Crisis. Otra víctima: aplazamiento lucha contra cambio climático.
Más cerca Mega-Crisis capitalista. Futuros.
Más cerca Mega-Crisis capitalista. Futuros.
Aurora Despierta
La UE decide posponer las medidas programadas, da mal ejemplo y hace peligrar la alternativa al fracasado protocolo de Kioto. Consecuencias de las limitaciones del capital, de su decadencia.
La cumbre europea de Bruselas celebrada el miércoles 15 de octubre de 2008 a la que asistieron las primeras autoridades de los veintisiete países miembros de la Unión Europea, ha decidido posponer las decisiones sobre las medidas a tomar contra el cambio climático. La causa aducida, la urgencia de abordar la crisis económica, la prioridad de los recursos económicos destinados a superar dicha crisis y los costes de las medidas contra el cambio climático.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi ha declarado: “no estamos para hacer el Quijote cuando China o EEUU no cortan sus emisiones” (El País, 16 oct. pág 3).
O sea, si algún gran país decide que marchemos alegremente al suicidio nosotros no vamos a ser menos. “Si tú no te esfuerzas por evitar el desastre ¡pues yo tampoco!.” Evitar el empeoramiento de las actuales condiciones de la biosfera y asegurar nuestra supervivencia no tiene nada que ver con el quijotismo, sino con la sensatez. Algo difícil de entender para “estadistas” codiciosos y reaccionarios, populistas-fascistoides con sospecha de relación con las mafias, como Berlusconi, más similar al más torpe y egocéntrico Sancho Panza. China a su vez podría alegar que si los países más ricos e históricamente más contaminantes como los EEUU y los de la UE no se lo toman en serio, no van a ser ellos los prim(er)os. ¿Y en manos de este personal de la burguesía debemos confiar la solución?.
Pero la explicación no es que Berlusconi sea un perfecto idiota, sino que dice abiertamente lo que piensan todos: en la dura competencia por los mercados y la realización del beneficio tiene ventaja quien reduce costes y meterse en inversiones por el “futuro” cambio climático reduciría ahora la competividad con el capitalismo norteamericano y el chino, entre otros. Ahora, les haría estar en desventaja y a partir de ahí no es segura una ventaja cualitativa posterior.
Todos se muestran remolones. Los países europeos más pobres, porque su capital lo es y lo tienen duro para tomar las medidas y a la vez competir con los demás. Los más ricos como Alemania porque sus necesidades de valoración del capital son de una escala mayor como sus ambiciones internacionales y por tanto también tienen que competir duro y no meterse en gastos “quijotescos”. Todos deben pensar en lo más inmediato, en asegurar los beneficios ahora. Esa es la lógica más imperativa del capital. Tanto en tiempos de bonaza como de crisis.
Si los negocios van bien, eso les llena de euforia, ¡para qué preocuparnos por el futuro, saquemos ahora el mayor partido posible, centrémonos en el corto plazo!. Así, después de la crisis del petróleo de los años 70 la mayoría de los países fueron incapaces de tomar las medidas necesarias frente al anunciado fin de la era del petróleo pues pudieron seguir disfrutando de un combustible fácil y relativamente barato.
Si los negocios van mal por crisis, pues claro está, no es el momento oportuno para gastos extras pensando en el futuro, sino para disminuirlos, reducir costes bajando de hecho los salarios de los trabajadores, despidiendo gente, recortando los gastos sociales del estado, posponiendo planes de futuro para asegurar la supervivencia de la Humanidad.
Ahora, la bajada de precios del petróleo por la reducción de la demanda debido a la recesión, no va a estimular las inversiones en alternativas al mismo que siguen siendo caras.
La reducción, por la crisis, de las emisiones de CO2, creará la apariencia engañosa de que las cosas mejoran, cuando con lo mal que ya están, el cambio climático es una amenaza no para el futuro, sino para ahora mismo, como lo demuestra el deshielo del Ártico.
Aunque a largo plazo dicen que sería buena la inversión en las nuevas tecnologías alternativa, como el capital se mueve sobre todo por el beneficio a corto plazo (“más vale pájaro en mano que ciento volando”), como el desastre son “externalidades” que no afectan inmediata y directamente a las ganancias, como el despilfarro -por ejemplo- en armamento beneficia ahora al complejo militar-industrial, y como siempre hay que dar prioridad al beneficio personal de la burguesía, lo tenemos muy pero que muy difícil para el que el capitalismo evite los desastres anunciados tanto del cambio climático, como el fin de la era del petróleo, etc. Lo demuestra el fracaso del protocolo de Kioto a pesar de su timidez, y la actual actitud que hace peligrar un plan mundial sustituto y alternativo, de verdad serio, que debiera ser aprobado en la ONU en sólo un año.
La esperanza en las inversiones en nuevas tecnologías pueden parecerse mucho a los sueños que en su día tuvieron con las posibilidades revolucionarias de la informática como si pudiesen equivaler al papel que en el siglo XIX jugó el ferrocarril. Pero el siglo XIX fue la juventud del capitalismo en el que tenía todavía todo el mundo por conquistar y por convertir en su mercado. Es dudoso que el capitalismo, con el grado alcanzado por la tendencia a la baja de la tasa de ganancia (por composición orgánica del capital: + maquinas – trabajo vivo), la reducción de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, la desaparición de los mercados extra-capitalistas (globalización, China, India, Brasil más capitalistas que nunca) pueda encontrar con las nuevas tecnologías la suficiente “locomotora”.
Si se produjese un descubrimiento tecnológico y organizativo que permitiese un aumento notable de la productividad del trabajo y por consiguiente de sus posibilidades de explotación (como no lo logró la “revolución” informática), se contrarrestaría la tendencia a la baja de la tasa de ganancia gracias a una mayor productividad e incluso por un abaratamiento de los medios de producción. Pero quedaría el problema de la demanda solvente, tanto de los trabajadores como en los mercados en general que no se resuelve automáticamente, sino a cuenta de sueldos mayores y créditos, a falta de un mercado extra-capitalista. Y la innovación tecnológica encontraría su techo en la automatización generalizada pues entonces no sería posible la explotación del trabajo vivo lo que daría lugar a una nueva contradicción resoluble sólo con el poder de los trabajadores o alguna nueva sociedad tecno-burocrática.
Sin esperar esos “milagros”, tal vez encuentren incentivo suficiente en dichas inversiones si vienen acompañadas por la compensación del aumento de la composición orgánica del capital (+ maquinaria - trabajo vivo) por una superexplotación de los trabajadores. En esa dirección va la pretensión europea de la semana laboral de 65 horas. El sector de producción de bienes de producción (maquinaria) sólo tiene sentido y puede rentabilizarse a la larga, si desemboca en satisfacer necesidades humanas, asegurar la existencia, el sector de los bienes de consumo, de lo contrario, se produzca lo que se produzca, sería parecido a la producción de armamento, un despilfarro a nivel global, aunque para la empresa privada sea su mercancía fuente de ganancia. Pero una reducción brutal de la capacidad adquisitiva de los trabajadores y de su tiempo extra-laboral, con su agotamiento nervioso y vital, supondría a la larga una reducción de la capacidad de la demanda solvente y por tanto una reducción en el mercado, necesario para que la plusvalía (sobre-trabajo explotado) extraída en el proceso de producción, se pueda traducir en ganancia dineraria revertirle en la posterior reinversión y acumulación de capital. A no ser que se empiece a hacer trampas a lo bestia con la ley del valor y se cree alguna especie de capitalismo de Estado, sociedad tecno-burocrática; como la URSS conoció la descompensación entre ambos sectores de la producción (hipertrofia en bienes producción –armamento- y atrofia en bienes consumo).
En suma, el capitalismo y las sociedades de clase suponen un cúmulo de contradicciones cuando la finalidad directa no es satisfacer las necesidades humanas, sino que esto es un medio para la ganancia dineraria y los privilegios de la clase dominante, a través del cual sólo algunas necesidades humanas, y otras mediatizadas por el sistema, son satisfechas.
En el supuesto de que fuese necesario para salvar el planeta y superar la miseria del tercer mundo aumentar la jornada laboral en los países ricos, ello debiera ser en base a la previa superación de las desigualdades y despilfarros del capitalismo. No es de recibo trabajar más para ser más explotados, para que el poder en la empresa y la sociedad los siga controlando la burguesía, para que se despilfarre en la carrera de armamentos, los directivos ganen más de 300 veces lo del trabajador medio, siga el tercer mundo en la miseria con las hambrunas y las guerras de la desintegración de sus sociedades, y para colmo no se garantice que evitemos más crisis, y toda la previsión de futuro se venga abajo incluso con una guerra termonuclear.
El capitalismo vive la era de la decadencia en la que su dinamismo progresista hace tiempo se ha agotado, salvo para el crecimiento artificial basado en la especulación, el crédito, y esta crisis financiera y productiva está demostrando que esos recursos de “huida hacia adelante” y trampeo, ya están alcanzando también sus límites. La crisis de sobreacumulación de capital y sobreproducción, la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, llevan a que en las próximas décadas, lo más probable, una crisis suceda a otra tras periodos breves de relanzamiento moderado o estancamiento. En todo este proceso el “cada uno para sí” y la mentalidad expresada abiertamente por Berlusconi, tenderán a imponerse por el imperativo de la competencia entre los capitalistas organizados desde sus estados.
Es decir, que el capital permanentemente va a encontrar “justificaciones” para no tomar todas las medidas necesarias para luchar contra el cambio climático. De hecho, la lógica del capital es en lo más profundo contraria a la dinámica necesaria para afrontar en las mejores condiciones y de modo contundente este problema crucial, y genera nuevas contradicciones, como hemos visto con los agro-combustibles y la provocada crisis alimentaria.
Rajendra Pachauri, Presidente del IPCC (Panel Internacional de Cambio Climático) y Nobel de la Paz ha manifestado a raíz de esta reunión de la UE “Si no se hace nada en tres o cinco años, las consecuencias serían graves” (El País, 16 oct. pág 37).
En esta crisis ya se han vivido los factores del desastre futuro. El precio del petróleo ha subido en parte porque resulta más difícil aumentar su producción en breve. Los alimentos en parte han subido porque los encarece la “alternativa” de los bio-combustibles utilizados.
Pero esto no es lo peor. Esta crisis es un adelanto de lo que vendrá. Además de la crisis climática, tenemos en poco tiempo el fin de la era del petróleo fácil y barato y un serio problema con la creciente población mundial combinado con su envejecimiento. Ya hay previsiones sobre el cambio climático, la escasez de agua, que anuncian graves desastres para mediados de este siglo (ver “El Informe Sterne” Paidós, 2007). Y el capitalismo no va a vivir una nueva era dorada, sino que se arrastrará con nuevas crisis a cuál más profunda y la correspondiente postergación de la lucha contra el cambio climático.
Por todo, sin riesgo de caer en el alarmismo podemos decir que esta crisis es la primera de una nueva era. La era de la mega-crisis de la civilización capitalista y con ella de la Humanidad. En poco tiempo acabarán confluyendo y combinándose la crisis estrictas de la economía, la crisis del fin del petróleo, la crisis demográfica y la crisis climática, amén de posibles crisis militares o de salud (pandemias difundidas por todo el mundo).
El futuro de catástrofe está próximo, en pocas décadas, tal vez para los años 50, y sabido es que si desde ahora no se toman medidas contundentes, mañana y pasado mañana será demasiado tarde como una y otra vez nos están avisando los científicos
La irracionalidad y rapacidad del capitalismo por su imperativo del beneficio a corto plazo, conlleva que no haya la planificación que la Humanidad necesita y que los costes ambientales no sean considerados en los costos económicos (1). El capitalismo es el factor principal que explica por qué la Humanidad se encuentra hoy a las puertas de una crisis planetaria que afecta a la biosfera y pone en riesgo hasta su supervivencia o en el mejor de los casos un empeoramiento notable de sus condiciones de existencia incluso biológicas. Eso sin contar con que la agudización de los problemas, la competencia internacional, los conflictos internacionales, no nos arrastren a una guerra que podría acabar, teniendo en cuenta los arsenales existentes, en lo nuclear y con ello el final.
Vista la irresponsabilidad de la burguesía, sus políticos, sus estados, y que es el mismo sistema capitalista el que condiciona, premia, esa irresponsabilidad, no debemos albergar esperanzas en que ellos sean capaces de librarnos del desastre. Todo apunta a que el capital se dirige rumbo a la catástrofe.
Si otra víctima de la crisis es la lucha contra el cambio climático, la víctima final es la Humanidad y en particular los trabajadores del mundo, no sólo porque constituimos la mayoría del género humano, sino porque sufriremos paso a paso todos los costes económicos, sociales, biológicos, del proceso, incomparablemente más de lo que los sufrirán los ricos.
Nuestra salvación requiere de una política independiente de la burguesía que sólo las masas trabajadoras podemos levantar, para presentar una alternativa coherente a este sistema social, un Programa por unas transformaciones que liberen a la Humanidad del capitalismo y nos de una oportunidad real de sobrevivir en las mejores condiciones, evitando o paliando con un criterio de justicia y humanidad los desastres que se avecinan.
Si algo conseguimos evitar será porque desde ahora tomemos plena conciencia de que el capitalismo nos conduce a la mega-crisis de la civilización capitalista y con ella de la Humanidad y el planeta; que debemos luchar y levantar un movimiento internacional de trabajadores en lucha por su propio programa capaz de superar todo lo que el capitalismo significa.
Sin duda he presentado cuestiones que necesitan de una mayor maduración pero las lanzo para que otros puedan aportar lo suyo y así avanzar todos. Que cien flores se desarrollen y florezca el pensamiento alternativo hasta lograr un pensamiento superior con el que poder transformar el mundo.
A quienes os interese esta orientación, para profundizar en ella y a fin de evitar repetirme os invito a leer mi artículo publicando en kaosenlared titulado “Capitalismo en crisis pero ¡nosotros también!. Programa Transformaciones. Mega-crisis próxima. Cosmovisión.”, colocado en la sección especial “el capitalismo en la bancarrota” el 10 de octubre. Y “Proletariado o tecnoburocracia ¿de quién será el futuro?”.
Para localizarlos y conocer otros que voy publicando en kaosenlared net, con el buscador de kaosenlared por Aurora Despierta luego seleccionad por Autor y Procedencia, Ordenado por Fecha, y Durante los últimos Todo Kaos, Buscar. (fijarse en la firma, no son míos todos los que aparecen, sí “Siglo XXI, perspectivas”).
(1) Sólo la deforestación tiene un coste anual entre dos y cinco billones de dólares, más que lo que ha supuesto el colapso de Wall Street (El País, 16 oct. pag 37)
La cumbre europea de Bruselas celebrada el miércoles 15 de octubre de 2008 a la que asistieron las primeras autoridades de los veintisiete países miembros de la Unión Europea, ha decidido posponer las decisiones sobre las medidas a tomar contra el cambio climático. La causa aducida, la urgencia de abordar la crisis económica, la prioridad de los recursos económicos destinados a superar dicha crisis y los costes de las medidas contra el cambio climático.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi ha declarado: “no estamos para hacer el Quijote cuando China o EEUU no cortan sus emisiones” (El País, 16 oct. pág 3).
O sea, si algún gran país decide que marchemos alegremente al suicidio nosotros no vamos a ser menos. “Si tú no te esfuerzas por evitar el desastre ¡pues yo tampoco!.” Evitar el empeoramiento de las actuales condiciones de la biosfera y asegurar nuestra supervivencia no tiene nada que ver con el quijotismo, sino con la sensatez. Algo difícil de entender para “estadistas” codiciosos y reaccionarios, populistas-fascistoides con sospecha de relación con las mafias, como Berlusconi, más similar al más torpe y egocéntrico Sancho Panza. China a su vez podría alegar que si los países más ricos e históricamente más contaminantes como los EEUU y los de la UE no se lo toman en serio, no van a ser ellos los prim(er)os. ¿Y en manos de este personal de la burguesía debemos confiar la solución?.
Pero la explicación no es que Berlusconi sea un perfecto idiota, sino que dice abiertamente lo que piensan todos: en la dura competencia por los mercados y la realización del beneficio tiene ventaja quien reduce costes y meterse en inversiones por el “futuro” cambio climático reduciría ahora la competividad con el capitalismo norteamericano y el chino, entre otros. Ahora, les haría estar en desventaja y a partir de ahí no es segura una ventaja cualitativa posterior.
Todos se muestran remolones. Los países europeos más pobres, porque su capital lo es y lo tienen duro para tomar las medidas y a la vez competir con los demás. Los más ricos como Alemania porque sus necesidades de valoración del capital son de una escala mayor como sus ambiciones internacionales y por tanto también tienen que competir duro y no meterse en gastos “quijotescos”. Todos deben pensar en lo más inmediato, en asegurar los beneficios ahora. Esa es la lógica más imperativa del capital. Tanto en tiempos de bonaza como de crisis.
Si los negocios van bien, eso les llena de euforia, ¡para qué preocuparnos por el futuro, saquemos ahora el mayor partido posible, centrémonos en el corto plazo!. Así, después de la crisis del petróleo de los años 70 la mayoría de los países fueron incapaces de tomar las medidas necesarias frente al anunciado fin de la era del petróleo pues pudieron seguir disfrutando de un combustible fácil y relativamente barato.
Si los negocios van mal por crisis, pues claro está, no es el momento oportuno para gastos extras pensando en el futuro, sino para disminuirlos, reducir costes bajando de hecho los salarios de los trabajadores, despidiendo gente, recortando los gastos sociales del estado, posponiendo planes de futuro para asegurar la supervivencia de la Humanidad.
Ahora, la bajada de precios del petróleo por la reducción de la demanda debido a la recesión, no va a estimular las inversiones en alternativas al mismo que siguen siendo caras.
La reducción, por la crisis, de las emisiones de CO2, creará la apariencia engañosa de que las cosas mejoran, cuando con lo mal que ya están, el cambio climático es una amenaza no para el futuro, sino para ahora mismo, como lo demuestra el deshielo del Ártico.
Aunque a largo plazo dicen que sería buena la inversión en las nuevas tecnologías alternativa, como el capital se mueve sobre todo por el beneficio a corto plazo (“más vale pájaro en mano que ciento volando”), como el desastre son “externalidades” que no afectan inmediata y directamente a las ganancias, como el despilfarro -por ejemplo- en armamento beneficia ahora al complejo militar-industrial, y como siempre hay que dar prioridad al beneficio personal de la burguesía, lo tenemos muy pero que muy difícil para el que el capitalismo evite los desastres anunciados tanto del cambio climático, como el fin de la era del petróleo, etc. Lo demuestra el fracaso del protocolo de Kioto a pesar de su timidez, y la actual actitud que hace peligrar un plan mundial sustituto y alternativo, de verdad serio, que debiera ser aprobado en la ONU en sólo un año.
La esperanza en las inversiones en nuevas tecnologías pueden parecerse mucho a los sueños que en su día tuvieron con las posibilidades revolucionarias de la informática como si pudiesen equivaler al papel que en el siglo XIX jugó el ferrocarril. Pero el siglo XIX fue la juventud del capitalismo en el que tenía todavía todo el mundo por conquistar y por convertir en su mercado. Es dudoso que el capitalismo, con el grado alcanzado por la tendencia a la baja de la tasa de ganancia (por composición orgánica del capital: + maquinas – trabajo vivo), la reducción de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, la desaparición de los mercados extra-capitalistas (globalización, China, India, Brasil más capitalistas que nunca) pueda encontrar con las nuevas tecnologías la suficiente “locomotora”.
Si se produjese un descubrimiento tecnológico y organizativo que permitiese un aumento notable de la productividad del trabajo y por consiguiente de sus posibilidades de explotación (como no lo logró la “revolución” informática), se contrarrestaría la tendencia a la baja de la tasa de ganancia gracias a una mayor productividad e incluso por un abaratamiento de los medios de producción. Pero quedaría el problema de la demanda solvente, tanto de los trabajadores como en los mercados en general que no se resuelve automáticamente, sino a cuenta de sueldos mayores y créditos, a falta de un mercado extra-capitalista. Y la innovación tecnológica encontraría su techo en la automatización generalizada pues entonces no sería posible la explotación del trabajo vivo lo que daría lugar a una nueva contradicción resoluble sólo con el poder de los trabajadores o alguna nueva sociedad tecno-burocrática.
Sin esperar esos “milagros”, tal vez encuentren incentivo suficiente en dichas inversiones si vienen acompañadas por la compensación del aumento de la composición orgánica del capital (+ maquinaria - trabajo vivo) por una superexplotación de los trabajadores. En esa dirección va la pretensión europea de la semana laboral de 65 horas. El sector de producción de bienes de producción (maquinaria) sólo tiene sentido y puede rentabilizarse a la larga, si desemboca en satisfacer necesidades humanas, asegurar la existencia, el sector de los bienes de consumo, de lo contrario, se produzca lo que se produzca, sería parecido a la producción de armamento, un despilfarro a nivel global, aunque para la empresa privada sea su mercancía fuente de ganancia. Pero una reducción brutal de la capacidad adquisitiva de los trabajadores y de su tiempo extra-laboral, con su agotamiento nervioso y vital, supondría a la larga una reducción de la capacidad de la demanda solvente y por tanto una reducción en el mercado, necesario para que la plusvalía (sobre-trabajo explotado) extraída en el proceso de producción, se pueda traducir en ganancia dineraria revertirle en la posterior reinversión y acumulación de capital. A no ser que se empiece a hacer trampas a lo bestia con la ley del valor y se cree alguna especie de capitalismo de Estado, sociedad tecno-burocrática; como la URSS conoció la descompensación entre ambos sectores de la producción (hipertrofia en bienes producción –armamento- y atrofia en bienes consumo).
En suma, el capitalismo y las sociedades de clase suponen un cúmulo de contradicciones cuando la finalidad directa no es satisfacer las necesidades humanas, sino que esto es un medio para la ganancia dineraria y los privilegios de la clase dominante, a través del cual sólo algunas necesidades humanas, y otras mediatizadas por el sistema, son satisfechas.
En el supuesto de que fuese necesario para salvar el planeta y superar la miseria del tercer mundo aumentar la jornada laboral en los países ricos, ello debiera ser en base a la previa superación de las desigualdades y despilfarros del capitalismo. No es de recibo trabajar más para ser más explotados, para que el poder en la empresa y la sociedad los siga controlando la burguesía, para que se despilfarre en la carrera de armamentos, los directivos ganen más de 300 veces lo del trabajador medio, siga el tercer mundo en la miseria con las hambrunas y las guerras de la desintegración de sus sociedades, y para colmo no se garantice que evitemos más crisis, y toda la previsión de futuro se venga abajo incluso con una guerra termonuclear.
El capitalismo vive la era de la decadencia en la que su dinamismo progresista hace tiempo se ha agotado, salvo para el crecimiento artificial basado en la especulación, el crédito, y esta crisis financiera y productiva está demostrando que esos recursos de “huida hacia adelante” y trampeo, ya están alcanzando también sus límites. La crisis de sobreacumulación de capital y sobreproducción, la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, llevan a que en las próximas décadas, lo más probable, una crisis suceda a otra tras periodos breves de relanzamiento moderado o estancamiento. En todo este proceso el “cada uno para sí” y la mentalidad expresada abiertamente por Berlusconi, tenderán a imponerse por el imperativo de la competencia entre los capitalistas organizados desde sus estados.
Es decir, que el capital permanentemente va a encontrar “justificaciones” para no tomar todas las medidas necesarias para luchar contra el cambio climático. De hecho, la lógica del capital es en lo más profundo contraria a la dinámica necesaria para afrontar en las mejores condiciones y de modo contundente este problema crucial, y genera nuevas contradicciones, como hemos visto con los agro-combustibles y la provocada crisis alimentaria.
Rajendra Pachauri, Presidente del IPCC (Panel Internacional de Cambio Climático) y Nobel de la Paz ha manifestado a raíz de esta reunión de la UE “Si no se hace nada en tres o cinco años, las consecuencias serían graves” (El País, 16 oct. pág 37).
En esta crisis ya se han vivido los factores del desastre futuro. El precio del petróleo ha subido en parte porque resulta más difícil aumentar su producción en breve. Los alimentos en parte han subido porque los encarece la “alternativa” de los bio-combustibles utilizados.
Pero esto no es lo peor. Esta crisis es un adelanto de lo que vendrá. Además de la crisis climática, tenemos en poco tiempo el fin de la era del petróleo fácil y barato y un serio problema con la creciente población mundial combinado con su envejecimiento. Ya hay previsiones sobre el cambio climático, la escasez de agua, que anuncian graves desastres para mediados de este siglo (ver “El Informe Sterne” Paidós, 2007). Y el capitalismo no va a vivir una nueva era dorada, sino que se arrastrará con nuevas crisis a cuál más profunda y la correspondiente postergación de la lucha contra el cambio climático.
Por todo, sin riesgo de caer en el alarmismo podemos decir que esta crisis es la primera de una nueva era. La era de la mega-crisis de la civilización capitalista y con ella de la Humanidad. En poco tiempo acabarán confluyendo y combinándose la crisis estrictas de la economía, la crisis del fin del petróleo, la crisis demográfica y la crisis climática, amén de posibles crisis militares o de salud (pandemias difundidas por todo el mundo).
El futuro de catástrofe está próximo, en pocas décadas, tal vez para los años 50, y sabido es que si desde ahora no se toman medidas contundentes, mañana y pasado mañana será demasiado tarde como una y otra vez nos están avisando los científicos
La irracionalidad y rapacidad del capitalismo por su imperativo del beneficio a corto plazo, conlleva que no haya la planificación que la Humanidad necesita y que los costes ambientales no sean considerados en los costos económicos (1). El capitalismo es el factor principal que explica por qué la Humanidad se encuentra hoy a las puertas de una crisis planetaria que afecta a la biosfera y pone en riesgo hasta su supervivencia o en el mejor de los casos un empeoramiento notable de sus condiciones de existencia incluso biológicas. Eso sin contar con que la agudización de los problemas, la competencia internacional, los conflictos internacionales, no nos arrastren a una guerra que podría acabar, teniendo en cuenta los arsenales existentes, en lo nuclear y con ello el final.
Vista la irresponsabilidad de la burguesía, sus políticos, sus estados, y que es el mismo sistema capitalista el que condiciona, premia, esa irresponsabilidad, no debemos albergar esperanzas en que ellos sean capaces de librarnos del desastre. Todo apunta a que el capital se dirige rumbo a la catástrofe.
Si otra víctima de la crisis es la lucha contra el cambio climático, la víctima final es la Humanidad y en particular los trabajadores del mundo, no sólo porque constituimos la mayoría del género humano, sino porque sufriremos paso a paso todos los costes económicos, sociales, biológicos, del proceso, incomparablemente más de lo que los sufrirán los ricos.
Nuestra salvación requiere de una política independiente de la burguesía que sólo las masas trabajadoras podemos levantar, para presentar una alternativa coherente a este sistema social, un Programa por unas transformaciones que liberen a la Humanidad del capitalismo y nos de una oportunidad real de sobrevivir en las mejores condiciones, evitando o paliando con un criterio de justicia y humanidad los desastres que se avecinan.
Si algo conseguimos evitar será porque desde ahora tomemos plena conciencia de que el capitalismo nos conduce a la mega-crisis de la civilización capitalista y con ella de la Humanidad y el planeta; que debemos luchar y levantar un movimiento internacional de trabajadores en lucha por su propio programa capaz de superar todo lo que el capitalismo significa.
Sin duda he presentado cuestiones que necesitan de una mayor maduración pero las lanzo para que otros puedan aportar lo suyo y así avanzar todos. Que cien flores se desarrollen y florezca el pensamiento alternativo hasta lograr un pensamiento superior con el que poder transformar el mundo.
A quienes os interese esta orientación, para profundizar en ella y a fin de evitar repetirme os invito a leer mi artículo publicando en kaosenlared titulado “Capitalismo en crisis pero ¡nosotros también!. Programa Transformaciones. Mega-crisis próxima. Cosmovisión.”, colocado en la sección especial “el capitalismo en la bancarrota” el 10 de octubre. Y “Proletariado o tecnoburocracia ¿de quién será el futuro?”.
Para localizarlos y conocer otros que voy publicando en kaosenlared net, con el buscador de kaosenlared por Aurora Despierta luego seleccionad por Autor y Procedencia, Ordenado por Fecha, y Durante los últimos Todo Kaos, Buscar. (fijarse en la firma, no son míos todos los que aparecen, sí “Siglo XXI, perspectivas”).
(1) Sólo la deforestación tiene un coste anual entre dos y cinco billones de dólares, más que lo que ha supuesto el colapso de Wall Street (El País, 16 oct. pag 37)
No hay comentarios:
Publicar un comentario