lunes, 26 de mayo de 2008

Pablo Slavin: La noción de democracia en Rosa Luxemburgo


Ésta es una copia en castellano de un artículo que fue presentado en la Conferencia Internacional de Rosa Luxemburgo celebrada en el 2007 en Tokio. Agradecemos a su autor que nos la haya facilitado, pues consideramos que es un gran aporte a la divulgación del pensamiento de Rosa Luxemburgo.

La noción de democracia en Rosa Luxemburgo: Algunos aportes para el siglo XXI

Por Pablo Slavin[1]

Introducción:

Rosa Luxemburgo fue una de las más destacadas figuras con que contó la socialdemocracia en las dos primeras décadas del siglo XX.
Si algo podemos destacar entre sus numerosas cualidades, es la claridad con la que supo aplicar el método desarrollado por Marx y Engels, el materialismo dialéctico, a todos sus análisis.
Cumpliendo con lo que Marx prescribiera en sus Tesis sobre Feuerbach, Rosa Luxemburgo no se contentó con realizar un estudio teórico del marxismo, sino que siempre demostró un profundo interés por la faz práctica.
Su activa participación en los distintos movimientos revolucionarios de principios de siglo, hicieron que las cárceles de su Polonia natal y de Alemania, su patria adoptiva, la tuvieran como asidua huésped.
Fue una firme defensora del sistema democrático, y una polemista infatigable. Nunca claudicó en sus posiciones, lo que motivó que tuviera duras polémicas con los más brillantes intelectuales de su época; como Lenin, Kautsky, Bernstein, Otto Bauer, o Pannekoek.
Hoy, tras el derrumbe de la experiencia soviética, cuando muchos críticos de derecha anuncian la muerte del marxismo y amplios sectores de la izquierda no encuentran el rumbo, creemos que es fundamental recuperar el pensamiento de una intelectual y militante que supo adelantarse a su tiempo.
Porque como ella misma afirmara en 1903:

“Si, pues, detectamos un estancamiento en nuestro movimiento en lo que hace a todas estas cuestiones teóricas, ello no se debe a que la teoría marxista sobre la cual descansan sea incapaz de desarrollarse o esté perimida. Por el contrario, se debe a que aún no hemos aprendido a utilizar correctamente las armas intelectuales más importantes que extrajimos del arsenal marxista en virtud de nuestras necesidades apremiantes en las primeras etapas de nuestra lucha. No es cierto que, en lo que hace a nuestra lucha práctica, Marx esté perimido o lo hayamos superado. Por el contrario, Marx, en su creación científica, nos ha sacado distancia como partido de luchadores. No es cierto que Marx ya no satisface nuestras necesidades. Por el contrario, nuestras necesidades todavía no se adecuan a la utilización de las ideas de Marx.”[2]

A continuación trataremos de analizar su concepción de la democracia, y el papel que según ella debe desempeñar un Partido Socialdemócrata que se precie de tal.

El modelo democrático:

Rosa Luxemburgo fue una digna heredera de la tradición democrática defendida desde el seno de la socialdemocracia europea. Sin embargo, eso no le impidió tener una clara noción de los límites que la democracia burguesa imponía, y la necesidad de su transformación y superación.
En su trabajo Reforma o Revolución, de 1900, cuyo objetivo principal era criticar las posiciones de Bernstein y su revisionismo, nuestra autora explica el carácter superestructural de la democracia como forma política.

“Entre la democracia y el desarrollo capitalista no cabe apreciar ninguna relación general y absoluta. La forma política es, en todo momento, el resultado de la suma total de los factores políticos internos y externos, y admite, dentro de sus límites, la escala completa de los regímenes políticos, desde la monarquía absoluta a la república democrática”.[3]

Ella comprendía que el capitalismo, como estructura económico social, utilizaba la forma política democrática, pero no dependía de ella.
Señalaba que la democracia había cumplido un rol fundamental en la transición del Estado feudal al capitalista, destruyendo las trabas que tenía la burguesía para su crecimiento.
Pero con la misma claridad podía ver que “…tan pronto como la democracia muestra la tendencia a olvidar su carácter de clase, convirtiéndose en instrumento de los verdaderos intereses del pueblo, la propia burguesía y su representación estatal sacrifican las formas democráticas…”[4]

Y luego agregaba que “…el liberalismo como tal, ha llegado a ser para la sociedad burguesa hasta cierto punto superfluo, y aun en ciertos aspectos muy importantes, es más bien un obstáculo. (…) El grado de desarrollo alcanzado por la economía mundial, y la agravación de las luchas por la competencia en el mercado internacional, ha hecho del militarismo instrumento de la política mundial, siendo ello lo que caracteriza el momento actual tanto en la política interior como exterior de los grandes Estados. Pero si la política mundial y el militarismo es una tendencia en auge en la fase actual, lógicamente la democracia burguesa ha de marchar hacia el ocaso.”[5]

Y la democracia burguesa, efectivamente, marchaba hacia su ocaso. Su asesinato en 1919 le impediría ser testigo de regímenes que, como el fascismo y el nazismo, con tanta certeza supo anticipar.
Como bien lo explica el profesor español Elías Díaz:
“La burguesía, que era liberal y que para la conquista y protección de sus intereses y privilegios se había organizado desde esas coordenadas de individualismo y abstencionismo, cambia estas bases por otras no liberales, sino totalitarias, cuando aquéllas resultan ya insuficientes para la defensa a toda costa del sistema capitalista, que es lo que le interesa realmente conservar. Mientras no hubo peligro, el capitalismo fue liberal; cuando surge el socialismo, el laissez faire ya no le sirve a la burguesía; el capitalismo ya no puede ser liberal sin peligro para los intereses y privilegios que representa. Donde la presión y las tensiones de clase son menores podrá continuar siendo liberal; en cambio, donde por causas diversas las tensiones se agudizan, la burguesía abandona el formalismo liberal de que hasta entonces se había servido y no duda en organizar totalitariamente la defensa del capitalismo. Esto es fundamentalmente el fascismo: capitalismo organizado totalitariamente; capitalismo económico más totalitarismo político.”[6]

Pero justamente por ello, creía Rosa Luxemburgo en la necesidad de defender el sistema y las instituciones democráticas.
Seguía diciendo en Reforma o Revolución que:
“Si la democracia es, en parte, superflua para la burguesía, y en parte hasta un obstáculo, en cambio para la clase trabajadora es necesaria e indispensable. Y lo es en primer lugar porque crea formas políticas (autonomía, sufragio, etc.) que pueden servir de comienzos y puntos de apoyo al proletariado en su transformación de la sociedad burguesa. Pero, además, es indispensable, porque sólo en ella, en la lucha por la democracia, en el ejercicio de sus derechos, el proletariado puede llegar al verdadero conocimiento de sus intereses de clase y de sus deberes históricos.”[7]

Creación burguesa, la democracia se había transformado en una herramienta que podía y debía ser utilizada por el proletariado en ascenso. No sólo para alcanzar el poder, como sostenían aquellos que defendían la denominada vía legal, sino también como un medio para la educación del proletariado, permitiéndole pasar de clase en sí a clase para sí.

Democracia Socialista y Dictadura del Proletariado:

Rosa Luxemburgo estaba convencida de ser una fiel exponente de la tradición democrática socialista iniciada por Marx y Engels. Así surge de su trabajo “La teoría y la praxis”, de 1910, donde reproduce las palabras de Engels en la “Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891”. Engels decía:

“Si hay algo seguro es que nuestro partido y la clase obrera sólo pueden llegar al poder bajo la forma política de la república democrática. Esta es incluso la forma específica para la dictadura del proletariado como lo ha demostrado ya la gran revolución francesa.”[8]

Al hablar de la dictadura del proletariado como la forma específica de la república democrática, Engels lo ofrece como ejemplo a la Comuna de París, de 1871. Por ello creemos que es bueno recordar brevemente aquella experiencia.
El propio Engels, en la Introducción a la lucha de clases en Francia, nos dice que la totalidad de los miembros de la Comuna eran obreros, o representantes conocidos de los obreros. Todos los cargos administrativos, judiciales y de enseñanza fueron cubiertos por elección, empleando para ello el sufragio universal y el derecho de revocación. Se establecieron salarios iguales para los funcionarios y los trabajadores, buscando por ese medio evitar el arrivismo y la caza de cargos.
La concepción acerca de la dictadura del proletariado, será entonces otro punto de conflicto en su enfrentamiento con los bolcheviques.
Un conflicto cuyos orígenes se remontan a 1904, cuando Rosa Luxemburgo escribe el artículo Problemas organizativos de la Socialdemocracia, criticando la posición sustentada por Lenin en su trabajos “¿Qué hacer?”, y “Un paso adelante, dos pasos atrás”. Allí Lenin abogaba por el centralismo del Partido en la toma de decisiones y en la dirección del proceso revolucionario. Ya volveremos específicamente sobre esta cuestión cuando tratemos el papel del Partido para Rosa Luxemburgo.

En lo que se refiere a la cuestión de la relación democracia-dictadura, Rosa dirá, en 1918, que:
“El error fundamental de la teoría leninista-trotskista es precisamente el de contraponer exactamente como Kautsky, dictadura y democracia. ‘Dictadura o democracia’, así plantean la cuestión tanto bolcheviques como Kautsky. Este último, como es natural, opta por la democracia y precisamente por la democracia burguesa, puesto que la coloca en función alternativa a la subversión socialista. Lenin y Trotski, por el contrario, optan por la dictadura en oposición a la democracia y en consecuencia por la dictadura de un puñado de personas, vale decir, por la dictadura según el modelo burgués. Se trata de dos polos contrapuestos, ambos bastante alejados de la auténtica política socialista.

(…) La democracia socialista comienza junto con la demolición del dominio de clase y la construcción del socialismo. Comienza en el momento mismo de la toma del poder por el partido socialista; no es otra cosa que la dictadura del proletariado.
Sí, sí: ¡dictadura! Pero esta dictadura consiste en el sistema de aplicación de la democracia, no en su abolición…”[9]

La dictadura del proletariado, en la concepción de nuestra autora, es el comienzo de la construcción de la democracia socialista. Una democracia cuyo contenido será superador de la democracia burguesa, ya que la lucha de clases habrá culminado, para dar paso a una sociedad sin clases. El tan ansiado reino de la libertad.
Si bien es cierto que Kautsky describe los conceptos de dictadura y democracia como alternativos, no lo es menos que nuestra autora poseía muchos puntos de contacto con la visión que este tenía sobre la democracia.

Veamos sino algunas frases de Kautsky en su obra “La Dictadura del Proletariado”, de 1918. En ella expresa:
“El Socialismo como medio de emancipación del proletariado, sin democracia, es impensable. (…) Socialismo sin democracia es impensable.(…)
“La Democracia es la base esencial para la construcción de un sistema Socialista de Producción”[10]

Pero hasta que la Democracia Socialista no se hubiese alcanzado, Rosa Luxemburgo creía que la democracia formal, como se denominaba a la burguesa, debía ser defendida y preservada.

“…‘Como marxistas nunca fuimos fanáticos de la democracia formal’, escribe Trotsky. Es cierto, nunca fuimos fanáticos de la democracia formal. Pero tampoco hemos sido en modo alguno fanáticos del socialismo o del marxismo. ¿Esto significa que tenemos el derecho (…) de tirar al canasto al socialismo o al marxismo cuando nos incomodan? Trotsky y Lenin constituyen la negación viva de esta posibilidad. Nosotros no fuimos nunca fanáticos de la democracia formal, significa lo siguiente: siempre hemos distinguido el contenido social de la forma política de la democracia burguesa, siempre supimos develar la semilla amarga de la desigualdad de la sujeción social que se oculta dentro de la dulce cáscara de la igualdad y de la libertad formales, no para rechazarlas, sino para incitar a la clase obrera a no limitarse a la envoltura, a conquistar el poder político para llenarlo con un nuevo contenido social. La misión histórica del proletariado, una vez llegado al poder, es crear en lugar de una democracia burguesa una democracia socialista y no abolir toda democracia.”[11]

Como podemos observar hasta aquí, la defensa que realiza del modelo democrático es permanente. La democracia formal es un escalón, una herramienta para ir en la búsqueda de una democracia con contenido social. La democracia socialista.

En modo alguno su crítica hacia la democracia burguesa permite pensar en su reemplazo por un régimen que restrinja las libertades formales.

A la democracia burguesa se la supera con más democracia. La insuficiencia de las libertades burguesas es completada en la democracia socialista, donde la libertad se amplia al alcanzarse una verdadera igualdad.

¿Y cuales son los principales valores que integran el modelo democrático que ella defiende?

La libertad de prensa, de reunión y de asociación; una opinión pública fuerte y libre; una plena libertad de conciencia para todos los individuos y amplia tolerancia para las diversas creencias y opiniones; ilimitada libertad política y educación permanente de las masas; la celebración de elecciones periódicas sobre la base del sufragio universal.

Declaraba que “Es un hecho notorio e incontestable que sin una ilimitada libertad de prensa, sin una vida libre de asociación y de reunión, es totalmente imposible concebir el dominio de las grandes masas populares.”[12]

(…) “Sin elecciones generales, libertad de prensa y de reunión ilimitada, lucha libre de opinión y en toda institución pública, la vida se extingue, se torna aparente y lo único activo que queda es la burocracia.”[13]

Ella volvía a poner en el centro de la escena a la libertad. Sin libertad no hay democracia.
La polémica que sostuvo con los bolcheviques sirve también para rescatar la pureza de su concepción sobre la libertad.

Ella insistía en que:

“La libertad reservada sólo a los partidarios del gobierno, sólo a los miembros del partido –por numerosos que ellos sean- no es libertad. La libertad es siempre únicamente libertad para el que piensa de modo distinto. No es por fanatismo de ‘justicia’, sino porque todo lo que pueda haber de instructivo, saludable y purificador en la libertad política depende de ella, y pierde toda eficacia cuando la ‘libertad’ se vuelve un privilegio.”[14]

Siendo consecuentes con su pensamiento, sería imposible aceptar la calificación de Socialista o Socialismo Real, para formas de organización social basadas en la autoridad del Partido Único.

Espontaneidad, masas y organización:

La relación entre las masas y el Partido fue un tema de permanente preocupación en el pensamiento de Rosa Luxemburgo. Consideramos que el mismo está íntimamente ligado a su visión integral de la democracia y la libertad.
Ella tomaba como punto central de referencia las palabras de Marx en los Estatutos generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores, quien decía:

“…que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos; que la lucha por la emancipación de la clase obrera no es una lucha por privilegios y monopolios de clase, sino por el establecimiento de derechos y deberes iguales y por la abolición de todo dominio de clase…”[15]

La constante apelación de Rosa Luxemburgo a las masas y su espontaneidad, hizo que fuera considerada como la teórica de la espontaneidad revolucionaria, objeto de durísimas críticas durante el período estalinista, y particularmente reivindicada durante el mayo francés del ’68.
Entendemos, sin embargo, que es un error interpretar la posición de Rosa Luxemburgo como un ataque al Partido Político, o una desvalorización del mismo. Su ataque es a la Partidocracia y al centralismo burocrático.

Tampoco compartimos la visión de aquellos que señalan una aparente ambigüedad o confusión en su discurso[16], que oscilaría entre el apoyo al Partido, del cual siempre fue un miembro activo, y su insistente defensa de la espontaneidad.
El Partido Socialdemócrata es considerado parte integrante de la clase trabajadora, y como tal, Rosa Luxemburgo le asignaba un papel muy especial.
El propio Trotsky reconocería en 1935 que “Rosa Luxemburgo comprendió y comenzó a combatir mucho antes que Lenin el papel de freno del aparato osificado del partido y los sindicatos. Al tener en cuenta la inevitable agravación de los antagonismos de clases, profetizó siempre la inevitable entrada en escena, autónoma y elemental, de las masas en la oposición a la voluntad y el itinerario fijado por las instancias oficiales. En las grandes líneas, en relación con la historia, Rosa estaba en lo cierto.

(…) Nunca se acantonó en la teoría pura de la espontaneidad (…) Rosa Luxemburgo se aplicó a la educación previa del ala revolucionaria del proletariado y a unirla en lo posible en una organización…”[17]

Al respecto, lo primero que queremos resaltar es su certera aplicación del materialismo histórico, y la comprensión de la inevitabilidad del derrumbe del sistema capitalista. Inevitabilidad que no debe ser confundida con fatalismo.

Dice en Teoría y Praxis, de 1910:

“Evidentemente nuestra causa va adelante a pesar de todo esto. Los adversarios trabajan por ella tan incansablemente que no resulta ningún mérito especial que nuestra simiente madure en cualquier condición. Pero finalmente esta no es la tarea del partido de clase del proletariado: vivir únicamente de los pecados y errores de sus adversarios y a pesar de los propios. De lo que se trata, por el contrario, es de acelerar el curso de los acontecimientos por la propia actividad, desencadenar no el mínimo sino el máximo de acción y de lucha de clases en cada momento.”[18]

El Partido debe desempeñar un rol activo en la movilización del proletariado.

Dice en Huelga de masas, Partidos y Sindicatos, de 1906:

“Si los socialdemócratas, en tanto que núcleo organizado de la clase obrera, son la vanguardia más importante del conjunto de los obreros, y si la claridad política, la fuerza y la unidad del movimiento obrero surgen de dicha organización, no se puede concebir a la movilización de clase del proletariado como movilización de la minoría organizada. Toda lucha de clases verdaderamente grande debe basarse en el apoyo y la colaboración de las más amplias masas. Una estrategia para la lucha de clases que no cuente con ese apoyo, que se base en una marcha puesta en escena por el pequeño sector bien entrenado del proletariado, está destinada a terminar en un miserable fracaso.”[19]

Consideramos que aquí es posible hallar el eje central de la argumentación de Rosa Luxemburgo. Sus críticas van dirigidas a la falta de democracia que implicaría un Partido cuya dirección esté separada de la masa.

El artículo Problemas organizativos de la Socialdemocracia, de 1904, resulta sumamente esclarecedor en este sentido.
Prestemos atención a sus palabras.

“…El centralismo socialdemócrata no puede basarse en la subordinación mecánica y la obediencia ciega de los militantes a la dirección. Por ello el movimiento socialdemócrata no puede permitir que se levante un muro hermético entre el núcleo consciente del proletariado que ya está en el partido y su entorno popular, los sectores sin partido del proletariado.
El centralismo de Lenin descansa precisamente en estos dos principios: 1)Subordinación ciega, hasta el último detalle, de todas las organizaciones al centro, que es el único que decide, piensa y guía. 2)Rigurosa separación del núcleo de revolucionarios organizados de su entorno social revolucionario.
(…) Es un hecho que la socialdemocracia no está unida al proletariado. Es el proletariado.
(…) Las condiciones indispensables para la implantación del centralismo socialdemócrata son: 1) la existencia de un gran contingente de obreros educados en la lucha política, 2) la posibilidad de que los obreros desarrollen su actividad política a través de la influencia directa en la vida pública, en la prensa del partido, en congresos públicos, etcétera.
(…) El centralismo socialista no es un factor absoluto aplicable a cualquier etapa del movimiento obrero. Es una tendencia, que se vuelve real en proporción al desarrollo y educación política adquiridos por la clase obrera en el curso de su lucha.”[20]

Las diferencias entre ambos son evidentes.

Rosa Luxemburgo no desconocía la importancia del llamado centralismo socialdemócrata, pero entendía que el mismo es un resultado de la evolución del movimiento obrero. Una tendencia que importa una participación genuina, directa y con capacidad de decisión real de todo el proletariado, no de un grupo de intelectuales iluminados que actúen en su nombre y representación.

Por eso, cuando en 1918 vuelve a referirse a las condiciones para la construcción de la democracia socialista, la dictadura del proletariado, dirá:

“…Esta dictadura debe ser obra de la clase y no de una pequeña minoría de dirigentes en nombre de la clase, vale decir, debe salir al encuentro de la participación activa de las masas, estar bajo su influencia directa, someterse al control de una publicidad completa, emerger de la instrucción política acelerada de las masas populares.”[21]

En vista de la profunda crisis por la que atraviesa actualmente el sistema de Partidos Políticos en general, y la Socialdemocracia en particular, las palabras de Rosa Luxemburgo cobran una dimensión que debemos revalorar.

Como bien decía Georgy Lukács, en 1921:

“…No es debido al azar si Rosa Luxemburgo, que reconoció antes y con mayor claridad que muchos otros el carácter esencialmente espontáneo de las acciones de masas revolucionarias, haya visto con igual claridad, también antes que muchos otros, cuál es el papel del partido en la revolución. (…) Rosa Luxemburgo comprendió tempranamente que la organización es mucho más una consecuencia que una condición previa del proceso revolucionario, de la misma manera que el proletariado no puede constituirse en clase sino en y por ese proceso. En tal proceso, que el partido no puede provocar ni evitar, le corresponde entonces el elevado papel de ser el portador de la conciencia de clase del proletariado, la conciencia de su misión histórica. (…) La concepción de Rosa Luxemburgo es la fuente de la verdadera actividad revolucionaria.”






[1] Profesor Titular Ordinario de Derecho Político con dedicación Exclusiva, y Profesor Adjunto Ordinario de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social, Facultad de Derecho (UNMDP); Director del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales, Facultad de Derecho (UNMDP); Director del Grupo de Investigación ‘Pensamiento Crítico’.

[2] Luxemburgo, Rosa (1903); Estancamiento y crisis del marxismo”. En “Rosa Luxemburgo - Obras Escogidas”; Argentina, 1976; T I, pág. 135.

[3] Luxemburgo, Rosa (1900); Reforma o Revolución; Buenos Aires, Argentina, 1969; pág. 89.

[4] Luxemburgo, Rosa (1900); Ob.cit.; pág. 58.

[5] Luxemburgo, Rosa (1900); Ob.cit.; pág. 90.

[6] Díaz, Elías (1966); Estado de Derecho y sociedad democrática; España, 1984; pág. 44.

[7] Luxemburgo, Rosa (1900); Ob.cit.; pág. 99/100.

[8] Luxemburgo, Rosa (1910); La teoría y la praxis; en “Debate sobre la huelga de masas. Primera parte”, Cuadernos de Pasado y Presente; México, 1978; pág. 235.

[9] Luxemburgo, Rosa (1918); Crítica de la Revolución Rusa; Argentina; pág. 126/128.

[10] Kautsky, Karl (1918); The Dictatorship of the Proletariat; traducción del inglés propia; en www.marxists.org/archive/kautsky/1918/dictprole/ch03.htm Capítulos III y V.

[11] Luxemburgo, Rosa (1918); Ob.cit.; pág. 127.

[12] Ibidem.; pág. 118.

[13] Ibidem.; pág. 123.

[14] Luxemburgo, Rosa (1918); Crítica de la Revolución Rusa; traducción de José Aricó, y estudio preliminar de Georg Lukács. Buenos Aires, Argentina, 1969. Pág. 119

[15] Marx, Carlos (1871); Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores; en “Marx-Engels, Obras Escogidas”; Editorial Progreso, Moscú, 1955; TI, pág. 363.

[16] Ver la obra de Daniel Guèrin Rosa Luxemburg o La espontaneidad revolucionaria; Argentina, 2003. Este libro puede leerse completo en: http://www.quijotelibros.com.ar/anarres/Rosa_Luxemburgo.pdf

[17] Trotsky, León (1935); Luxemburg y la IV Internacional; en www.marxists.org/archive/trotsky

[18] Luxemburgo, Rosa (1910); Ob.cit.; pág. 273.

[19] Luxemburgo, Rosa (1906); Huelga de masas, Partido y Sindicatos. Ob.cit.; T I, pág. 235.

[20] Luxemburgo, Rosa (1904); Problemas Organizativos de la Socialdemocracia; en RL Obras Escogidas; TI; págs. 141 y ss..

[21] Luxemburgo, Rosa (1918); Ob.cit.; pág. 128.

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