecanismo se rige por el logro del beneficio comercial y si de paso satisface necesidades humanas mejor, pero puede hacer todo lo contrario (despidos, miseria, hambre, guerras...).

Este proceso de luchas y autoorganización de las masas trabajadoras no se dará de un modo automático ni porque lo consiga un partido. Pero sí puede ser estimulado de muchas maneras y una de ellas, importante, es ir ofreciendo proyectos, borradores, orientaciones del Programa. Lo digo así para dejar claro que no puede existir previamente EL Programa, decidido por algunos supuestos sabios y dirigentes políticos o Partido. Las probabilidades de equivocarse son enormes y, lo que es peor, la pretensión de que las amplias masas deberán adoptarlo (como a un hijo que no es propio) conducirá una vez más a reproducir las dinámicas de dirigentes / dirigidos, jefes / masas, pensantes / ejecutantes, una nueva minoría aupándose a costa de la mayoría. El establecimiento de un Programa que no sea provisional ni busque la elaboración por las masas, encorsetará las luchas y sus objetivos, ahogará la iniciativa y creatividad de las masas, abortará el proceso revolucionario que deberá afrontar problemas anteriormente inexistentes o desatendidos, y además de un modo diferente al practicado hasta hoy. Todas las grandes experiencias revolucionarias han sido innovadoras: la Comuna de París, con la cuestión del Estado, Rusia 1905 y 1917, con la creación de los soviets, Alemania 1918 con los Consejos Obreros. Hoy y en adelante, los trabajadores deberán superar muchas tradiciones e inercias en su forma de luchar, organizarse, en quién confían, a quién apoyan, temáticas reivindicativas, valores, etc, que ya no les sirven y serán un auténtico lastre y sabotaje a su autoemancipación; y ser creativos para levantar nuevas instituciones de lucha y poder, valores, reivindicaciones... La transformación del mundo será inseparable de su autotransformación como colectivo humano e individuos.

El proceso revolucionario sólo puede ser tal si es fruto de la iniciativa, protagonismo y creatividad de sus actores reales, las más amplias masas trabajadoras y populares en vez de ser los figurantes, extras, del drama protagonizado por alguna élite, incluso elegida por ellos. Y esto se plasmará en los objetivos de lucha, las reivindicaciones, autoorganización y autodirección, desde la asamblea al Consejo, desde la tabla reivindicativa al Programa de Transformaciones. Y más adelante, la transformación hacia otra civilización, imposible sin su implicación voluntaria, consciente, masiva, teniendo en sus manos el proceso. Que los medios sean coherentes con los fines, o los medios nos conducirán a un final muy diferente: capitalismo de Estado, el llamado socialismo de mercado, vuelta a la propiedad privada capitalista, otras variantes... Si queremos que desaparezca la sociedad de clases, no podemos dejar esto en manos de ninguna minoría aunque cuente con el apoyo y aplauso de la mayoría, pues no resultará, y al cabo de un tiempo, de un modo u otro, volveremos a lo mismo o parecido.

Hoy, en los trabajadores del mundo, hay una desorientación extrema en cuanto al capitalismo, cómo luchar contra él y cómo superarlo. Lo fundamental es la comprensión de que con el capitalismo la perspectiva es de empeorar la vida, tal vez hasta extremos insoportables. En este marco, disponer de otro modelo de sociedad, de unas alternativas a esta civilización, ayudará enormemente a entender que no hay necesidad de aguantar el capitalismo pues otro mundo es posible y la revolución factible.

Los problemas de esta civilización y las transformaciones necesarias son enormes y a escala planetaria. Las más amplias masas no darán el salto a la revolución, hasta el final, si no tienen mínimamente claro a qué se lanzan. Una visión de la sociedad alternativa al capitalismo, lo suficientemente concreta para inspirar su confianza y también en las propias fuerzas para emprender la tarea de construirla. Empujadas por la necesidad podrán llegar hasta la ocupación de empresas y tierras, incluso insurrecciones, pero dudarán de dar el salto definitivo que pondría en marcha el proceso transformador. Podríamos asistir a un movimiento que vacila, se detiene al no ofrecer una alternativa a esta sociedad, y no aguantando al pulso del Capital y múltiples servidores que se esforzarán por recuperar la iniciativa, acabará sometiéndose a sus exigencias para que la sociedad no se hunda en el caos y pueda funcionar al menos según las reglas del juego capitalistas. Al principio, tal vez logren concesiones, pero la contraofensiva burguesa las irá recuperando. El resultado puede ser la propiedad privada conocida, pero también el capitalismo de Estado, el socialismo de mercado, la autogestión a la yugoslava. En cualquier caso, nada que supere de verdad esta civilización y el trabajo asalariado.

Si podemos rechazar esto, podemos también plantear la alternativa en positivo de modo que no sólo sepamos lo que no queremos, sino también lo que buscamos. Ello no tiene nada que ver con el socialismo utópico, los modelos ideales de sociedad, lo que nos gustaría fuese el futuro. Puede ser tan realista como las medidas que con respecto al Estado tomaron en la Comuna de París en 1871. Es decir, responder a lo que de verdad es esta civilización y lo que pueden plantearse y hacer las fuerzas en lucha. No es fantasear, sino prever, recuperar las lecciones de los revolucionarios del pasado, ofrecer alternativas posibles, realistas, pero no en el sentido de acomodaticias con el capitalismo.

El capitalismo decadente no está preñado de progreso y paz, sino de degradación y barbarie. No evoluciona a una sociedad mejor y, menos aun, alternativa. Pero podemos hallar una vía de escape echando abajo los muros de este callejón sin salida, contando con los materiales, contradicciones y conflictos de esta civilización. Podemos servirnos de muchos de sus logros científicos, tecnológicos, organizativos, pero deberemos desguazar, reciclar, muchísimos otros, inservibles para la nueva sociedad, desmantelar instituciones como la empresa capitalista y el Estado, y sobre todo crear nuevas instituciones (económicas, sociales, políticas, etc.) que sustituyan a las anteriores y permitan lanzar el proceso constituyente de una nueva civilización con unos objetivos imposibles de realizar en ésta.

Otro mundo es posible : a) si contamos con las fuerzas sociales existentes y que se puedan generar en conflicto de intereses con esta civilización, sobre todo los trabajadores asalariados; b) si esas fuerzas adquieren en la lucha confianza en su capacidad de unión, organización, enfrentamiento; c) si esas fuerzas, apoyándose en esa confianza, vislumbran en su propia autoorganización, unidad y objetivos, el potencial de nuevas instituciones y metas alternativas a las existentes; d) si se va elaborando un proyecto de nueva civilización que tenga en cuenta los puntos anteriores junto con las lecciones históricas y lo plasme en un Programa Internacional de Transformaciones (PIT); e) si ese Programa se va difundiendo, estimulando e inspirando las luchas y la reflexión, el proceso c); f) si esas fuerzas hacen suya la necesidad del Programa, participan en su elaboración y se plantean pelear por él hasta la lucha final contra esta civilización.

Otro mundo será posible si se plasma desde ahora en un Programa. Otro mundo no será creíble si ni siquiera puede vislumbrarse en un Programa.

Sin duda ese Programa, la exposición lo más concreta posible de las características de la civilización alternativa, será un factor dinamizador de extraordinaria importancia, tanto mayor cuanta más confianza vayan adquiriendo las masas en sus propias fuerzas gracias a la autoorganización, generalización y unificación de sus luchas. Sin él, es altamente improbable (no imposible) que seamos capaces de superar en nuestras mentes el peso muerto de esta sociedad y la experiencia del falso comunismo, y creer de verdad que otro mundo más allá del reformismo radical y utópico, no sólo es deseable, sino posible.

Sectores minoritarios, con más o menos acierto, tienen esbozados programas. Deben ser conocidos y discutidos. Algunos habrá que rechazarlos pues perpetúan aspectos fundamentales del capitalismo, como el llamado socialismo de mercado y el capitalismo de Estado mal llamado socialismo o comunismo. Otros mezclan reivindicaciones reformistas y revolucionarias, no tienen en cuenta con claridad la naturaleza del Estado, confiando en que pueda servir también para el tránsito a la nueva civilización e incluso ser el motor de ella; no se desmarcan plenamente del capitalismo de Estado, confunden los requisitos de un proceso revolucionarios y las condiciones para implementar unas medidas; por tanto no contribuyen al avance en la conciencia que necesitamos. Todos los programas no sirven. Uno especialmente confuso puede hacer más daño que bien.

La difusión correcta de proyectos de PIT no pretende sustituir a los trabajadores en la responsabilidad de participar en su elaboración y menos suplantarlos en la decisión que deberán tomar sus organismos colectivos, sino contribuir a ese proceso, ayudar a dar forma estratégica y programática a lo que los mismos trabajadores estarán apuntando más o menos conscientemente con sus luchas. Que así sea dependerá del contenido del PIT y de la dinámica de relación (autoritaria o no, dirigente o dinamizadora) que los grupos que lo impulsen mantengan con las masas trabajadoras.

Una organización de verdad revolucionaria, aprenderá de todo lo que le enseñen las masas, rectificará lo que haga falta, pero también se mantendrá firme en su labor de persuadirlas cuando crea que se están equivocando. Para una orientación sobre las características de la militancia contraria a cualquier elitismo, mi texto Militancia, la crisis de finales de los 70 en España. Unas lecciones y orientaciones (55 pág) colocado en kaosenlared el 10-XII-07.

Debemos superar la ruptura de la continuidad revolucionaria entre las generaciones de las primeras décadas del siglo XX y las actuales. Pero también es imprescindible superar las grandes limitaciones programáticas y prácticas de aquellas pues les condujeron o impidieron romper plenamente con las variantes del capitalismo de Estado disfrazado de socialista o comunista. Debemos superar las tradiciones que aún persisten pero son un peso muerto en nuestra conciencia, organización y lucha.

El PIT no será una invención, sino sobre todo una recogida de las lecciones históricas de las luchas proletarias, empezando por la Comuna de París y sus enseñanzas sobre el Estado, permitiendo así la recuperación de la memoria histórica y el enlace con las generaciones pasadas. No se trata de suplantar a los proletarios en su tarea de elaborar y decidir sobre el programa, sino de difundir esa memoria histórica, lección programática, al máximo de los proletarios en la medida de su receptividad aunque sea en las ideas, ligado a la experiencia de sus luchas. Sin esperar a que surja nuevamente y con dificultad del proceso del conjunto de las masas trabajadoras, teniendo en cuenta la disparidad de niveles de conciencia y que el desenlace de los procesos revolucionarios se puede jugar en poco tiempo, por lo que debemos llegar a ellos lo más preparados posible. Esto es darles los elementos necesarios para que piensen por sí mismas, comprendan la naturaleza de esta sociedad, mejor por comparación, confíen en la posibilidad de superarla pues ya ha habido intentos en ese sentido y estén mejor preparadas para no dejarse engañar. No es sustituir a las masas en una tarea que ellas deben asumir, sino ayudarlas a que lo hagan en las mejores condiciones sabiendo que la decisión será siempre suya.

El PIT que inicialmente se elabore no tendrá su valor tanto en su capacidad de previsión de todo lo que en su día se necesitará, como de recuperar lecciones históricas y modificar el presente al impulsar la lucha en la dirección del proceso revolucionario, y la reflexión estratégica en los trabajadores. Estimulará las luchas al darles una meta a largo plazo que dotará de sentido los esfuerzos actuales, muchas veces infructuosos en lo inmediato y que de otro modo podrían acabar en desmoralización. Ayudará a poner en orden la lucha y las ideas, ver las potencialidades y dar una motivación para seguir adelante a pesar de los presentes altos costos y escasos beneficios.

Dependiendo de este proceso de lucha de masas en el que ellas transforman su mentalidad, es como el Programa se irá asumiendo y elaborando por ellas mismas hasta convertirlo en su alternativa inmediata, ocupando el lugar de las actuales tablas reivindicativas.

La difusión del PIT es importante para: a) encontrarnos en mejores condiciones cuando se presente la situación propicia de modo que se reduzcan las dificultades y sufrimientos del alumbramiento del proceso revolucionario; b) estar más seguros de que llegaremos a la situación pre-revolucionaria, pues con ese aumento de conciencia desde mucho tiempo antes, ofreciendo la amplitud de visión estratégica del PIT, las fuerzas de la burguesía que quieran salir al paso del desarrollo del movimiento proletario y desviarlo hacia fórmulas populistas, de capitalismo de Estado, etc., lo tendrá más difícil; también dará más confianza al movimiento de los trabajadores y lo constituirá como líder frente a la burguesía, dificultando de este modo el auge de movimientos de corte fascistoide antiproletario.

Si tenemos en cuenta los gravísimos problemas que tiene la Humanidad, afectando hasta la biosfera, las tareas que deberá abordar la revolución son inmensas. Si queremos que los proletarios sean capaces de asumirlas y decidir sin que nadie les sustituya, desde ahora deben avanzar en esa concienciación, educarse en la amplitud de visión y tareas de la revolución, aprender a reflexionar y elaborar política para ello. En ese sentido también el PIT se demuestra imprescindible, al principio de un modo sencillo, y según se avance, de un modo cada vez más profundo y complejo. La elaboración y difusión, aunque sea al comienzo de un PIT básico, es fundamental para estimular la reflexión de los trabajadores y posibles aliados sobre las cuestiones programáticas. No podemos relegar esa tarea hasta la situación pre-revolucionaria, pues dada su enormidad, aunque debamos estar abiertos a la innovación, no debe dejarse a tanta improvisación. Si no se va elaborando desde ya una alternativa realista a esta civilización, sacarán la delantera y ganarán las medidas capitalistas y falsamente socialistas, aunque no entusiasmen, ni siquiera resulten muy convincentes.

En los países ricos la burguesía jugará a tope la baza de recordar mejores tiempos para alimentar la esperanza de superar la crisis del capitalismo y recuperar lo que fue. Tendrá a su favor la idealización de la memoria de una población envejeciéndose que por la edad tendrá muchas reticencias a la incertidumbre de una revolución, por lo que frenará el impulso revolucionario ya menguado por una masa juvenil notablemente más reducida de la conocida en los 60 y 70, sobre la que ejercería una menor influencia por medio de la nostalgia, al no haber vivido esos tiempos. Explotará al máximo la experiencia histórica del llamado socialismo del Este (capitalismo de Estado) y su derrumbe para sostener que no hay alternativa al capitalismo aunque esté en crisis. Esto lo tendrá más fácil si no se ha elaborado un PIT (provisional) y no se está difundiendo entre los trabajadores y en particular la juventud. Aquí, una vez más, destaca la importancia de poder presentar ante las masas, frente a la realidad capitalista, un modelo teórico desarrollado y descriptivo de lo que puede ser la sociedad alternativa, cómo podrá solucionar los gravísimos problemas del siglo XXI.

En los países pobres, jugará mientras pueda con la válvula de escape de la emigración y sobre todo la carta del antiimperialismo (deuda externa, nacionalizaciones...). Para impedir la unidad con los trabajadores de los países ricos airearán su pasividad ante el imperialismo, su complicidad durante todo el siglo XX, su indiferencia ante los problemas de los países pobres, así como haberse beneficiado en su estilo de vida de su explotación. Y en cuanto a la civilización alternativa la desconfianza total en que los trabajadores de los países ricos piensen en términos internacionales, solidarizándose para que se superen las diferencias entre unos y otros. Por eso el Programa debe tener una inspiración internacional e internacionalista y en sus grandes líneas ser el mismo para todos los países, demostrando desde ya que al menos los comunistas estamos luchando porque los trabajadores de los países ricos elaboren uno en esa dirección.

No se debe infravalorar el arsenal ideológico político de la burguesía que se apoyará además en todos los factores de alienación de los proletarios. La burguesía no necesita convencer. Le basta con inhibir lo suficiente la contestación. Le basta con salir del paso si consigue hacer vacilar, confundir, dividir, hasta la próxima y vuelta a lo mismo. La derrota de los proletarios no precisa necesariamente de una gran derrota en grandes batallas. Se puede dar sobre todo por batallas no presentadas en su día, por ceder posiciones -sociales o ideológicas- que acaban debilitando estratégicamente, hasta que llega el punto de no retorno donde ya es imposible evitar la derrota y menos darle la vuelta a la situación, aunque sea con una contraofensiva. De aquí la importancia de que los proletarios sepan bien lo que les interesa, estén convenidos, vean que hay una alternativa programática, unos sectores que la impulsan y que, esta vez, ellos cuentan como los primeros.

La tarea de elaborar el PIT catalizará la reflexión teórica con vistas a la práctica política, la transformación social y la intervención en las luchas. Nos ayudará a descubrir las lagunas y problemas que tenemos, a qué debemos dar respuesta, a qué darle prioridad en la investigación. También permitirá crear las bases políticas prácticas para constituir algún tipo de Internacional.

Si os ha parecido este artículo de interés os remito a una reflexión de mucho mayor calado, pero fácil de entender, en mi ensayo Proletariado. Pasado y futuro de una ilusión (31 pág), colocado en kaosenlared el 24-I-08. Este artículo es una continuación del ensayo por lo que su lectura es conveniente para su cabal comprensión. Sobre la trascendencia hoy de presentar una imagen desarrollada de lo que sería una sociedad comunista o de transición al comunismo superando los recelos de Marx y Engels de caer en los proyectos del socialismo utópico, ver la importante reflexión de Bertell Ollman, Utopía y socialismo en Un socialismo para el siglo XXI, selecciones en castellano de Monthly Review, Hacer editorial, 2007. Sobre la importancia que le dieron Marx y Engels a los programas, ver el incluido en el Manifiesto Comunista y sus críticas a los programas socialdemócratas de Gotha y Erfut.

AURORA DESPIERTA
auroradespierta@yahoo.es

1 comentario:

Inquietando desde el Margen dijo...

28-29 DE MARZO II JORNADA NACIONAL DE PROTESTA POPULAR

ESTE SISTEMA ES UN FRACASO, ES HORA DE CAMBIARLO
las elecciones no solucionan los problemas, al pueblo lo defiende el pueblo